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Entrevista a Leopoldo Abadía

"Con la edad he aprendido a no dar tanta importancia a las cosas y a ser libre"

"La experiencia es importante, pero no me gusta la gente que se siente superior por ello", asegura el doctor ingeniero industrial y escritor

"Con la edad he aprendido a no dar tanta importancia a las cosas y a ser libre" RICARDO GROBAS

En el título de su nuevo libro, Yo de mayor quiero ser joven, ya anuncia su deseo. Y lo cumple. Su voz llena de vitalismo, su disposición a la risa, sus numerosos proyectos y su ajetreado día a día demuestran que Leopoldo Abadía solo tiene 82 años en su DNI. Nacido en Zaragoza en 1933, es doctor Ingeniero Industrial e ITP Harvard Business School. Fue miembro del equipo fundador del IESE, una de las grandes escuelas de negocios. Es padre de 12 hijos y abuelo de 42 nietos y autor de los best seller La crisis Ninja y otros misterios de la economía actual, La hora de los sensatos y ¿Qué hace una persona como tú en una crisis como esta?

Hace años se despreciaba al joven, su forma de pensar, de actuar, sus proyectos... Hoy parece que son los mayores los que sufren ese desprestigio, ¿lo percibe usted así?

No le doy mucha importancia. Siempre hay que admirar a la gente que hace cosas, ya tenga 23 años, 40 o a los viejos, que ahora no nos morimos ni a tiros, así que nos encontramos con que hay más gente que discurre. Hay que respetar a todos, al joven por sus ideas y empuje, y a los mayores también, pero no solo por su experiencia. No me gusta la gente que se siente superior solamente por esos años vividos. Por supuesto que hay que aprovecharla, pero simplemente porque cuando eres mayor has visto más cosas, muchas situaciones, y puedes ayudar a los demás, que creen que lo suyo es algo imposible.

¿Estamos saliendo de la crisis, seguimos en ella o vamos hacia otra?

Otra no puede venir porque no hemos salido de la primera. Se está viendo que hay cifras a favor, estamos mejor que hace dos años. El déficit, aunque nos hemos pasado, es mejor que hace cinco años y el número de parados ha bajado pero siguen siendo cifras inadmisibles. Hay una mejora pero la mayoría de la gente no lo percibe. Y encima se ha liado más aún con la política, con este no acabar de ponerse de acuerdo.

Ya que lo menciona, ¿qué cree que va a pasar con este desgobierno?

No se quién será el próximo jefe de gobierno, pero se lo que hará: obedecer a pies juntillas a Angela Merkel.

Vive en Cataluña desde hace muchos años. ¿Se siente igual de cómodo que hace 15 años o se respira más tensión en la convivencia diaria?

Yo, personalmente, me siento igual de cómodo. Pero no es lo habitual. Llegué a Barcelona en el año 50 y estudié aquí Ingeniería. Ya en ese momento, mis compañeros hablaban entre ellos en catalán pero en cuanto llegaba yo cambiaban sin problema al castellano. "El bilingüismo lo inventamos nosotros", decían. Ahora tengo más amigos catalanes que aragoneses y sigo muy a gusto con ellos. Pero me encuentro con chicos jóvenes que me dicen que hay muchos temas de los que ya no pueden hablar con sus amigos y eso sí que me parece triste y preocupante.

¿Cómo ha cambiado su forma de pensar en los últimos 20 o 30 años?

Me siento mucho más libre, desde el punto de vista egoísta; digo y hago lo que me da gana, siempre procurando no ofender pero si alguien se ofende pues lo siento por él. Y voy donde quiero y donde no quiero no voy. También, recientemente me he dado cuenta de que veo las cosas más en su conjunto, como un todo: la globalización hace que cualquier cosa, pase donde pase, nos pueda terminar afectando. Y, además, con los años he aprendido a no dar tanta importancia a las cosas; nada es tan tremendo como parece.

¿Qué espacio tiene el pasado en su vida? ¿Piensa alguna vez en los errores cometidos?

Los viejos tenemos mucho pasado y mucha tendencia a recordarlo. Claro que digo, por ejemplo, "madre mía cómo no me echaron a bofetadas en los primeros consejos de administración a los que acudí"... Pero no me pesa demasiado, creo que he hecho cosas muy bien y presumo para mis adentros. Y, sobre todo, tengo la tranquilidad de no haber hecho daño a nadie, al menos conscientemente. Sobre todo estoy feliz de la familia que hemos creado.

Nada menos que doce hijos... ¡algo llamativo para un hijo único!

Mi mujer sí tenía muchos hermanos y nunca hablamos de los que íbamos a tener nosotros, y es algo que deberían hacer todas las parejas antes de casarse. Pero yo nunca he sido de hacer muchos planes. Desde el punto de vista económico no se puede tener ningún hijo; todo son gastos y nunca lo vas a amortizar. Mi mujer y yo nos poníamos cada domingo a hacer las cuentas de la semana, "a darnos el disgusto semanal", decíamos. Los gastos se cumplían al céntimo, pero los ingresos, no. Aún así, siempre se sale adelante y hoy somos 70 en la familia y es una enorme alegría.

Muchas personas, especialmente hombres, cuando se jubilan caen en depresión... ¿No sabemos gestionar bien esa nueva etapa de la vida?

A mí me llama la atención esos que dicen "estoy contando los días que me quedan para jubilarme'", y cuando les pregunto qué van a hacer después contestan "Nada". Siempre pienso: "Este tío se muere en tres días de aburrimiento". Y es cierto que los hombres suelen ser mucho peores cuando se jubilan que las mujeres y muchas veces se dedican a fastidiar, a sacar faltas, a decir 'aquí hay polvo', 'la comida no ha sido puntual'? y a bajar al bar a jugar a las cartas. Y la mujer se desespera. En mi caso ni siquiera me he dado cuenta de que me he jubilado porque viajo, escribo artículos, doy conferencias... y no estoy tan bien físicamente como muchos creen, pero me dejo ayudar, algo que antes no concebía, acepto mis limitaciones y trato de no pensar mucho en los dolores.

¿Qué consejos da a esas personas que, tras años de duro trabajo, están a punto de jubilarse?

Yo creo que hay que trabajar siempre, hasta que te mueras; de manera distinta y más reposada, está claro, pero siempre hay que inventarse algo en lo que emplear el tiempo. No se puede uno dedicar simplemente a hacer recados. Tengo varios amigos que se han puesto a estudiar una carrera, que se dedican a recorrer museos, a aprender a tocar el piano... También es un momento muy bueno para ayudar a la gente que esté peor que tú. Mi suegro murió a los 97 años y a los 92 me llevó a su despacho y me enseñó todas las cosas que tenía aún por hacer. Esos hombres son jóvenes y no amargan la vida a nadie. También a mí me encanta quedar con mis amigos a desayunar; es un momento del día en el que todos estamos tranquilos y, así, tienes todos el día luego por delante para hacer tus cosas.

A lo largo de esta entrevista ha repetido varias veces la palabra "viejo". ¡No es de los que huyen del término!

Sé que soy viejo desde que me dieron el DNI que no caduca... No lo veo como un insulto, siempre que se diga con educación.

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