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Entrevista a Tom Burns Marañón

"La democracia española se asienta en la cultura política del franquismo"

"No hay cultura democrática, los partidos se han convertido en oficinas de colocación", asegura el periodista y ensayista

El periodista y ensayista Tom Burns Marañón. LA PROVINCIA / DLP

¿Cómo definiría su obra?

Es básicamente un libro de historia que también habla del presente y el futuro, porque para reflexionar sobre lo que se debe hacer, lo primero es saber dónde estamos y eso no se consigue sin analizar primero el punto de partida. Por lo tanto es imprescindible comprender cómo hemos llegado hasta aquí.

¿Cuál es su análisis de la transición?

La conocí de primera mano porque estuve trabajando como corresponsal en Madrid para varios medios, lo que me dio la ventaja de ver las cosas con mucha distancia e independencia. En aquel entonces mantuve largas conversaciones con diferentes personalidades políticas del momento, lo que dio lugar a tres libros redactados a partir de la extensa base documental que reuní. Lo que he hecho ahora con todas esas vivencias e investigaciones ha sido realizar un relato de lo que fue el tardofranquismo analizado sus tres niveles. El primero fue el del régimen, del cual me sorprendió mucho la tremenda dificultad de sus altas esferas para aceptar la inevitabilidad de la democracia. El segundo estaba formado por los reformistas del franquismo como Adolfo Suarez y Rodolfo Martín Villa, una generación que no había participado en la guerra y aunque no fueron demócratas desde el principio estuvieron por la reconciliación. El tercer nivel era Juan Carlos de Borbón, en este aspecto el libro revela cuándo, cómo y porqué apostó por la democracia.

¿Juan Carlos no fue demócrata desde un principio?

Debemos recordar que en 1973 estaba muy a gusto con el gobierno que formó Carrero Blanco, conocido como El del Príncipe, formado por tecnócratas del Opus Dei caracterizados por su gran prudencia. Lo que ocurrió es que cuando ETA mata a Luis Carrero Blanco el 20 de diciembre de ese año, Arias Navarro cambia el gobierno. Entonces del 31 de diciembre de 1973 al 20 de noviembre de 1975 hay una especie de exilio interior del príncipe que se aísla en el Palacio de la Zarzuela, su residencia desde 1962, y es visto con recelo por el entorno del Palacio del Pardo, residencia del general Francisco Franco, y por el Bunker, que es como se denomina popularmente al conjunto de personalidades del franquismo que se oponían totalmente a la reforma del régimen. En esos casi dos años comienzan sus contactos con la oposición y descubre que hay otra España, conoce a Jordi Pujol, a vascos, comunistas, socialistas y etc... Entonces comprende que tras la muerte de Franco tendrá que actuar muy rápidamente para conseguir la democratización del estado, pero su preocupación era calcular con cuánto tiempo contaría para hacerlo. Apuesta por Suárez y para entonces la fruta estaba madura por el deseo generalizado de conseguir un cambio de régimen que llevase a la democratización, la descentralización y la europeización.

Esa es la metáfora que da título a su obra.

Con la imagen de la fruta madura subrayo la importancia capital de la figura de Juan Carlos y los jóvenes reformistas, que son los que desmontan el régimen, porque la oposición era muy débil. Suárez y Juan Carlos se adelantan y recogen la fruta madura que suponía el deseo de libertades. Cuando Suarez dijo "hay que elevar a la categoría política de normal lo que a nivel de calle es simplemente normal" se refería a que la sociedad española había cambiado pero el régimen no, y por tanto había que adecuarlo. Las elecciones, la constitución y su aprobación por referéndum dieron una gran rapidez al proceso.

¿Cuándo esa fruta madura se convierte en manzana podrida?

Casi desde el principio, porque hay que recordar que se dejaron fuera de la constitución cosas muy llamativas. Una democracia limita el poder, con controles y contracontroles, que aquí no se crearon, sino todo lo contrario, se politizó la justicia, se creó un sistema de elección que daba un poder omnímodo del ejecutivo sobre el legislativo, que son quienes deciden. El resultado es que de la fruta madura se pasa a la manzana podrida con la crisis de 1981, a los seis años de morir Franco. En este aspecto hay un paralelismo entre la Segunda República, que duró de 1931 a 1936, es decir seis años, y la primera fase de la democracia, de 1975 a 1981, que también se extendió un sexenio. Esta democracia posfranquista entra en crisis con el golpe de estado del 23-F, la dimisión de Suarez y la posterior inmolación de Unión del Centro Democrático (UCD), pero se resuelve en 1982 con el triunfo del PSOE.

¿Qué supuso el triunfo del Partido Socialista?

El ganador de las elecciones no fue el socialismo, sino el felipismo, porque Felipe González reinventó unas siglas históricas a su medida. Mediante su personalismo y liderazgo ganó repetidamente las elecciones perpetuándose casi catorce años en el gobierno, que vuelvo a recordar que no era socialista sino felipista. Con eso se crea una política del aparato, el partido, el hiperliderazgo y etc... Por todo ello, a pesar de que el lema del PSOE en el 82 era "el cambio"; no se toca nada, todo se deja igual. No había ningún interés en modernizar las estructuras políticas y luego Aznar hace exactamente lo mismo, él también fue incapaz de cambiar las cosas, con lo que la manzana pasa a pudrirse aún más, lo cual se evidencia en la continuación de la corrupción, que se hace endémica, sistemática, estructural.

Los tres últimos capítulos de su libro tratan del fracaso del centroderecha y del centrismo.

Sí, porque creo que el hundimiento de UCD tuvo un efecto de tierra quemada para lo que suponía una oferta electoral de un partido centrista moderado, dejando todo lo que no era PSOE a Manuel Fraga y Alianza Popular, un partido que tenía un techo electoral que lo convertía en una fuerza sin posibilidad de gobernar, lo que explica que el PSOE ganase elección tras elección. Fraga se da cuenta de eso y en 1986 dimite tras un congreso celebrado en Barcelona donde se elige a un desconocido a nivel nacional, Antonio Hernández Mancha, quien con un discurso muy populista y poco ideológico vence a Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, mucho más preparado que él. Entonces, el centroderecha entra en un periodo de sucesivos bandazos hasta que, tres años después, en 1989, Aznar se hace cargo del partido.

¿Cómo resumiría el gobierno de Aznar?

Aznar tarda siete años en ganar a Felipe González por un estrecho margen. La esperanza de algunos era que cambiase la situación, que reformase la manera de hacer política, y eso pasaba por una nueva ley electoral y la rendición de cuentas de la clase política ante los electores. Es cierto que en su primera legislatura estaba muy limitado por no tener mayoría y verse obligado a pactar, pero cuando gana por mayoría absoluta, los hábitos de superliderazgo, de fuerte control del aparato, o en resumen, todos los vicios que habían adquirido los partidos en la transición se apoderan de él, y no hace el cambio que se esperaba.

¿Ha habido una continuidad entre la política tardofranquista y la de la democracia?

Sí, una línea continua en el ensayo es que en el fondo estamos hablando de una cultura política. La democracia parlamentaria española se asienta muchísimo en la cultura política del franquismo, ciertamente hay partidos, elecciones, prensa libre y todas esas libertades formales, pero los dos partidos nacidos en la transición tienen en común un liderazgo, una ausencia de democracia interna, el control severísimo de los aparatos, en resumen, como dijo Alfonso Guerra: "El que se mueva, no sale en la foto". Este abuso de las libertades es facilitado por la ley electoral y las listas cerradas nombradas por los aparatos. Todo eso permite esta democracia de bajo nivel. Ahí es donde llegamos directamente a los años actuales, cuando Mariano Rajoy dijo "las listas las hago yo", estaba repitiendo las palabras de Alfonso Guerra.

¿Ese ha sido el resultado del bipartidismo español?

Lo que quiero decir con este análisis es que el panorama político español ha estado muy poco equilibrado entre un centroderecha y un centroizquierda que se han alternado en el poder. No hay una cultura democrática, lo que existe es que los partidos se han convertido en oficinas de colocación. Esta es una democracia de baja intensidad que ha tenido como resultado una corrupción generalizada contra la cual paradójicamente la democracia tenía que haber sido una vacuna.

¿Cómo se ha llegado a esta situación?

Quizá porque se fue perdiendo una relación directa entre la dirección de los partidos y los electores, entre el partido y sus bases y eso es fruto de la endogamia y cerrazón de los partidos políticos. Según sus estatutos, el PP tenía que haber celebrado un congreso nacional porque se habían cumplido tres años desde el anterior. No se celebró y están atrasándolo para cuando pase toda esta incertidumbre. Tiene que haber un congreso nacional de dirección cada cuatro meses, sin embargo el primero se celebró en abril del 2015 y el segundo la semana pasada. En Alemania los congresos nacionales son anuales y de esa forma se tiene contacto con las bases y se ve por dónde vienen los tiros.

¿Estamos ante una segunda transición?

Sin lugar a dudas. La primera enterró el estado totalitario del partido único y la segunda viene con la quiebra de la potente partitocracia que sustituyó aquel régimen. No hay confianza en los políticos, pero sí un desconcierto tremendo, todo eso explica este cambio. El hecho que Rajoy haya renunciado a la investidura porque no cuenta con suficientes apoyos es parte del juicio que hace la historia sobre el sistema político que nace en la primera transición y marca el comienzo de la segunda.

El fin del bipartidismo era previsible...

La quiebra del bipartidismo el 20 de diciembre se veía venir, pero es muy raro en una democracia supuestamente consolidada que de la nada surjan partidos con amplia representación como Podemos y Ciudadanos. Algo ha ocurrido en los dos partidos dinásticos para que de repente aparezcan estos dos insurgentes que se apropian de su electorado.

¿Cuál es la situación actual?

En la política actualidad la iniciativa la lleva Podemos, un partido insurgente. Pablo Iglesias me fascina, porque se ha pasado mucho tiempo estudiando al filósofo y teórico marxista italiano Antonio Gramsci y al teórico político argentino Ernesto Laclau, padrino ideológico del bolivarismo, lo que lo convierte en un entusiasta de la filosofía política que debe estar disfrutando mucho porque ha pasado de la teoría a la praxis.Su ascenso fulgurante es sorprendente, porque un político va ganando puestos haciendo política, ganándose primero a los electores de su ciudad, del partido, pero él sólo lo ha hecho en la universidad y ha creado un partido con unos amiguetes que está marcando la agenda política, negociando, porque la política es el arte de lo posible.

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