Captar con nitidez un cuerpo celeste en lo más oscuro del Universo. Era el objetivo marcado por un equipo del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) liderado por Ignacio Trujillo. Y objetivo cumplido con creces. A través del Gran Telescopio Canarias (GTC), los científicos lograron fotografiar una galaxias situada a unos 500 millones de años luz pero sin apenas brillo, en lo que los profesionales denominan profundidad del Universo. Es precisamente en este aspecto donde radica el hito del Astrofísico: hasta ahora nunca se había logrado captar desde tierra una imagen de estas características.

Según explica Trujillo, el proyecto que se puso en marcha hace tres años pretendía "ir lo más profundo posible, ser capaces de ver con el telescopio los cuerpos de muy bajo brillo". Para ello, tuvieron que elegir primero un cuerpo para observar y desarrollar además la técnica adecuada que les permitiera llegar al éxito a través del espectrógrafo Osiris del GTC.

Es un estudio pionero de los halos estelares de galaxias del universo lejano, que son la huella del acoplamiento de galaxias sobre otras menores. En esta primera prueba, el equipo de científicos del IAC se centró en UGC00180, a unos 500 millones de años luz de distancia de la Tierra. "Es relativamente cerca en astronomía", asegura Ignacio Trujillo, quien aclara que "comparado con otras galaxias cercanas como Andrómeda, está 250 veces mas lejos que ellas". "El sol está a unos ocho minutos luz y la siguiente estrella más cerca a cuatro años luz, mientras que la galaxia más próxima está a dos millones de años luz", indica.

Son cifras que marean pero que dan una visión de la relevancia de la profundidad que puede alcanzar el telescopio ubicado en el Observatorio del Roque de Los Muchachos. Más allá de su lejanía, concepto que según el astrofísico va de la mano de la profundidad del Universo, el interés de esta investigación es la oscuridad que rodea el cuerpo celeste a observar. Para explicarlo el científico recurre a más datos: "Estar en el observatorio palmero y mirarse la mano en el firmamento ya es oscuro y la galaxia elegida para la imagen está en un plano 10.000 veces más oscuro que el cielo del Roque de Los Muchachos".

En esa negritud se encuentra UGC00180, elegida además por sus similitudes respecto a la Vía Láctea "ya que sigue un esquema similar", puntualiza Trujillo. Pero además, detrás de la investigación se encuentra la comprobación de las teorías de la formación de las galaxias y gracias a la fotografía obtenida desde La Palma se ha dado un paso más en ese sentido. En concreto, en la imagen se observa como alrededor de la galaxia (en cierto tono naranja en el centro) se amontona un halo de estrellas. "Esa mancha gris alrededor de la galaxia son estrellas de otras galaxias que han caído", explica el científico que recuerda que según la teoría más aceptada hasta el momento "las galaxias van creciendo por un fenómeno de canibalización".

Esto quiere decir que en una galaxia relativamente joven se encuentra estrellas procedentes de otra anterior de la que la nueva se alimenta. "El problema es que las viejas estrellas se diluyen en ese halo y por su escaso brillo hasta ahora era difícil apreciarlas con una imagen desde tierra", según informa Ignacio Trujillo, quien añade que "se pierde en general la identidad de cada cuerpo celeste".

Localizar esa huella era el fin del experimento ideado desde el IAC y al menos la primera imagen lo demuestra. A diferencia de otros proyectos que buscan la ansiada prueba de la teoría del origen del Universo conocido como el Big Bang, en este caso la imagen estaba localizada. "La prueba de Big Bang se centra en la fluctuación de los restos de esa primera explosión y se debe hacer a través de imágenes superprofundas, por lo que para empezar se emplean radiotelescopios que es un aparato diferente", concreta el investigador.

En cualquier caso, lo que parece una simple imagen de la galaxia UGC00180 no fue fácil de obtener. "Se planificó una técnica concreta, diferente a lo que se venía haciendo hasta ahora desde tierra", indica Trujillo quien informa de que "en esta ocasión no se tomó una imagen fija sino que cada ciertos minutos se rotaba la cámara de Osiris con la intención de optimizar el enfoque en función de la propia luz del entorno".

"Había cierta complejidad en que se pudiera hacer el tiempo previsto", señala el investigador, puesto que según defiende entre los éxitos del proyecto se encuentra "romper con ese prejuicio de que no se podía hacer". En concreto, el experimento, realizado hace alrededor de dos años y publicado recientemente en la revista especializada Astrophysical Journal, tardó alrededor de ocho horas "con el obturador de la cámara de Osiris permanente abierto", cuestión que técnicamente despertaba ciertas dudas.

Después de eso, el equipo científico se centró en un trabajo de análisis y procesamiento de la imagen captada que según el argumento de Trujillo "refleja también el momento actual". "No habrá modificación porque el movimiento a esas distancias tan lejanas apenas se percibirá hasta que no pasen unos cuantos miles de años", concluye.