La tortuga Terry ya nada libre en las aguas del Océano Atlántico tras ser curada de sus heridas en el Centro de Recuperación de Fauna Silvestre del Cabildo de Gran Canaria, a donde fue trasladada en el avión privado del líder de Iron Maiden, Bruce Dickinson, desde la isla británica de Jersey.

Este ejemplar de tortuga boba, de 23 kilos, fue el único superviviente de un grupo de galápagos que aparecieron varados en las costas de Jersey el pasado mes de enero. Debido a su delicado estado de salud, los lugareños iniciaron una campaña de recogida de fondos para poder trasladarla a Gran Canaria al contar con el centro de referencia en Europa en el tratamiento de tortugas, donde ya han sido atentidas y recuperadas que en las últimas tres décadas han logrado curar y devolver a su medio natural a cerca de 2.500 quelenios.

La campaña aspiraba a recaudar los cerca de 28.000 euros que costaba fletar un avión privado que la llevara desde Jersey hasta Gran Canaria, pero solo había conseguido reunir 8.000. El líder y cantante de Iron Maiden, Bruce Dickinson, que acaba de superar un cáncer, se ofreció para llevar a Terry en su avión privado al centro que dirige el veterinario Pascual Calabruig.

La historia de la tortuga Terry generó desde entonces una gran expectación en Gran Bretaña y sobre todo en la isla de Jersey, donde se convirtió en mascota popular, hasta el punto que su curación y su suelta han merecido el seguimiento noticioso por parte de la televisión pública BBC. Además, algunos turistas ingleses se han acercado estos días al centro para visitarla y seguir de cerca la evolución de su estado de salud.

El director del Centro de Recuperación de Fauna Silvestre, Pascual Calabuig, explicó que Terry llegó con heridas graves en el cuello y en las aletas como consecuencia de las redes de pesca y la basura en la que se enredó y le hizo varar. En los primeros días no comía y tenía una obstrucción intestinal que obligó a realizarle un escáner para comprobar que no había ingerido ningún elemento dañino.

Ya recuperada, Terry ha regresado al mar con un localizador GPS fijado sobre su caparazón que permitirá seguir puntualmente su gran viaje por el océano no solo a los científicos, sino también a la población de la isla de Jersey.

"Allí la acogieron como su mascota desde el primer momento. La gente la quiere muchísimo y está muy interesada en saber cómo será su camino ahora", ha precisado Calabuig.