La Provincia - Diario de Las Palmas

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"El cambullonero no goza en Funchal del mismo respeto que en Las Palmas"

Claudia Fabra y Grança Alves, ayer, en la Casa de Colón. QUIQUE CURBELO

¿Cómo eran esos hombres de mar que coincidieron tanto en Funchal como en Las Palmas?

(Grança Alves): Eran el fenómeno que aquí se vino a denominar como el de los cambulloneros, hombres que hacían el cabotaje para los buques. Ellos estaban en Funchal en alta mar para vender sus productos. La importancia de estos hombres fue trascendental cuando no había nada en las Islas. Durante la Guerra Civil ellos iban a buscar medicamentos, comida, tabaco, pegamentos, tinta para pintar las casas, y los traían a la tierra. Tanto aquí como en Funchal había un comercio, o un contrabando, como quiera que se les llame, pero lo cierto es que eran las personas que conseguían cualquier cosa. Era una especie de trueque. Y a cambio se llevaban cosas como pañuelos bordados, whisky, gafas.

¿Por qué han elegido precisamente Funchal y Las Palmas?

(Claudia Fabra): Porque hemos visto una situación igual. Sin embargo, en Funchal no tenemos una memoria viva, cosa que sí ocurre en Las Palmas que tienen un monumento y donde incluso se les hacen homenajes. Pero en Funchal no hay el mismo respeto, no se habla de estos hombres.

¿Y cuál ha sido el motivo de toda este silencio sobre el tema?

(G. A.): E l motivo es que entonces, en los 40 y 50, se pasaba mucha hambre. Había niños muy pobres que no tenían que comer y se lanzaban al mar en busca de algo. Por eso nadie quiere hablar de esto en Funchal, quieren olvidar, porque fue un tiempo muy tenebroso. Hablamos con estos hombres, nos interesamos en sus historias, tenemos fotos suyas. Pero ahora queremos tener un pequeño archivo.

¿Cómo eran los hombres que se dedicaban a este negocio?

(C. F.): Eran hombres normales. En Funchal los conocemos como bomboteiros, que era el nombre de las embarcaciones, y megulhançalos. Hay que tener en cuenta que el puerto de Funchal ha sido construido muy tarde. Los barcos se quedaban en alta mar y los cambulloneros vendían sus productos allí y aceptaban todo tipo de productos que iban desde los bordados hasta los plátanos, pasando por muñecas, cestas, etc. Era una vida muy dura también para ellos.

¿Tuvieron una labor de subsistencia para mucha gente?

(G. A.): Sí, porque el fenómeno se da justo después de la II Guerra Mundial. Era un tiempo en que en la misma casa estaban el padre, la madre, el abuelo, la abuela, el tío o la tía, y hasta diez o doce niños. Esta gente vivía toda junta y había un sentimiento de comunidad y ayuda. Todos éramos el mismo. Y por eso la llegada de esta gente era como una fiesta en la calle.

¿Era el día más importante?

(C. F.): Era un día santo porque había algo que comer. Venían con mucha frecuencia, como dos veces por semana y normalmente viajaban de Gran Bretaña hacia África. Estos hombres acabaron por escribir unos estatutos porque para subir la mercancía tenían que estar limpios, vestir bien, y dar una buena imagen. Posteriormente, los que accedían a sus barcos tenían que acreditar un pase para entrar, tenían que ir perfumados. Por eso de repente cambian su aspecto.

¿Qué es lo que más les ha llamado la atención en cuanto a la manera de ver a esta gente en Las Palmas y en Funchal?

(G. A.): Para nosotros es muy importante ver la forma de cómo Las Palmas miran a los cambulloneros con respeto. Para nosotros es una pena que en Funchal los hayamos olvidado. Muchos de los que hemos entrevistados que vivieron esa época nos dicen: "No queremos hablar, porque para nosotros es muy triste".

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