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Entrevista

Carvajal: "Hemos estado muy reprimidos con los temas relacionados con la sexualidad"

"Soy estúpidamente feliz, porque creo que la profesión y la vida se han portado muy bien conmigo", señala la actriz

Beatriz Carvajal. LA PROVINCIA / DLP

Llega a Gran Canaria con Los diablillos rojos, pero esta no es una comedia política. ¿Cuál es el argumento de la obra?

Está muy bien eso de la comedia política... ya digo yo que hay por ahí algunos diablillos con coleta. Está basada en dos casos reales tratados por el psiquiatra Arturo Roldán, coautor de la obra. El personaje que interpreto es una mujer muy abandonada, muy sola, y tiene una histeria en la que desarrolla mucho la sexualidad. Con el abandono y su problema, crea una fantasía en la que se le aparecen unos diablillos que le hacen ser feliz. La mente es muy sabia y le pone esa fantasía para superar la vida, porque esos diablillos le hacen gozar como nunca antes. Internada, conoce a otro paciente al que interpreta Javier Lago y que tiene el síndrome de Cotard, cuyos afectados piensan que son transparentes y que no tienen huesos. Estos dos enfermos se encuentran y los doctores, que son Francesc Galcerán y mi hija Montse Pla, los tratan. Todo está llevado con mucho sentido del humor y con mucho amor.

¿No será que no disfrutamos lo suficiente? ¿Y si nos entregáramos más al hedonismo?

Creo que hemos estado muy reprimidos con todos estos temas relacionados con la sexualidad. De hecho, ya no sé si se dará el caso de la histeria en las generaciones actuales como se ha dado en mujeres de mi edad, porque había mucha más represión. Afortunadamente, ahora mismo la sexualidad, las relaciones, los amigos... Todo se vive de otra forma... y para bien.

¿Qué tal es la experiencia de trabajar con su propia hija?

Muy buena, porque es una actriz estupenda, siempre me deja con la boca abierta. Encontrarme con ella en el escenario ha sido fantástico, porque ya habíamos trabajado en Compañeros, pero en la serie no habíamos tenido escenas donde nos enfrentásemos y aquí, sí. Al principio en los ensayos tenía esa preocupación de madre y de persona que tiene mucha más experiencia que ella, pero ahora en el escenario me quedo viéndola como a una actriz más. Hace cosas estupendas y está muy bien y muy natural, como hay que estar en un escenario. Da mucho orgullo, porque aunque no es hija biológica ha mamado eso en casa desde muy pequeñita.

Si tuviera que darnos un solo motivo para dejarlo todo e ir a ver la obra, ¿cuál sería?

Puedo decirles que si les gusta el teatro, quieren pasar un buen rato y salir muy contentos, que se acerquen a vernos y que nos llenen las salas. A todos los agüimenses y terorenses, que vayan y nos hagan compañía. Yo a la salida, si puedo, les doy un beso a todos.

La obra está girando por toda España y ahora llega a Gran Canaria. ¿Nota reacciones diferentes dependiendo de dónde tenga lugar la representación?

Hay lugares donde son más expresivos, con carcajadas, y otros en los que la ven con sonrisas. Hay reacciones muy distintas, pero lo unánime es que al terminar la función la gente aplaude con cariño, agradeciendo que les hayas hecho pasar un buen rato.

¿Qué tal se lleva eso de ser madrileña pero que todo el mundo piense que es gallega?

Adoro España, pero soy madrileña y estoy muy contenta y muy orgullosa de serlo, aunque todo el mundo piense que soy gallega. Se lleva bien, cuando puedo lo recuerdo pero no pasa nada. A Galicia me encanta ir y tienen un marisco, una carne y una gente estupenda.

Dice el bolero que 20 años no es nada. ¿Y 50, que son los que lleva de profesión?

Casi 52 ya, de hecho. Es algo maravilloso: si llevas todo ese tiempo viviendo de lo que amas, ¿qué más puedes pedir? La gente me pregunta si me queda algún personaje sin hacer. Lo único que me queda, mientras tenga salud y cabeza, es poder seguir subiéndome a un escenario o poniéndome delante de una cámara, es lo único que pido. Soy estúpidamente feliz, porque creo que la profesión y la vida se han portado muy bien conmigo.

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