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Entrevista

Manuel Feo: "Me atrae que la arquitectura haga visibles datos no obvios del paisaje"

"El Comedor Universitario actúa como un reloj de sol y busca desaparecer como volumen", afirma el arquitecto grancanario

Manuel Feo. LP / DLP

La topografía, la luz, la contigüidad con el mar? El paisaje natural tiene en Canarias una presencia imponente. La arquitectura puede reaccionar a este contexto mimetizándose, abstrayéndose de él o, es su caso, auscultando el lugar sin querer camuflarse con él. ¿Puede abundar en esta cuestión?

A veces se transmite que la única manera de interactuar con el paisaje en Canarias es mediante su recreación óptica, no tanto en términos de mímesis como de representación. Pero, como dice el arquitecto portugués Gonçalo Byrne, no hay que enfrentarse al paisaje desnudo. Con frecuencia se establecen hipótesis dibujadas antes incluso de ver el lugar y sólo se comprueba su pertinencia, a veces dolorosamente, cuando se verifican in situ. En este sentido resulta revelador lo que nos ocurrió ya hace unos años cuando intentamos publicar una obra nuestra en una revista de la Península y nos devolvieron el material gráfico con el argumento de que nuestro edificio no parecía de Canarias porque en las fotografías no se veía ni una palmera. Ahí detectas la existencia de lo que podríamos denominar una "Canarias mental", que opera con sus propias leyes en la construcción de un paisaje tópico, inexistente. El Archipiélago es un formidable laboratorio paisajístico donde el lugar cambia de nombre cuando te desplazas cien metros o cuando cambias treinta de cota. Esta complejidad hace muy interesante trabajar aquí. La posibilidad de la arquitectura para hacer visibles datos no obvios del paisaje nos atrae mucho. La luz, la relación particular con el horizonte o el desnivel forman parte de lo que entendemos como paisaje canario tanto como el tópico componente volcánico.

¿Cómo opera esta manera de proceder en el Comedor Universitario, que construyó con Claudia Colmar en el Campus de Tafira?

El edificio actúa como un reloj de sol que en su nitidez visibiliza la geometría cambiante de la sombra al paso de las horas, pero al tiempo, y en función del color del cielo, busca desaparecer como volumen, disolverse como recorte en el propio cielo. Nos gusta referirnos a la imagen de la sonrisa congelada en el aire del gato de Chesire para hablar de esta condición disuelta del edificio.

Otro de los retos con los que se tiene que ver habitualmente la arquitectura contemporánea es cómo asentarse en una zona con gran espesor histórico. ¿Qué obstáculos debe de remover en este caso la práctica arquitectónica actual?

Un arquitecto no mira al pasado como lo hace un crítico o un historiador. Para el arquitecto la historia de la arquitectura es un relato de problemas e intereses compartidos con quienes nos han precedido. El arquitecto establece una conversación con el pasado y así lo hace de nuevo presente.

¿Cómo resolvió esta situación en el edificio Brigantium?

Muchas veces la condición normativa provoca que la arquitectura derive en taxidermia en estas operaciones donde es preceptivo conservar solo la fachada. En este caso el barrio de Triana hacía sugerente establecer un comentario sobre la idea de galería, elemento espacial característico del entorno ambiental e histórico y componente de la arquitectura residencial, aún enormemente válido. Por otra parte el volumen edificatorio extra sobre la fachada existente se soluciona con una plástica que busca la interacción del paseante, cambiando de aspecto según este se desplaza. Aunque no es una expresión que nos guste usar, consideramos que en esta operación hay un gran equilibrio entre los condicionantes locales y la nueva intervención que emerge por encima.

Las Viviendas de Reposición del Polvorín se asientan sobre una zona cargada también de memoria, pero aquí no con connotaciones monumentales, sino con el recuerdo de uno de los barrios marginales de Las Palmas conocido por el tráfico de drogas. El edificio ha sido objeto de críticas, en especial por sus corredores interiores que hay a quien le recuerdan a una cárcel. ¿Qué respuesta da a estas críticas?

Como digo, la galería es un tipo espacial que nos interesa especialmente, demasiado angosto para ser un estar, demasiado ancho para ser solo un pasillo, La galería no significa, solo provoca oportunidades de uso muchas veces insólitas. Me complace esta pregunta porque de alguna manera, en esta obra, en su deuda evidente con la Unidad de Habitación de Le Corbusier, Salvador Vicario y yo pretendíamos generar un espacio que hiciera visible el hecho de habitar en colectividad. Este corredor permite optimizar el número de circulaciones verticales y la aparición de unos tipos en dúplex muy atractivos. Es curiosa la relación que algunos habitantes mantienen con este edificio, desde la negativa a que la fachada roja exhibiera el nombre del barrio en altorrelieve hasta la asimilación de estos corredores a los de una cárcel, cuando nos consta que esa supuesta biografía "carcelaria" no es real, y menos en la actualidad. No se hace arquitectura para un tiempo concreto sino que se hace dentro del devenir del tiempo? Quién sabe, quizás en el futuro estas viviendas lleguen a ser apreciadas también por estos habitantes, cuando el tiempo haya borrado estas interpretaciones tópicas.

En la Vivienda del Muro Marrero, que construyó en Playa Chica con Claudia Colmar, debió atender a la vez al paisaje natural y a la memoria del edificio preexistente, cuyas fachadas están protegidas. ¿Puede explicarnos como se enfrentaron a ambos condicionantes?

Cuando Claudia y yo revisamos habitualmente nuestro trabajo previo comprobamos siempre, como si de un juego de muñecas rusas se tratase, que cada obra nueva incorpora deseos que en su origen pertenecieron a otras anteriores. En este caso, el componente telescópico del cuerpo de dormitorios se explicita en las guías de aluminio que hacen visible el movimiento congelado y hacia arriba del volumen emergente, claro heredero de la situación del Brigantium. Es como si el edificio operara como un reloj que en ese desplazamiento vertical evoca el tiempo transcurrido. Su tiempo propio. Incluso en el trazado irregular del zócalo metálico también queda escrito ese deseo de emerger de las profundidades del Paseo de Las Canteras. Pero en el pliego de condiciones había algo más, tremendamente emocionante, y esto era apropiarse del horizonte marino desde la visión interior con el recurso de los grandes ventanales superpuestos a la fachada. De esta forma cada proyecto avanza lentamente sobre las huellas de los anteriores.

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