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A vueltas con Casa Brito

Buscando en viveros, bodegas, carnicerías, boutiques de quesos y licorerías, y con reposteros amateurs y reputados profesionales de cocina y comedor se organizan memorables banquetes

A vueltas con Casa Brito LA PROVINCIA / DLP

El Club de los Beefeaters y Gastrónomos Excéntricos celebró ayer un capítulo en el que, según la primera edición de los Premios Mahou/LA PROVINCIA, fue Mejor Restorán de 2014: Casa Brito. Por cierto, entre los miembros del club figura Miguel Escudero, presidente de la Academia de Gastronomía de Las Palmas y del jurado de esos galardones.

Casa Brito lo tiene todo: amplios aparcamientos, bar independiente, presidido por un exultante pernil de ibérico bellota, donde hacer el aperitivo o la comida informal; un comedor en el que se integra una grill de leña que tienta con asados personalizados a manos de Fermín Rodríguez, quien se vale de selectos cortes de vacuno a la vista en un arcón refrigerado. El equipo de sala está bien cohesionado, es amable y presto a satisfacer, y lo preside un sobrio y eficaz Salvador Torrubia. La bodega es de nota. Nos decía un amigo que él solo le pide tres cosas a un restorán: las mejores papas fritas, un café impecable y unos aseos impolutos, y si eso lo hace bien -apostilla - todo lo demás estará perfecto. Pues, bien, esas cosas las borda el restorán de Visvique, y además ¡el pan!.

El menú fue Ragú de bogavante azul de La Ría, Chateaubriand de solomo de wagyu (vaca japonesa en japonés) y tarta casera de trufas elaborada por una dama, fina repostera amateur, esposa de un miembro. El Club quiere que de vez en cuando se incorpore un postre casero, pues aun hay señoras, como en el siglo XIX y principios del XX, que hacen las delicias reposteriles de familiares y amigos. Tal y como cuenta el llorado José Miguel Alzola en su dulce librito La Navidad en Gran Canaria.

Pero antes de la tarta espectacular de doña Mucha, como es costumbre se dio el plácet a los quesos: un equilibrado británico azul Stilton y el profundo galo Fourme d'Ambert, adquiridos en la única boutique especializada en quesos que nos queda que regenta el atento matrimonio Ricardo y Gloria: La Casa De Los Quesos, en la calle de Sagasta, 32. (Tel. 928 278 958) Fragancias lácteas que se contrapuntearon con un licoroso, un moscatel excepcional: Rubicón, vinificado en una Isla que da los mejores vinos de licor del Archipiélago y distribuido por las veteranas Bodegas Torres. Un monovarietal, Moscatel de Alejandría, cuya fruta se recoge una a una, a mano, como los grandes de su género, creado por el enólogo Alberto González, mismo que alumbró el Stratus. A quienes gusten de los licorosos: sauternes, malvasías, tokays... tienen en éste la ambrosía, una joyita enológica que hace unas semanas obtuvo la Medalla de Oro en el Concurso Internacional de Lyon pujando con 4.000 referencias de veinte países.

El Chateaubriand no fue de menor lujo: que sepamos, nunca aquí se había puesto sobre las brasas un solomo limpio, de 3.600 kg., de un buey hermano del de Kobe. Plato preferido del que fuera diplomático y célebre autor de Ensayo sobre las revoluciones. Montmirail, su leal cocinero, nunca debió de imaginar que su invento podría ser cocinado tal y como hoy lo hacemos; el rodeaba un trozo de solomo con otros filetes; luego los dejaba que se asaran bien los exteriores y solo servía el trozo interior, obviamente, muy poco hecho. Sin embargo, ayer como hoy no falta la gran Salsa bearnesa y, además, el joven chef Jorge Aguilar añadió otra, bien cremosa, con las setas más sabrosas y elegantes: colmenillas. Y se guarneció, como no podía ser con otro alimento, al estar ahora en el Año Internacional de las legumbres, con dulces guisantes, amén de zanahorias glaseadas. Papas fritas. El tinto fue una novedad: Malpaso, que supone una apuesta del Club por caldos poco conocidos, precios bajos (8?) y, sin embargo, alta calidad. Un varietal, Syrah, que elabora las bodegas toledanas Canopy. El solomillo lo suministró la carnicería y boutique gastronómica Ibéricos Canarios, que está en el barrio de San Francisco de Paula; sin duda, la mejor de la zona de Tafira - Santa Brígida y buena parte de la capital. (928 355 575)

El vino para el ragú fue Moët & Chandon rosé. Langostas y champanes maridan que es un amor. Los crustáceos, ya emparrillados, se descascararon y se depositaron sus colas en platos que contenían láminas de una salsa parecida a la Armoricana (mal llamada Americana) y se guarnecieron con caseros tagliateles al huevo; por lo que la pasta se pudo degustar, por un lado, emborrizada con la salsa elaborada con las carcasas del bicho y los trozos los de la dulzona carne del marisco, por los suyos, tras ser pincelados con misma salsa. Los bogavantes se consiguen en el Vivero de mariscos Martín Dorado, calle Numancia, nº 25. Y tanto para abrir el apetito o como bebida de charla en la sobremesa, se dio paso a una curiosa combinación, que bien pudiera acabar, en parte, con el latazo del gin and tonic: el curiosísimo ron especiado The Kraken con un par de cubitos de hielo, una rodaja de lima y un chorrito de ginger-ale es fantástico. Tabaquería Big Ben. Calle de Sagasta, nº 21.

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