La lagunera Daniela Bethencourt tiene solo tres añitos pero ha pasado mucho. Tanto que para su familia es un auténtico milagro verla sonreír cada mañana al salir de la cama. Cuando sus padres, residentes en La Laguna, planearon su llegada nunca imaginaron que incluso antes de nacer sus probabilidades de sobrevivir no eran demasiadas. Llegó al mundo con una cardiopatía congénita, problemas de corazón que poco a poco ha conseguido ir superando. Cada batalla ganada supone para ella una manera de descansar y recuperarse entre operación y operación. Si todo sigue saliendo como hasta ahora en muy poco años llevará una vida completamente normal, algo que en el presente intenta cada día.

Aunque su primera intervención fue con tan solo tres meses, la última, en el pasado marzo, ha sido sin duda la más importante. Sufrió un paro cardiaco que se prolongó durante 39 minutos. El tesón de Raúl Abella, cirujano pediátrico del área de Cardiología Infantil del Hospital Universitario Valle de Hebrón, en Barcelona, y sin duda la fuerza de la pequeña Daniela, hicieron que saliera adelante. El milagro no fue solo que sobreviviera a casi 40 minutos con el corazón parado, si no que no tiene ningún tipo de secuela.

Su madre, Narci Cabrera, solo puede dar las gracias al médico que le salvó la vida. "No hay nada escrito sobre cuánto tiempo tiene que estar reanimándose a una persona. Él siguió, no paró, y gracias a eso mi hija está ahora viva". Sus padres supieron mientras ella continuaba en quirófano todo lo que estaba pasando. "Escuchar que tiene una parada y no poder hacer nada, nada salvo esperar y rezar para que todo salga bien es de lo más duro que nos ha pasado en la vida", confirma. "Verla ahora tan normal cuando todo fue hace tan poquito es un milagro", confirma. Fueron 13 horas de operación interminables. Después estuvo 40 días en la unidad de cuidados intensivos, con ayuda extracorporea las primeras jornadas para que su corazón descansara después de tanto esfuerzo durante la intervención. "Al complicarse tuvo que estar en observación, pero después, cuando todo pasó, todos nos dimos cuenta de que había salido todo a la perfección porque su intervención funcionó desde el minuto uno. Nunca crees, cuando entra en quirófano, que va a ser a tu hija a la que le va a pasar algo, pero como tampoco pensábamos que iba a nacer con una cardiopatía. Lo asumes todo y vas superando el día a día, cada operación que sale bien", añade. Ahora, con el paso del tiempo, no quiere ni imaginar cómo sería su vida si hubiera seguido la recomendación de algunos médicos para que paralizara su embarazo.

Nada más salir del hospital donde fue operada esta última vez, tanto ella como sus padres fueron a una juguetería para comprarle un regalo. "Cogió un fonendo", aclara su madre. Lleva rodeada de médicos toda su vida y ya es algo normal para ella. "Es tan buena. Ni para tomar las medicinas se queja y eso que algunas saben realmente mal. Ella es consciente de que es por su bien y de que las necesita para ponerse buena y curarse", señala.

Sensibilidad

La sensibilidad de los médicos que trabajan con este tipo de pacientes es esencial. "Son diferentes, tienen algo que los hace cuidar de ellos. Aman su trabajo y para nosotros son como ángeles", agregó. Su propia familia desconocía que algo así pudiera pasarle a Daniela y tan solo al serle diagnosticada comenzaron a investigar. Ahora que conoce realmente lo que le ocurre se ha dado cuenta de que no se trata de una patología aislada. A pesar de la cantidad de niños cardiópatas que hay en Canarias, la comunidad con más casos de España, los bebés que están diagnosticados tienen que trasladarse al Hospital Materno Infantil de Gran Canaria. Los casos más graves, como el de Daniela, tienen que dirigirse a la Península.

Daniela, que estudia infantil en el colegio Luther King de La Laguna, es pura felicidad. Sonríe a todas horas, siempre quiere estar jugando y aunque a veces se cansa cuando hace demasiado esfuerzo no es muy diferente a cualquier niña de su edad. "Es importante que nosotros y ella misma normalicemos su situación porque al final es una niña normal", valora Narci. Su cardiopatía es de las más complicadas, una auténtica lotería que le ha tocado pasar. Estudia en un colegio que le ha dado todas las facilidades posibles para incorporarse tras su última operación. "Está empezando ahora con tres años pero está claro que su salud es lo primero", detalla la madre. "Ella está aquí por algo grande", apuesta su madre. "Ha sobrevivido a algo que nadie puede creerse y eso para mí significa que tiene que estar aquí para hacer algo muy importante en su vida", confirma.