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"La alimentación de los canarios era distinta para hombres y mujeres"

La arqueóloga Yurena Navarro Mayor. LP / DLP

¿Cree que entre más primitiva una sociedad existe una mayor diferencia de género?

No tiene por qué. La diferencia fundamental entre hombres y mujeres se centra en que ellas son las responsables de la reproducción biológica, y esto obligatoriamente limita su movilidad porque tienen que realizar unas actividades de mantenimiento en lo doméstico y en la crianza, un espacio más acotado que el de los hombres.

¿Esto es bueno o es malo?

Ni bueno ni malo. Es así. Lo malo es que tengamos a nivel general la concepción de que las actividades importantes sean la caza, la pesca o la guerra, que son las que se vinculan con el sexo masculino, cuando la propia crianza o el cuidado de la casa son tan o más importantes aún.

¿Pero jugaban un papel menor en su estructura social?

Hay determinados aspectos que no podemos conocer. No podemos saber si era una sociedad machista dado que se trata de aspectos culturales que los huesos no lo cuentan y los textos no dicen nada al respecto. Pero lo que sí está claro es que tenían unas actividades diferenciadas y no sólo por sexos, sino también por sus condiciones sociales.

¿Se podría establecer cómo sería el día a día de una 'canaria de a pie'?

La información que proporcionan las fuentes etnohistóricas y de la arqueología nos permiten relacionar a determinadas mujeres con la alfarería, la molienda de cereales, el procesado de alimentos, o el trabajo con las pieles y fibras vegetales, además de las propias del mantenimiento de las casas y de los niños.

Es decir, que en 500 años hemos avanzado una finta.

Bueno, algo hemos avanzado, pero nos queda por avanzar.

También son objeto de no pocos mitos, como las harimaguadas, ¿qué me dice del asunto?

Los textos nos hablan de unas maestras que pertenecían a las clases nobles que se encargaban de enseñar a las mujeres de su clase social actividades propias de la tradición oral, como el intercambio de cantares y de romances, por así decir, y determinados ritos de carácter simbólico o religioso. Esto es lo que conocemos por los textos, insisto, porque la arqueología no nos ha permitido corroborarlo.

Habla usted también de que aquí cada sexo tenía su menú.

A través de la antropología dental que han desarrollado Teresa Delgado y Javier Velasco se ha localizado una diferencia de la dieta de los antiguos canarios, y concretamente se ha podido demostrar que las mujeres tenían una alimentación basada en los productos agrícolas, como los cereales, que hace que se desarrollen caries y periodontitis. En el caso de los hombres se relaciona un aporte extra de proteínas animales que producen más sarro y otras patologías, pero esto no es solo lo importante, sino que también existen diferencias, como dije antes, entre las clases sociales, ya que no era lo mismo lo que comía la clase dirigente o que controlaban los medios de producción que la clase baja.

Vaya, lo mismo que ahora

Sí. Similar a lo que pasa ahora, que los que no tienen recursos no disponen de estos aportes extras.

Y dígame, ¿es cierto que había un afán por cebarlas?

Existen crónicas muy relacionadas con las harimaguadas en las que se menciona que llevaban una alimentación de engorde, para que estén más esbeltas, pero la arqueología tampoco dice nada al respeto. Al menos de momento.

En el curso de su investigación, ¿se ha llevado alguna sorpresa inesperada?

Pues sí. Uno de los aportes más significativos se encuentra en estudios como los de Jonathan Santana Cabrera, que ha detectado un afinamiento de las manos en el caso de muchas mujeres.

¿Qué me está diciendo?

Sí, un afinamiento de las manos producido por tareas muy precisas de movimientos frecuentes, que nos lleva a pensar en trabajos de molienda o con fibras vegetales.

De gente habilidosa...

Si, exacto. Es que se ha demostrado que cualquier actividad nos deja secuelas en nuestro esqueleto, los llamados marcadores óseos.

¿Como Nadal y el codo del tenista, más o menos?

Tal cual. Los hombres llevaban tareas que implicaban la carga o el transporte, algo que también deja huellas en sus huesos, mientras que las mujeres además del adelgazamiento de las manos también presentan algunos marcadores óseos por estar en cuclillas o de rodillas que se podrían vincular igualmente a la molienda, pero son estudios que se están empezando.

Muchas momias y restos humanos presentan los síntomas del síndrome del oído del surfista. ¿Le ocurre también a las mujeres o era algo exclusivo del hombre recolector?

Este es un dato importante, porque si bien a nivel general decimos que las actividades de los hombres eran diferentes, las mujeres las complementan, como lo demuestra la presencia del exóstosis auricular, o síndrome del oído del surfista con la misma intensidad en ambos sexos.

De lo que se deduce que también pescaban.

Implica que también están en la recolección de los productos del mar y en la pesca, efectivamente.

Es de imaginar que la mujer en ese entorno lo tendría muy crudo en un parto. ¿O tenían sus remedios en la naturaleza?

Sería muy crudo, imagino, porque los textos no apuntan nada al respecto y tampoco la arqueología ni la bioantropología, si bien cabe destacar el caso de uno de los restos hallados en la necrópolis de Juan Primo de Gáldar que pertenecen a una mujer joven que murió en los momentos finales de su embarazo. Son impresionantes ya que se ven los huesitos del feto en la región abdominal. Es un caso único pero que no ofrece muchas pistas y no dice nada al respecto.

Me ha mencionado ya varias veces la molienda de la que, me chiva un mirlo, es usted una experta como un pino.

(Risas) Bueno, me estoy intentando hacer una pseudoexperta en la materia.

¿Y asunto de qué la molienda?

Estoy preparando el doctorado sobre el tema auspiciada por mi directora de tesis, Amelia Rodríguez Rodríguez, que es especialista en industria lítica tallada y análisis funcional.

Una tesis que le ha llevado hasta Canadá, que ya es lejos.

Sí, a través de una beca de Formación de Personal Investigador del Ministerio de Economía.

De vuelta de Canadá, ¿no le sorprende la cantera prehispánica de molinos de Agaete?

No solo la de Agaete, sino de las siete canteras localizadas. Es verdad que la de allí es la más grande, pero también son interesantes las dos de Arucas de basalto aún en estudio, y las de El Risco, Cuatro Puertas, El Queso en Santa Lucía, o La Angostura en la capital.

Deduzco que usted sí que sabe hacer gofio del antiguo.

¡Y tanto! Porque desarrollamos programas experimentales para tener conexiones de referencias con los que poder comparar.

¿Y cómo está ese gofio prehispánico, sabe rico?

Bueno, poco a poco va saliendo con más calidad. Digamos que de momento ya se puede comer.

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