Tras veinte años como director de la empresa pública Grantecan, que gestiona el Gran Telescopio Canarias, Pedro Álvarez cede el testigo. El motivo de su marcha es la jubilación, trámite que se hizo efectivo la pasada semana, cuando además se nombró a su sucesor, Romano Corradi. Por el momento, Álvarez confiesa que "no hay pena en absoluto" por cerrar su ciclo al frente de tan importante proyecto, precisamente porque defiende su capacidad para "olvidar lo malo" y quedarse "con todo lo bueno".

Lo cierto es que en estos casi 20 años le ha dado para ambas cosas. Vicisitudes y éxitos han acompañado la trayectoria del Gran Telescopio Canarias y por tanto a la responsabilidad de Pedro Álvarez al frente de Grantecan. Recuerda el ya exdirector de la entidad que los propios inicios no fueron fáciles. El entonces director e principal impulsor del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) apostó por las posibilidad del Observatorio del Roque de Los Muchachos y sobre todo de su propio equipo para albergar una gran infraestructura científica.

"La idea parte de finales de los 90 y empezamos a movernos porque entendíamos que necesitábamos colaboración de socios sobre todo para obtener los fondos necesarios", explica el astrofísico, para lamentar que "iba pasando el tiempo y no iba cuajando". Según sus propias palabras, llegó un momento en que los profesionales al frente del proyecto se dieron cuenta de que "de esa manera no cuajaría nunca".

De hecho, el exdirector de Grantecan reconoce que uno de los principales handicaps de la iniciativa ha sido que desde el principio tuvo que enfrentarse a "la incredulidad generalizada". "La creencia era que España no iba a ser capaz de realizar un proyecto tan ambicioso", añade Pedro Álvarez, pero sirvió al menos para iniciar un nueva línea de actuación: "buscar fuera".

Aun así, y aquí es donde llega el primero de los aspectos que valora el exdirector de la infraestructura científica, "el proyecto no habría salido si no contara con un equipo extraordinario" y destaca especialmente los que trabajaron en los primeros momentos "que a pesar de ser jóvenes y sin experiencia en este tipo de infraestructuras tenían grandes conocimientos y sobre todo muchísimas ganas".

Alvarez confiesa ahora que entonces le daba "miedo" asumir la batuta del cielo palmero, una sensación que argumenta en el "temor a equivocarme". "Tenía el respaldo del IAC y de su director Francisco Sánchez , pero fue una época muy intensa", recuerda Álvarez, quien alude a lo reducido en número del grupo especialmente dedicado a este proyecto, siete personas, y sobre todo en comparación con los profesionales de la actualidad: un total de 65.

La primera de las alegrías llegó con la consecución del dinero, una cuestión que el astrofísico sitúa en el año 1998: "Nos dieron luz verde". Para entonces ya estaba claro que el lugar en el que construir este tesoro científico sería el Observatorio del Roque de Los Muchachos. Es más, confiesa que antes de eso "hubo una negociación con científicos británicos en la que se barajaron otros emplazamientos, pero fracasó porque prefirieron trabajar con americanos".

De nuevo la incredulidad externa hacía temblar la posibilidad de ejecutar el proyecto , que salió adelante, recuerda Álvarez, porque "ya había planificación de otros telescopios de ocho y diez metros en el mundo y el IAC no podía quedarse en la segunda división". "Queríamos hacerlo más rápido que todos", admite el exdirector de Grantecan, una ambición de la que les despertó la propia realidad. "Te llegas a martirizar", reconoce.

Así, un poco más tarde de lo previsto y con casi una década de construcción, el GTC vio al fin la ansiada luz. No solo por su culminación, sino porque este tipo de estructuras científicas se estrenan con una primera luz, un momento que Álvarez califica como uno de los mejores de su trayectoria al frente del telescopio palmero. "Ese momento demostró el respaldo a nivel nacional que tanto necesitábamos", dice.

Crisis

Pero no siempre iba a ser todo tan satisfactorio. Los años de recesión económica también pesarían en el esperanzador futuro del Gran Telescopio Canarias, que no se salvó de los recortes de fondos. Al contrario, según comenta Pedro Álvarez, "durante cuatro años no hubo financiación específica", en alusión a la ausencia de partidas procedentes de las cuentas estatales en los años 2009, 2010 y 2011. "En el año 2012 el Gobierno central anunció la recuperación de la inversión pero no se hizo efectivo hasta 2013", explica el científico.

Para dar servicio a la ciencia era necesario que Grantecan dispusiera de dinero suficiente, por lo que las cuentas fueron complejas. "Por un momento temí que el telescopio fuera como cierto aeropuerto: terminado pero totalmente abandonado". "Al final se salvó de ser un mamotreto inútil", insiste. Fue de nuevo la "incredulidad y la ausencia de confianza" el principal enemigo de la infraestructura de La Palma.

Y otra vez se salvó ese escollo, gracias no solo a la diligencia a la hora de controlar los presupuestos, sino también por los resultados científicos que lograron convencer al mundo de su eficacia. "En este país siempre ha habido mucha envidia y no puedes destacar", lamenta Álvarez, quien ahora puede presumir del "respeto ganado".

Queda demostrado que Canarias es capaz de realizar un proyecto de semejantes dimensiones, por lo que no es de extrañar que sean numerosos los equipos científicos que apuestan por el Instituto de Astrofísica de Canarias bien para ubicar sus instalaciones científicas o bien para desarrollar la tecnología que precisan. "El GTC abrió esa puerta", afirma Pedro Álvarez, quien avisa de que lo mejor del telescopio está por llegar. "Aún le quedan diez años para prosperar", dice el ya exdirector quien apunta por ejemplo a la reciente incorporación del espectrógrafo EMIR "que ha sufrido muchos avatares para su desarrollo e instalación final".

EMIR llegó el pasado mayo a La Palma desde la sede lagunera del IAC y a Pedro Álvarez le dio tiempo de celebrar su llegada y ya poco más. Su despedida, su jubilación, se hizo efectiva apenas unos días después. "El mismo día que cumplí 66 años, el 2 de junio fue el último", indica Álvarez, a quien tanto La Palma como los dirigentes del mayor centro científico canario tienen tanto que agradecer.