Veía a don Cristino enseñar a Manuela a confeccionar zapatos en su casa de La Palma y acabó convirtiéndose en el referente mundial del calzado. Manolo Blahnik es un nombre aparejado al éxito, al lujo y a la moda, pero el diseñador canario rehuye de su papel. "¿Quién soy yo para decirle a un joven diseñador lo que tiene que hacer?", llegó a decir ayer en la Universidad de La Laguna (ULL).

La institución académica le rendía el mayor honor posible y el palmero pudo comprobar que solo su presencia despierta interés. Probablemente demasiado para él que, dijo, es un "simple dibujante de zapatos y artesano". Dicen que es el canario más universal y lo cierto es que a pesar de su pose con ciertos aires de divo el rostro se le ilumina cuando habla de su tierra y sobre todo de su familia. "Mi niñez en La Palma fue un sueño poético antes de que llegaran los coches y la maldita televisión", señaló en un español "algo oxidado" por los años de viajes incesantes por todo el mundo.

De hecho, ese ir y venir es lo que le aporta parte de su arte. "Me inspiro en todo cuando me muevo y cuando viajo no dejo de observar paisajes", comentó Manolo Blahnik quien aseguró no obstante que el proceso de convertir la idea que le ronda en la cabeza en el boceto de un zapato es lo que realmente le apasiona. "Imagino que es una sensación muy parecida a la que tenía mi mamá cuando igualmente diseñaba los suyos", admitió cariñoso el palmero. Aunque por aquel entonces ni siquiera lo interiorizaba porque su sueño era convertirse en escultor de piedra.

Igual fue la pasión que le inculcó su maestra en Santa Cruz de La Palma, de la que dijo que "cuando explicaba algo te convencía totalmente". De hecho, lamentó que su amiga, su Maribel, se haya retirado recientemente de la profesión docente tras soportar "insultos y palabrotas constantes de sus alumnos". "En mi generación había un respeto enorme, eso hay que restituirlo", insistió.

No es la única modernidad que no le gusta a Blahnik, quien arremetió también contra la forma actual en que se promociona la moda "en pasarelas llenas de música horrenda", idéntico calificativo que dedicó a los edificios actuales. Incluso la serie que le dio la fama mundial de la mano, o de los pies, de Sarah Jessica Parker es objeto de queja por parte del diseñador. "Es verdad que logró que me conocieran más allá de mis clientes pero no me interesa nada más Sexo en Nueva York porque es una serie frívola y antigua", sentenció.

No está molesto con la serie pero es hora de seguir adelante. Siempre lo hace porque afirmó que "no hay otro reto que no sea avanzar". Así es en el proceso de creación cuya perfección lleva a tal extremo que antes se probaba todo el calzado que él mismo fabricaba artesanalmente antes de mandar el modelo a fábrica.

Hasta que se fracturó un tobillo. En casi 47 años de profesión suma "más de 30.000 modelos que siguen en casa a la espera de ser catalogados para realizar una exposición itinerante", avanza el palmero. "Soy un privilegiado porque mi trabajo es mi libertad", concluyó.