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Gómez: "Para muchos, la experiencia con prostitutas no es gratificante"

La socióloga lleva investigando sobre clientes y prostitución desde el año 2003

Águeda Gómez. F. T.

¿Cuál es el perfil del consumidor de prostitución en España?

En esta investigación financiada por el Instituto de la Mujer, queríamos identificar tipologías de clientes, no por el perfil sociológico que es muy heterogéneo, sino a partir de sus relatos, de su discurso. La conclusión es que hay cuatro tipos. Está el misógino, el que muestra más aversión a la mujer ya que dice que "todas son putas, unas cobran, otras no". Después, está el cliente amigo que empatiza pero no cuestiona el negocio ni la situación de las mismas; incluso tiene relación sentimental con ellas fuera del espacio de prostitución. Pero no llega a hacer crítica. El tercer tipo es el cliente mercantilista. Son los más jóvenes, acuden como consumidores. Por último, tenemos el cliente crítico que entra en la subcultura putera, que consiste en acabar las noches en los prostíbulos y para el que la experiencia no es agradable.

¿Cómo realizaron el trabajo y cómo fue la reacción de los hombres ante la investigación?

En esta fase nacional, entrevistamos a 29 clientes e hicimos entrevistas grupales informales acudiendo a los clubes. La reacción era bastante normal. Al principio, pensábamos que íbamos a recibir rechazo, pero tienen muy normalizado el pago de sexo. Hasta presumen de ir a estos lugares. No lo ven como algo aberrante pero se cuidan de que no trascienda en su entorno femenino (amigas, parejas...)

¿Cree que hay diferencia respecto a otros países?

Hay pocos estudios realizados pero en uno de ellos, de la empresa Bayer, recoge que hay un 33% de hombres españoles que recurren a la prostitución y que es el país europeo donde más se consume.

¿Incluso por encima de países donde está legalizada?

Sí, creemos que se debe al nivel de educación sexual. En los estudios, España estaba a la cola en esto. Aquí, no hay educación sexual en la escuela reglada, no hay campañas de información así que la gente acude a internet para formarse consumiendo productos de la industria porno. Esa sexualidad es muy misógina; en ella, erotizar es humillar. Muchas veces los clientes acuden por pasar el rato, pero reconocen que al final la experiencia no es gratificante.

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