Desde Hoi An marchamos hacia Hué a través de la ruta del Mandarín para contemplar una tumba, la del emperador Minh Mang. Uno de los más hermosos trabajos de arquitectura real. Y arribamos a la ciudad imperial.

En este Patrimonio de la Humanidad se construyó, como la Ciudad Prohibida de Pekín, una ciudadela, que se encuentra en reconstrucción a causa de los bombardeos del Vietcong; no obstante, vimos la puerta de Ngo Mon, los nueve cañones sagrados, el palacio de Thai Hoa, el templo The Mien, el Teatro Real y dimos un paseo en barco por el río Perfume, que debe su nombre a la gran cantidad de odoríferas florecillas que los emperadores mandaron plantar en los taludes de ambas riberas.

Con este preámbulo queremos dejar a las claras que no solo el adjetivo imperial evidencia un patrimonio de monumentos, sino también alta cocina. Una gastronomía que se ha recreado para, en suntuosos comedores, deslumbrar al visitante. Así que, después de no pocas indagaciones, nos decidimos por el Ancient Hue (Viejo Hué). Tras cruzar media ciudad, y perderse el taxista en un extrarradio en tinieblas, con casas terreras y huertos, bajo una lluvia preocupantemente agresiva, alcanzamos una espléndida mansión con jardines preciosistas. El interior no podría ser más suntuoso: un comedor enorme hecho con maderas finas o recubierto con tallas denunciaban sin peros una aristocracia fastuosa.

Y un grupo de tímidas jovencitas nos sirvió un menú de degustación: La imagen de la phoenis, como aperitivo (frituras varias y una recreación de los espermatozoides) / Rollo de primavera en el barco del dragón (barquito de madera como el de los sushis) / Rollitos rellenos de cangrejo y langostinos (picadillo de ambos crustáceos) / Variación de panqueque típico de Hué / Sopa de pollo con semillas de loto / Pastel de langostinos (otro picadillo, pero compactado) ensartado en una mini caña de azúcar / Fritura de langostinos sobre arroz blanco glutinoso / Ternera (lasquitas) a la grill con limoncillo / Sartén real de vegetales salteados /Pescado (perca) al vapor a las cinco especias / Arroz glutinoso real con semillas de loto y Compota real (una confitura).

Hemos de decir que nos defraudó: no transmitió el glamur que esperábamos; nada de géneros de altura ni una praxis compleja: atributos de la Alta Cocina. Para quienes llevamos años en estas bregas, el tópico lugar para guiris.

Coincide todo el mundo en que Saigón (hoy Ho Chin Minh) es la menos interesante y bonita de las ciudades vietnamitas; solo son monumentos destacados la Catedral de Notre Dame, el inmenso Edificio de Correos, obra del studio de Eiffel, y el Palacio de La Reunificación, antiguo Palacio Norodom, último bastión de la guerra contra el Vietcong y EEUU: el 30 de abril de 1975 irrumpen los tanques y se termina el conflicto. Produce una extraña sensación tener delante la inmensa mesa oval y las sillas en la que se sentaron los que protagonizaron las negociaciones tras la victoria o la rendición. O los despachos en los que el alto mando survietnamita, junto a asesores norteamericanos, diseñaba las estrategias o dirigía los ataques o las retiradas; siguen intactos los mapas, teléfonos... O las puertas de emergencia para correr hacia el búnker. Y no nos acercamos a la embajada de los EEUU porque tenemos in mente a los asesores militares dándoles patadas en la cabeza, desde la escala para trepar a los helicópteros, a sus aterrados aliados survietnamitas que también tenían que escapar.

Y por fin nos congraciaríamos con la cocina vietnamita. Fue en un restorán de atractivo nombre, Temple Club: casa burguesa de arquitectura francesa en cuya segunda planta, tras subir una angostísima y empinadísima escalera, aparecen varios comedores con ese intemporal gusto colonial. Acogidos por un servicio amable, tomamos Calamares con pimientas, Carne de cangrejo salteada sobre tallarines de cristal (de arroz), que nos encantan, Pollo salteado con chiles y limoncillo y setas varias con sopa de langostinos. Con agua y cervezas, 37?. Y salimos contentos porque constatamos la existencia de meritorios restoranes vernáculos y unos precios más que convenientes. 29-31 de Ton That Thiep. Distrito 1.

Y regresamos a casa tras cumplir con el deseo de recorrer parte del exótico país; y no vamos a ocultar que movidos, también, por conocer de primera mano, al amable y risueño pueblo, laborioso y frugal, noble y aguerrido, como David, que hizo realidad en dos ocasiones la imposible leyenda bíblica. Estábamos entusiasmados con la idea de conocer al pueblo que hizo cambiar a EEUU el concepto de héroe mientras Hollywood, como si no fuese con él, filmará películas en las que exhibe su valor y el orgullo patrio. Y entre esas películas nosotros destacamos a El Cazador porque es un entrañable canto a la amistad; Michael Cimino, que acaba de dejarnos, recibió, por ella, cinco Oscar en 1978. Fue, sin duda, la guerra más televisada, y entre otras curiosidades vimos como el vencido no solo escribió la Historia, sino que continúa ingresando millones con los libros y las películas. Y regresamos satisfechos con la agencia especializada Asiática Travel por la planificación del viaje y unos amabilísimos guías, que hablan un curioso español. Obviamente, aprendido en Cuba