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Los Beatles contra el rugido del 'jet'

Reeditan el directo en el Hollywood Bowl, con el cuarteto desgañitándose ante el griterío de las fans

Fans ante un cartel de la actuación en el Hollywood Bowl. LP / DLP

Que un disco de los Beatles sea engullido por la marea del tiem-po y se sustraiga al recuerdo de los hombres es, además de un redondo fracaso, un logro. Un logro porque alcanzar la irrelevancia con semejantes autores es un destino arduo, reservado a casi nadie. A cada grabación de los de Liverpool aguarda un capítulo, una página, al menos una mención en negrita en la dorada his-toria del pop. Sólo uno de sus registros logró esquivar el sendero de gloria para oscurecerse a conciencia y desaparecer, y ese disco se va a reeditar.

The Beatles at The Hollywood Bowl vio la luz hace 40 años. Andaba entonces el mundo ayuno de nueva música del cuarteto. Hacía siete años que Lennon y compañía se habían tirado los trastos y la música a la cabeza, y desde entonces nadie había sido capaz de recoger su cetro. Cada nuevo grupo que surgía al éxito masivo era promocionado con bastante descaro como "los nuevos Beatles", pero para 1976 comenzaba a parecer evidente que ese pedestal iba a quedar vacante.

El productor George Martin andaba entonces trasteando entre viejas cintas de actuaciones en directo. Mientras estuvo en activo, el grupo nunca llegó a editar una grabación de sus conciertos, a pesar de que dos en el Hollywood Bowl (1964 y 1965) se registraron profesionalmente con esa intención. La razón de que no saliera entonces el disco es una, el griterío de las fans se colaba por los micrófonos y prácticamente ahogaba la música. De hecho, ni lo mismos intérpretes, como reconocerían más tarde, sabían muy bien lo que estaban tocando, ensordecidos por aquel estruendo y sin monitores que les devolvieran su propio sonido.

Los Beatles estaban inventando el rock de estadio, el macroconcierto, pero la tecnología no estaba preparada aún para semejante salto. Se presentaban a tocar ante miles de personas con unos amplificadores que hoy nos parecerían de juguete. Frente a ellos tenían un pelotón de enloquecidas fans arrojando bragas y gritando histéricas. Alguien se tomó la molestia de dilucidar los decibelios de semejante estampida sónica: equivalían a los de las turbinas de un jet.

El caso es que en 1976 George Martin se sentía en condiciones de limpiar un poco aquellas cintas para dar luz verde al ansiado disco en directo, que además llevaría un texto suyo en el libreto. El resultado fue The Beatles at The Hollywood Bowl, que compendió canciones de las dos actuaciones y salió a la venta precedido de una bombástica campaña de promoción que auguraba lo mejor. Los críticos le otorgaron excelente calificaciones y recién editado se encaramó hasta el número uno. Luego, el olvido. Ni siquiera fue rescatado en CD.

¿El motivo? En parte las ensordecedoras 17.000 fans de marras, que no dejan escuchar bien la música. Pero, por otro lado, son lo más emocionante de una grabación que retrata a unos intérpretes cansados, repitiendo los arreglos de sus discos y habiendo abdicado de hacer música donde era obviamente imposible hacerla. Se entiende que un año después abandonaran el directo.

El concierto en el Hollywood Bowl carece del pulso frenético de las cintas de Hamburgo, que suenan a anfetamina y a tugurio con putas, y del regusto exótico de las actuaciones para la BBC, con todas esas curiosas versiones. Ni siquiera presenta un repertorio tan fino como el de la última gira del grupo, más maduro. Ahora anuncian para septiembre la reedición del disco. A ver si es ca- paz de esconderse y difuminarse de nuevo para pasar otros 40 años en la oscuridad.

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