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Entrevista

Jorge Lozano: "Se han disuelto las fronteras entre lo público y lo privado"

"El poder necesita del secreto, que se da cuanto lo que se esconde o se aparta no es relevante para mí", afirma el semiólogo

El semiólogo palmero Jorge Lozano, ayer, en la Fundación de Arte y Pensamiento Martín Chirino. JUAN CARLOS CASTRO

¿Por qué "el secreto se halla en la médula misma del poder"?

Esta frase tan brillante la tomé del ensayo Masa y poder, de Elias Canetti, y es un símil que hemos tomado todos los que trabajamos el tema del secreto para demostrar que, efectivamente, el poder necesita del secreto. Por ejemplo, cuando el Movimiento Cinco Estrellas, en Italia, grupo análogo a Podemos, decidió hacer transparente su información e hicieron su primera negociación política por streaming, la llevaron a cabo pero nunca negociaron ni hablaron, porque tenían la sensación de estar en un set televisivo. Lo interesante de este ejemplo es que confirma que el poder ha necesitado siempre del secreto. Y en una época en que parece que el secreto se puede disolver en aras de la transparencia, surge este problema: que hay cosas que necesitan siempre del secreto.

¿Este ejemplo se aplicaría también a las relaciones interpersonales?

Sin duda, una relación excelente requiere también del secreto porque, si no, hay riesgo de obscenidad. Yo creo que hay cosas que no se deben saber del otro y que este aspecto es fundamental para que una pareja continúe.

¿El fenómeno del secreto adquiere una mayor importancia en la actualidad, con la omnipresencia de las redes sociales y canales de comunicación?

Yo insisto en un punto que es fundamental: hay secreto de verdad cuando lo que se aparta, se esconde o no se revela es necesario para mí. El error es que, muchas veces, se dice que no hay secreto si lo que se cuenta es irrelevante. Por ejemplo, si me dices que el color de los calcetines con los que el presidente del Gobierno hace running es negro, debería darme igual, no es algo que querría saber. Pero hay otras cuestiones que sí. Por tanto, tengo que discriminar lo que interesa de lo que no interesa.

¿Y quién establece esos parámetros o barreras?

Lo importante aquí es dirimir qué datos son los pertinentes y yo, como semiólogo, establezco el criterio de la pertinencia. A menudo se habla de transparencia cualesquiera fuera, pero hay cosas que no se deben conocer. Tenemos millones y millones de datos, lo que se conoce como big data, pero pocos son pertinentes de verdad. Creo que los medios de comunicación han incurrido en un pequeño crimen, que es decir "a más información, más calidad democrática y, por tanto, más desarrollo social, etcétera". Pero no es verdad. No es necesario ver a un niño triturado en el telediario, por ejemplo.

¿Cree que sería una falta de ética, si se publicase con fines informativos o de denuncia?

La relación entre la ética y la estética en nuestra sociedad es infinitamente estrecha. Por ejemplo, pongo el caso del Gran Hermano, que surgió en una filosofía liberal inglesa con la idea de que "unos" viesen a "todos". Por ejemplo, en las cárceles, unos guardianes observan a todos los detenidos, pero para asegurarse de que no se mataran, esto es, para reprimir y para colaborar. Pero lo que antes se llamaba unos "pocos" viendo a "todos", ahora se convierte en "todos" viendo "pocos", que son cuatro cretinos debajo de un edredón. ¿Qué quiere decir esto? Se lo debemos a Jean Baudrillard: la obscenidad de la comunicación consiste en una falsa etimología. Este es un caso de una obscenidad infinita.

¿Qué debe marcar la agenda de un telediario?

Yo vi ayer el telediario y descubrí que consistía, básicamente, en mucho fútbol, enfermedades raras y violencia de género. No hubo una sola noticia sobre Siria, ni sobre África, ni sobre el último premio Nobel. Sin embargo, está tematizado y el problema es que lo vemos como natural. Se han disuelto las fronteras entre lo público y lo privado, sobre todo, en los medios. Y lo íntimo, que podría pertenecer a una derivada de lo privado, también se expone y eso es atroz.

¿No existe también una demanda por parte de un sector de la sociedad y de la que, luego, algunos medios se hacen eco?

Yo nunca he pensado que la ciudadanía sea imbécil, aunque por el voto lo parezca. Creo que la ciudadanía es objetivamente irónica y hace cosas muy raras. Por ejemplo, somos capaces de aguantar cuatro horas todas las tardes y decir que una subnormal es la princesa del pueblo, pero o creo que ese es un gesto de ironía máxima, pero no de alienación. Me parece un caso de perversión, quizás celebrando el centenario del dadaísmo (risas). Pero la ciudadanía no es imbécil.

¿Cómo se justifica, entonces, el auge de realities?

Sí que debemos estar muy atentos a saber hacer un buen diagnóstico; al fin y al cabo, la semiótica se dedica a eso. Pero el diagnóstico no puede hacerse a la ligera. Por ejemplo, a menudo se dice que nadie lee. Pues vaya usted al metro y verá que leen muchas chicas -chicos, menos-. Pero hay mucha gente leyendo. Que cuenten los datos de las editoriales españolas, ¡es una industria altísima! Entonces, lo que yo creo que es más peligroso en esta época es el estereotipo. Sí es verdad a que nada apunta a que la vieja Ilustración se mantenga; pero que tenemos que analizar. Si Gran Hermano prosigue año tras año, tenemos que ver qué significa eso y no contentarnos con que la audiencia sea una masa completamente imbécil que está viendo un programa repugnante, sino darle la vuelta e indagar la moda. Eso sí que me parece interesante.

¿Cree que la tónica general puede invertirse y que la atención pública se redirigirá hacia otro tipo de contenidos?

Pues yo hago una apuesta: dentro de poco veremos otra vez a estudiantes como si fueran personajes de una película de Woody Allen, con libros sesudos a cuestas. Porque como la moda pasa de moda, creo que ahora habrá una mayor atención, a nivel de moda, hacia la teoría, la crítica, el criterio y a decir lo que se piensa de verdad, etcétera. Creo que son fases.

Retomando el tema del secreto, ¿qué opinión le merece el jaque político de Snowden?

Precisamente, Snowden acaba de pedir a Obama la negociación del indulto, cosa que no ha pedido Julian Assange. Los asocio porque suelen nombrarse juntos. Precisamente, ayer se estrenó la película Snowden, de Oliver Stone, en San Sebastián; yo vi el documental CitizenFour y lo considero extraordinario. Creo que la actitud de Snowden es la de un técnico -curiosamente, sin estudios- pero gran conocedor de la posibilidad de acceder a ciertas informaciones con ciertos criterios. Por el contrario, Assange encarnaba la posibilidad de que un individuo podía, como hacker, controlar incluso el poder Lo interesante, en materia del estudio del secreto, es que Assange descubrió unos 250.000 documentos sin analizar, que no desvelan nada que no supiéramos, salvo una filmación del Ejército americano asesinando a varios civiles. Pero la praxis de Assange a través de la plataforma WikiLeaks ha sido demostrar la posibilidad de acceder a cualquier información, con independencia de su relevancia, porque la mayoría de cosas ya se sabían de sobra. Lo que escandalizó al Gobierno americano es que Assange accediera a un espacio sagrado y lo profanara. El problema no es que hubiera secretos, sino que se accedía a un lugar, en sí mismo, secreto; como un Prometeo que robara el fuego a los dioses.

¿Usted cree, como Umberto Eco, que "el único secreto posible es el secreto vacío"?

Lo es, porque es el único que no se puede contar. Umberto Eco hacía una crítica brutal a los diplomáticos: ¿Un embajador debe recortar la prensa y, por tanto, nos condena a vivir de lo que cuentan los otros; o los convierte en espías? El papel del embajador como tal siempre está en discusión, porque ¿cuáles son las informaciones que se pueden revelar? Ese es el tema.

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