La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

"Fui restringiéndome alimentos y, cuando me di cuenta, no comía nada"

Una joven cuenta su camino de recuperación de una patología alimentaria - "Sufrí mucho, pero la terapia me ha dado cosas buenas"

"Fui restringiéndome alimentos y, cuando me di cuenta, no comía nada"

"Un día me fui a levantar y me di cuenta de que casi no podía, el cuerpo no me estaba respondiendo". Entonces esta joven, a la que llamaremos Bárbara, decidió que ya era suficiente, que había llegado el momento de pedir ayuda y le confesó a su madre lo que estaba pasando. Iniciaba entonces un camino áspero, sufrido, pero que también va rindiendo sus recompensas. Hoy, año y medio después de aquella mañana, está en la firme senda hacia la plena recuperación de un trastorno alimentario no especificado.

Bárbara tiene 18 años, pero la enfermedad hizo su aparición mucho antes. "Los síntomas comenzaron con 14, pero cobraron más fuerza con 16 o 17 años, antes de empezar el bachillerato", explica. La joven achaca aquel agravamiento al cambio de circunstancias que su vida atravesaba entonces: "Yo venía de un colegio concertado, en el que llevaba toda la vida con la misma gente, y empecé entonces en un instituto público. No lo llegué a gestionar bien y aparecieron esos síntomas más fuertes. Tenía atracones, purgas y restricciones, un batiburrillo. Bajé de peso de forma considerable y estaba peor físicamente".

Todo comenzó con una dieta que ella misma se impuso porque se veía con sobrepeso: "Escuchas que el pan engorda y lo cambias por el integral, luego lo quitas. Sigues quitando y al final, cuando te das cuenta, tu dieta se queda sin nada, apenas unas pocas verduras y líquido". Se autocastigaba con severidad si era incapaz de guardar esa restrictivísima dieta a la que se obligó. "Si algún día me la saltaba porque tenía un cumpleaños o no podía comer sola, me purgaba. Después pasé a no comer nada para a continuación pegarme un atracón". A pesar de la gravedad que iba adquiriendo la situación, Bárbara consiguió ocultar a sus padres todos estos desajustes. "Había algunas cosas que les mosqueaban, pero no se notaba mucho", recuerda.

Hasta que llegó aquella mañana que marcó un punto de inflexión. "No puedo seguir estando así", le comentó a su madre, que decidió ponerse en contacto con la asociación Gull-Lasègue para encarar el problema e iniciar un tratamiento que ha atravesado varias etapas desde entonces: "En febrero de 2015 comencé en tratamiento ambulatorio y en mayo ya pasé al centro de día. Un año después recibí el alta del centro y ahora estoy en ambulatorio".

Bárbara se muestra satisfecha de los avances que ha ido logrando a lo largo de todo este tiempo. "No tiene nada que ver con lo que yo era antes, lo síntomas los tengo casi controlados por completo, aunque es verdad que paso por momentos de bajón", comenta.

Por el camino ha tenido que aprender varias cosas relacionadas con la alimentación, como comer despacio. "Llegó un momento en el que yo comía y no sabía ni qué, me lo quitaba de encima y ya está", rememora. También a beber menos agua, porque llegó a ingerir ella solita hasta una garrafa de ocho litros en un solo día. Y a realizar las cinco comidas diarias con su estructura y sus nutrientes. Además, poco a poco ha devuelto a su dieta aquellos alimentos que ella misma se había ido arrebatando.

Cuando inició el tratamiento tuvo la oportunidad de abandonar las clases, pero prefirió seguir: "Es verdad que durante uno o dos meses no acudí prácticamente nada porque físicamente estaba muy mal, pero no quise dejarlo". También ha ido poco a poco recomponiendo una vida social que se había visto afectada por el trastorno. "Llegó un punto en que no salía de casa con nadie. Luego comencé de nuevo a quedar con mis amigas poco a poco", explica.

Como ocurre con tantos afectados por estos trastornos, Bárbara tiene una personalidad perfeccionista, aspecto que comenzó a trabajar en sus terapias: "Para mí era normal ser tan rígida en los estudios y cuadriculada en otras cosas. Me di cuenta de que no pasa nada si en vez de un nueve sacas un siete"

Ahora contempla el camino recorrido y se siente orgullosa. "Aunque suene fuerte, tener la enfermedad me ha servido para darme cuenta de muchas cosas de cara a relacionarme y conocerme. Me pongo a pensar en lo que pasé y no lo quiero ni regalado. Lo he pasado muy mal y he sufrido muchísimo, pero la terapia también me ha aportado muchas cosas buenas", asegura. En nada dará comienzo su etapa universitaria. Quiere estudiar educación social, una vocación que ya sentía antes pero que se ha visto reforzada con esta experiencia: "Me gustaría ayudar a gente que pueda estar en mi mismo caso". Será una excelente profesional.

Compartir el artículo

stats