Usted plantea en su libro la necesidad de analizar las inversiones que realiza el sector público en innovación sanitaria y evaluar las prioridades en el gasto.
Lo que planteamos es la sostenibilidad del propio sistema sanitario español. La innovación es crucial y hay que facilitar su entrada. Pero hay que utilizarla adecuadamente porque lo importante es garantizar la solvencia del sistema público y porque existe una tensión entre los costes de la innovación, su rentabilidad y la propia solvencia del sistema. Lo que está ocurriendo en los últimos años es que la innovación y los medicamentos, que muchos de ellos son eficaces, tienen un precio de adquisición muy alto y hay que exigirles un retorno tanto económico como para el conjunto de la sociedad.
Usted defiende que hay que tomar decisiones en base al beneficio y no en función del gasto.
Es importante entender que la Sanidad siempre va a necesitar más recursos de los que va a disponer, porque vivimos en la escasez. Por lo tanto, lo que pretende la economía de la salud es gestionar esta escasez con eficacia. Para esto, hay que exigir a la tecnología una evaluación económica. Las nuevas herramientas deben probar una rentabilidad a través de una relación favorable de coste-efectividad o coste-utilidad. Si no genera esta rentabilidad no merece la pena.
Esto es lo que debería pasar, ¿pero qué ocurre actualmente?
Se están realizando esfuerzos importantes para optimizar los recursos. Pero hacen falta reformas. La Administración requiere reformas y modernizarse. Se puede y se debe hacer las cosas algo distintas a como se han hecho hasta ahora. Y esto es lo que más cuesta. Ningún gobierno lo ha hecho en los últimos 30 años y ya toca.
¿Hay que cambiar el modelo?
No. Tenemos un sistema de salud que ofrece tranquilidad del descanso, porque sabes que no te vas a arruinar, que es lo que pasaría si el paciente tuviera que pagar de su bolsillo. Nuestro sistema sanitario es muy apreciado y no habrá ningún político que se atreva a explotar algo que ha sido una conquista de los ciudadanos. Por lo tanto, los pilares y el modelo que tenemos es el adecuado. Lo que hay que hacer es optimizar su uso. Y para ello se tienen que hacer reformas en la manera en que operan los servicios regionales de salud, que son los que tienen las competencias en materia sanitaria.
¿Por ejemplo?
Pues que los quirófanos o las plantillas tengan unos horarios más flexibles. Eso de 8.00 a 15.00 horas puede estar bien para el Ministerio de Economía, pero no es operativo para un servicio que está abierto 24 horas, siete días a la semana y 365 al año. Pues eso: flexibilidad de horarios, que las plantillas puedan ser reasignadas, una modficiación en los turnos, y que se utilicen las herramientas tecnologicas las 24 horas del día. En definitiva, es trasladar algunas parcelas de confort que tiene el funcionario para beneficiar al ciudadano. El sector es demasiado rígido y tenemos que encontrar un punto d flexibilidad que permita tomar decisiones en función de las necesidades actuales de la población. No tiene lógica que las organizaciones públicas se comporten exactamente igual que hace 40 años pero ya no estamos en el siglo pasado.
¿Hay grandes diferencias en lo que invierte en innovación el sector público del privado?
La innovación en Sanidad es muy intensa, se produce con bastante celeridad y necesita de inversiones potentes. Por lo tanto, la fortaleza la tiene la parte pública. Quien compra la tecnología y los medicamentos es el sector público. El privado lo hace, pero menos, porque no tiene su músculo y es, en definitiva, un servicio complementario al público.
¿Ha retrasado la crisis este desarrollo tecnológico?
La crisis supuso recortes en el gasto público, que afectaron principalmente a la Sanidad, la Educación y los Servicios Sociales. El cuidado a la dependencia sufrió un tijeretazo. Lo que se hizo fue bajar los salarios de los profesionales públicos. Por eso, sobre la innovación en esta medida no hubo una afectación. Pero, en el devenir del tiempo se ha visto que al tener menos presupuesto, lo que han hecho los centros sanitarios es tardar más en pagar y seguramente demorar decisiones de compra. Lamentablemente, esto no está cuantificado y no lo sabremos con certeza.
¿Ha afectado al paciente?
Yo creo que no. El médico y los enfermeros son los que tienen el mayor peso en el trato al paciente y lo han hecho genial. Aunque les han recortado el salario los profesionales sanitarios han hecho una gran labor. Han conseguido que sobre el paciente no impactara la crisis. Habrá que ver el impacto que ha tenido respecto al agrandamiento de las desigualdades sociales y el impacto sobre la salud es mayor al en una situación de vulnerabilidad económica, especialmente a la salud mental.
