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Entrevista a Miguel de León

"Nunca es tarde para crear; me siento colmado al estrenarme con 59 años"

"Me pasé 20 años intentando escribir como García Márquez y otros 20 intentando que no se notara", apunta el escritor

"Nunca es tarde para crear; me siento colmado al estrenarme con 59 años"

Su irrupción en la literatura, con su primera novela, se produce a los 59 años y a través de una editorial de referencia como Plaza y Janés. ¿A lo grande?

Desde luego. Si existe una puerta en el cielo debe ser ésta. Entré por la más grande porque Plaza y Janés pertenece a Penguin Random House, compró Alfaguara y es el mayor grupo editorial del mundo. Creo que si la cogieron es porque piensan que la pueden vender.

¿Cómo fue el proceso para que se interesaran por su libro?

La verdad es que, para contentar a mi gente más allegada, hice una primera autoedición que resultó una experiencia catastrófica. Les mandé primero un borrador y después la versión revisada, pero publicaron la primera después de haberles pedido que la borraran. A pesar de esto, dejó buenas sensaciones en la gente que la leyó. Durante este proceso toqué todas las puertas del mundo editorial y siempre obtuve una respuesta negativa. Probé una última vez y me di cuenta de que no había contactado con Penguin Random House, porque consideré que era una empresa demasiado grande como para que me hicieran caso. Pensé que si los otros no me escuchaban, estos ni me mirarían. Pero no. Ocurrió lo contrario. Les llamé por teléfono, con la fortuna de que una persona me dio el sí. Me pidió el original y me dijo que me responderían en tres meses. Resulta que se lo leyó en una semana y diez días después del primer contacto me dijo que la novela había gustado a todo el mundo. A los pocos meses firmé con ellos y le han dedicado el mismo trato que a los grandes.

Usted se crió en el seno de una familia humilde en Valle de Guerra. ¿Cuándo nace su pasión por la literatura?

Surgió con siete años, el día que me di cuenta de lo maravilloso que es que una persona que no conoces y desde un sitio lejano era capaz de trasladarme sus ideas, conocimientos y sentimientos con el hecho de escribirlo. Ese fue el día más bonito de mi vida. Nunca pude tener una biblioteca. Me aficioné a la lectura de los tebeos y libros y siempre los tuve prestados y casi rotos porque mi familia no tenía muchos recursos. Pero todo lo que pillaba lo leía. Siempre me gustaron las historias, de todo orden; las que leía, las escuchaba en la radio o las veía en las películas. Me escapaba para buscarlas.

Empezó a trabajar a los 11 años. Fue, entre muchas cosas, repartidos de periódicos, peón de albañil, pinche de cocina, camarero, ferrallista, fotomontador en una litografía y programador informático hasta llegar a tener su propia empresa. ¿Le ha costado mucho ser escritor?

Sí. Hice muchas cosas donde quiera que me pagaran unas perritas. Tras el servicio militar, me hice vigilante jurado. Ahí aproveché para estudiar informática. No había universidad ni tenía recursos, por lo que estudié por mi cuenta y me hice programador. Conseguí trabajo en Gran Canaria, en una fábrica de Agüimes. Al mismo tiempo escribía a ratos perdidos, porque siempre quise ser escritor. Pero lo único que recibí al decirlo fueron condolencias y burlas. Entonces me callé, pero por dentro lo mantuve vivo. Hice algunos pinitos, pero la mayoría de las cosas acabaron en la papelera, salvo una cosa que guardé por un descalabro del amor. Pero bueno, la primera novela que termino es ésta. Las historias tienen su momento y son ellas las que tiran de mí.

¿En qué medida le ha servido su experiencia vital para desarrollar tramas en su literatura?

En poco. Yo encuentro la materia prima en las personas. Tengo facilidad para comunicarme y en la calle me paro a hablar con las farolas. Me apasionan las personas y saco material de todo lo que tenga interés humano.

Es la historia de amor entre Arturo y Alejandra y de dos familias enemigas. ¿Romeo y Julieta

En esta caso, la familia enfrentada es la de Arturo con una tercera, que son los ricos del pueblo. Esa confrontación pone a los personajes de la historia en la necesidad de ser héroes en su forma de amar.

Usted retrata un pueblo llamado El Terrero durante seis décadas. ¿Cien años de soledad

Tampoco. Para mí García Márquez es el maestro. Es el 50% de las influencias en mi literatura. Lo he leído mucho. Cien Años de Soledad, unas 30 veces. Me quedé tan hechizado por su literatura que no fui capaz de ver otras luces y muchas veces me lamento por lo que me habré perdido. El Terrero es un pueblo imaginario y puede dar pie a una asociación con Macondo. Es un lugar imaginario y elegí el nombre como guiño a los canarios. Pero no es una novela localista. Yo intento que sea universal pero no puede dejar de lado el entorno de mi tierra. Es el pueblecito que todos los canarios tenemos al lado.

¿No ubicaría esta novela en la sección de novela canaria?

No. Tampoco creo que sea una novela romántica. Es original y entiendo que no tiene una horma. Por el estilo, puede recordar a García Márquez, pero eso es demasiado. Yo me he pasado 20 años intentando escribir como él y los 20 siguientes intentando que no se me note. Tengo mi propio estilo.

¿Está ahora muy pendiente de las ventas?

Hombre, a mí me gustaría que tuviera éxito. Es una apuesta arriesgada. Cuesta mucho dinero y quiero que a la editorial le vaya bien. Pero bueno, es Plaza y Janés y ellos saben lo que se hace. Llevamos poco tiempo y casi sin promoción, pero está gustando y va bien.

¿Cree que las cosas llegan siempre en el momento oportuno? ¿Que nunca es tarde?

Totalmente. Las buenas historias llegan con madurez. Pude haber escrito antes pero seguramente no habría conseguido una novela como ésta, porque la literatura requiere madurez. Esto llega con el rodaje y la experiencia. No me molesta el hecho de que sea un poco tarde. En realidad, ya con esto me doy por pagado y si consigo tener dos o tres novelas buenas, más todavía. Me siento colmado. Lo que pasa es que tengo dos o tres historias dentro que quieren salir.

Saramago se estableció como escritor pasados los 60 años.

Sí. Con 64 años. Todavía tengo un margen (risas). Las cosas llegan en el momento oportuno, aunque llevo luchando 10 años con esta novela. Primero lo hice con ella y después en su contra. Uno tiene que pelearse muchos consigo mismo a la hora de escribir. El personaje que sale en la portada, por ejemplo, recuerda al de Rita Cortese, una mujer llena de habitaciones. Es la madre de la protagonista y la que más me gusta de la novela. Pero tuve una batalla encarnizada con este personaje. No había manera de que me saliera. Ahora digo bromeando que me senté a hablar con ella y ella se explicó y me dio sus razones. Entonces salió y me quedó la historia redonda.

¿Se siente feliz?

Estoy tocando el cielo. Estoy disfrutando de aquella ilusión que tuve toda la vida y que no pude sacar adelante porque no tenía dónde aprender y había que pagar las facturas todos los meses. No es fácil. Si no es por la crisis, que me obligó en cierta manera, quizás no hubiera llegado a escribir. Pero me puse en serio a darle una forma final y resulta que ha sido la mejor cosa que he hecho en mi vida. Nunca es tarde para crear y es algo tan personal que considero que merece la pena para cualquiera y a cualquier edad. Yo solo le digo al lector que va a pasar un buen rato. Mi único interés es que disfruten con una historia y sé que con ésta van a disfrutar.

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