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Nuria Planas: "Saber muchas matemáticas no garantiza saber transmitirlas bien"

"La ´matefobia´ es un residuo de cuando la materia escolar servía para filtrar alumnos", señala la investigadora de Didáctica de las matemáticas

Núria Planas Raig. N. OREJAS

Núria Planas Raig es licenciada en Ciencias Exactas y trabajó durante cuatro años como profesora de Secundaria. Investiga en la institución catalana Icrea de la Universidad Autónoma de Barcelona. Es autora de dos importantes libros de referencia Teoría, crítica y práctica de la educación matemática y Educación Matemática y buenas prácticas. Experta de primer orden en metodología de la enseñanza matemática, asegura no descartar volver algún día a la docencia.

¿Las matemáticas se enseñan tan mal como se dice?

Eso un mito, y ya se sabe que los mitos son difíciles de destruir. Mi impresión es que las Matemáticas se enseñan bastante bien, pero que las metodologías son mejorables.

¿Por qué la asignatura tiene en España tan mala prensa?

Otro mito. La matefobia, que es algo perfectamente documentado por los psicólogos, es el efecto histórico de tantos años en los que las Matemáticas fueron utilizadas para filtrar alumnos. Y de esa función tan poco inclusiva quedan aún residuos.

Enseñar es difícil.

Lo es. Tienes que gestionar mucho. Y anticipar. Y es imprescindible una actualización continua.

¿Enseñar matemáticas es un poco más difícil?

No lo creo. A veces se crea cierto estatus que tiene mucho que ver con esa representación social que se tiene de la asignatura, pero es malo fabricar rankings de profesorado según qué materia imparta.

Y usted, ¿cómo empezó a enseñar números?

Comencé jovencísima en un IES de Barcelona, en el barrio de El Raval. Allí me encontré con una clase muy diversificada, con mucho alumno inmigrante. Me había licenciado con honores en Ciencias Exactas, había sacado unas oposiciones con el número 1, pero me di cuenta de que aquello no bastaba para que los alumnos aprendieran.

¿Se frustró?

Tenía 24 años y tuve una crisis fuerte de desánimo. No había evidencias a pesar de mi esfuerzo de que los chicos estuvieran aprendiendo. Y me di cuenta de que el aprendizaje es algo muy complejo y que no siempre hay relación directa entre saber y enseñar. Y quise saber qué estaba ocurriendo.

Si tuviera que volver al IES donde empezó...

Creo que mantengo la misma ilusión por relacionarme con alumnos que van a descubrir algo nuevo, siempre abiertos a la sorpresa del conocimiento. Sería una profesora con más recursos pedagógicos y didácticos, más relajada y con una cultura diferente del aula.

Los alumnos cambian a marchas forzadas; la sociedad, lo mismo. Los profesores, quizá no tanto.

Pero yo vi a muchos profesores cambiar. Gente con muchos años de docencia capaces de introducir otros estilos, de conversar de modo muy diferente en torno al lenguaje matemático. Si a los profesores les das evidencias de que se pueden hacer las cosas de otra manera y más eficazmente, se apuntan al cambio.

¿Es posible descubrir un talento matemático en clase a las primerísimas de cambio?

Hay que plantearse primero qué es un talento. Hay alumnos talentosos pero no en todos los dominios de las Matemáticas. A lo mejor es buenísimo en Geometría, pero ese talento no emerge hasta que se entra en materia. Y mientras tanto, en cálculo, por poner un ejemplo, es un alumno normal.

¿Se pierde ahora mucho talento en el sistema educativo español?

No hay criterios claros sobre cómo seguir trabajando las Matemáticas con chicos de gran talento para que ese talento repercuta positivamente en toda la clase. No es un problema solo de España, que conste. El reto está en conseguir que los grandes talentos de algunos alumnos sean un aliciente para la clase.

Aquí da la sensación de que es justamente al revés. El alumno talentoso es casi como un en-gorro.

La escuela, que es una insti- tución muy compleja, a veces coarta.

¿Integrar a todos en perjuicio de algunos?

Hay que distinguir etapas. Siempre digo que hay una etapa obligatoria que debe servir para que todos los alumnos desarrollen una cultura básica. Es obligación de cualquier democracia. Pero la atención al alumnado en la etapa postobligatoria tiene que ser distinta, con currículos e itinerarios diferentes. Nuestra obligación es integrar, que todos aprendan de todos y que todos compartan con todos. Pero es verdad que la enseñanza está orientada de un modo demasiado individual.

¿Hacer separaciones por niveles de talento tiene sentido?

Pretender segregar a alumnos con diez años es un disparate y lo único que demuestra es incapacidad pedagógica para aprovechar la diversidad.

La diversidad no es sencilla de gestionar.

Mucha diversidad en clase es riqueza, pero siempre que se esté preparado. Saber mucha Matemática no implica tener capacidad para transmitirla. En mi caso, cuando empecé en el Instituto, el problema no estaba en la clase, sino en mí.

¿Y en la formación?

Los Máster de Educación Secundaria han arreglado un poco esto. Son un avance. Mejorar la formación inicial de los docentes es imprescindible, para complementarla posteriormente con la experiencia.

¿La capacidad para comunicar se aprende?

Lo primero que tiene que hacer el profesor es tomar conciencia de que es necesario un cambio. Y claro que se puede cambiar el estilo y los ritmos de clase. A veces, de forma radical.

¿Cuál es el secreto?

Los buenos maestros orientan y son los alumnos los que tienen que descubrir cuáles son sus propios talentos. El secreto está en conseguir explicar de un modo que involucre. Vivir el conocimiento. Si hay algo que no aguantan los jóvenes es permanecer en una clase sin entender lo que se les está diciendo. Ellos buscan intereses, pero para eso se requiere un entorno que les inspire.

¿Los profesores de 'mates' se quemarán más?

La profesión docente es de las más exigentes y no está valorada como debiera, pero esa es una impresión general del profesorado. Faltan recursos y hay pocas horas para preparar las clases. A veces se olvida que innovar requiere tiempo.

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