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Entrevista

Josetxu García: "Las víctimas del terremoto de Ecuador necesitan creer en un nuevo futuro"

"Hay dos tipos de afectados, los que están en estado de 'shock' y los que confían en superar este problema", manifiesta el sacerdote

Josetxu García. JUAN CARLOS CASTRO

Usted ya estaba en Ecuador cuando el terremoto de abril. ¿Cómo vivió ese momento?

Yo estaba en Quito, lejos del epicentro. Y ahí el terremoto lo sentimos como un temblor o sacudida. Ves que el piso se mueve, estás como borracho, con la sensación de no saber dónde vas a a acabar. Y estábamos celebrando una misa. Somos un movimiento de pequeñas comunidades cristianas. Vivimos en una casa parroquial y lo mismo que estamos en América, estamos en la Península. En Quito estamos trabajando el párroco, que lleva diez años, y yo. Vivimos en una parroquia en la Inmaculada de Iñaquito. Hemos ido a ayudar a zonas de Ecuador como Esmeraldas, Puerto Viejo y Quito. La más afectada es la provincia de Manabí, la ciudad de Pedernales, y cuya capital es Portoviejo. Quito tiene unos tres millones de habitantes.

¿A qué tipo de población afectó más el terremoto?

A la que vivía en Esmeraldas y Portoviejo en la provincia de Manabí. Pero lo peor es que están en el noroeste, en las dos provincias más pobres, cuya mayor parte de la población son afrodescendientes, esclavos que se liberaron y ahí se quedaron. Son provincias que tienen una media de 30 a 32 grados de temperatura todo el año. Hay un calor abrasador. El terremoto afectó especialmente a esas dos provincias donde las construcciones son muy pobres. Y la fuerza del terremoto fue capaz de derrumbar centros comerciales y hoteles de ocho o diez plantas. Pedernales era la playa más cercana a Quito y tenía 20 hoteles y todos se hundieron. A todo esto hay que añadir el que en algunos lugares el pueblo era muy arenoso. Oficialmente hay 700 muertos y luego los desaparecidos.

¿Cuando llegaron ustedes a la zona afectada?

Yo fui al quinto día después del terremoto, a consolar y a celebrar alguna eucaristía, y me encontré dos maneras de vivir. Estaban los que había quedado shockeados y no podían caminar más, estando incapacitado para seguir caminando. Y otras personas que decían "hemos salido de otras situaciones como esta". Por Pernales íbamos caminando y nos daba un golpe el olor a muerto. El bien más apreciado era el agua porque se vivía bajo 30 y pico grados, con un polvo permanente que te seca y reseca la garganta, por lo que lo mejor que puedes darle otra persona es una botella de agua. Con las réplicas caían otras casas. Peor han sobrevivido viven fuera de sus viviendas, en la vereda o en la puerta.

¿En qué consistió su trabajo con las víctimas?

Alimentos y asistencias psicológica, afectiva, religiosa, porque es un pueblo muy creyente. Pero ayudarles a imaginar un nuevo pedernales para sus hijos. Y si alguien tiene un sueño ya lo está persiguiendo, ya va caminando hacia él, no se quedó en el terremoto. Y que no nos traigan todo hecho. Nosotros tenemos que hacerlo con la ayuda de todo el que pueda ayudarnos. Y el ir allí es para transmitirles ese ánimo que ellos, con la presión y la fuerza del terremoto, se les fue al piso. Me decía "si ustedes están acá hay futuro, y Dios no nos abandona".

¿Cómo viven los supervivientes la tragedia?

Muchos viven bajo toldos en la vereda de la ruta de alimentos para que la gente les vean. Cuando llegan los que traen comida se las entreguen. En la línea de la carretera vienen camiones que traen comida, agua, etc. De Quito y de las demás ciudades va mucha gente para ayudar. Y es que el terremoto no avisa. No se puede prever. Y hay una falla muy importante que ocupa toda la costa de Latinoamérica. En el año 1949 afectó a otra ciudad, Ambato, que desapareció completamente, pero, afortunadamente, se ha reconstruido.

¿Cómo reaccionó la ayuda internacional?

Al día siguiente se llegaron a reunir rescatistas de 18 países. Hubo gente que, desde Australia, encontró el primer avión y llegó. Al día siguiente llegó un convoy de Venezuela con ayuda humanitaria. Han sido tantos miles de personas. Y no es lo mismo una ciudad donde se puede ir repartiendo esa ayuda a un pueblito con fallecidos porque se destruyeron muchas rutas. El ejército es el que ha evaluado el estado de las casas y el que ha dicho a cuáles se pueden entrar o no. Desde Quito fuimos 18 personas que pretendíamos acercarnos y hacerles sentir que no están solos. Fuimos con un camión lleno de alimentos, con bolsas de nailon con un surtido como para entregar directamente a las familias con ropa y litros y litros de agua. Llevamos mucha agua embotellada.

¿Qué destacaría de la situación de la gente actualmente?

Yo destacaría la inmensidad del mal, del dolor. Cientos o miles de personas que están muertas o heridas, o las miles que han perdido todo. Gente que ha perdido cosas de un valor único. Menos mal que el terremoto fue un sábado a las 7 de la tarde. Si hubiese sido un lunes, en el edificio de la Seguridad Social en Portoviejo podría haber estado trabajando 300 personas, y luego las que hubiesen acudido a hacer gestiones. O los chiquillos que habrían ido a la escuela. Si hubiera sido de madrugada habría sido catastrófico. Primero porque se va la luz. Pero al ser a esa hora mucha gente no estaba en la casa. Otros se salvaron porque estaban viendo un partido de fútbol y con el temblor bajaron de la grada.

¿Cómo llega la ayuda de la gente particular de la zona?

En la parroquia hay dos canastas grandes y todos los domingos la gente deja alimento, ropa, calzados, agua. Lo vamos llevando a una sala donde lo vamos clasificando para que alguien se lo lleven. Les dimos unas carpas con toldo para que pudieran tener un techo para refugiarse del calor. El Gobierno también hace lo que puede, pero no tiene recursos. Se han preparado unos treinta y pico albergues para los niños. Ahora es necesario que haya un tiempo largo para adecuarlos a un nuevo momento después de lo que habían pasado.

¿De qué manera se puede ayudar a los supervivientes?

El otro día llamé al párroco de Pedernales, Deni Montserrate, y le dije que íbamos a tener una celebración en Canaria y le pregunté qué es lo que quería. Primero me dijo que quería que nos interesásemos en conocer la realidad del país. Segundo que les acompañáramos, ya sea desde la oración, o del arropamiento. Y, en tercer lugar, que los que puedan les ayudaran. ya que las casas parroquiales se han hundido. Quien quiera puede realizar un ingreso a través de las diversas cuentas de Cáritas Diocesanas, que luego llega a Cáritas Ecuador que ha preparado un proyecto para ayudad a 700 familias.

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