¿Por qué quiso esbozar un retrato de la sociedad española, desde los últimos años del franquismo hasta el presente, a través de los ojos de un antihéroe?
Los procesos de concepción de una novela son siempre complejos y tienen una parte fortuita. En general, una novela parte de una ocurrencia más o menos abstracta y, luego, va derivando en una suma de situaciones, matices y acciones, que son las que configuran todo el entramado global de la novela. Entonces, yo empecé a contar la vida de este protagonista, Antonio, desde la infancia y, a partir de ahí, fui trazándole un itinerario vital con muchas vueltas y muchas revueltas. Y casi todo estaba, además, dominado por ese azar que conforma el título de la novela, porque los grandes cambios de su vida responden, por lo general, a motivos azarosos, como en un reino de casualidades.
¿Por qué incardina esa búsqueda, precisamente, en la figura de un buscavidas?
Porque quizás el buscavidas es más literario, porque es una persona que no sólo tiene que ganarse la vida, sino que también está obligado a inventarse una vida. Y como personaje literario, me resultaba más atractivo alguien que tiene que hacer un esfuerzo grande por instalarse en el mundo que alguien que ya se encontraba bien instalado en el mundo desde la cuna. En este caso, me interesaba la mirada de alguien que parte de cero y ver, así, hasta dónde puede llegar.
En el comienzo, Antonio explica que la vida se sustenta en tres pilares: lo que creemos ser, lo que quisiéramos ser y lo que en verdad somos. ¿Existimos en el equilibrio entre esos vértices?
Yo creo que, en realidad, todos tenemos una imagen un poco desfigurada de nosotros mismos. A veces, nos vemos en un espejo favorecedor y, otras veces, nos vemos en un espejo deformante. Tenemos una idea de nosotros mismos que quizás no se corresponde con la que tienen los demás. Creo que, desde la conciencia del yo, siempre hay un factor delirante y que, dependiendo de que sea más pequeño o más grande, se convierte en un problema o no.
¿La literatura le sirve a usted para clarificar ese relato o ese espejo?
Pues ojalá. Cuando uno escribe una novela o, por lo menos, cuando yo escribo una novela, los propósitos son siempre diversos. Por supuesto, está el mantener el interés de quien lo lee, entretenerle, que haya una peripecia, y que en este caso, es una peripecia más metafísica que aventurera. Y bueno, en general, a mí me gusta que los libros tengan un efecto sobre quien los lee, aparte de lo que puedan entretener. Procuro no conformarme sólo con el entretenimiento y que detrás de las novelas haya un dibujo de esa cosa tan compleja, tan complicada y tan indescifrable que llamamos vida.
¿Su novela y sus personajes alojan contrastes y contradicciones por esta razón?
Es que creo que a lo que uno aspira cuando escribe una ficción es a que esa ficción tenga apariencia de realidad. Que quien esté leyendo una historia imaginaria tenga la impresión de estar leyendo una historia verdadera. Creo que si una novela carece de esa capacidad de sugerir un espejismo de verosimilitud, falla en algo. Y la verosimilitud se puede conseguir no sólo escribiendo una novela realista porque, en realidad, una novela puede ser verosímil aunque esté protagonizada por un dragón de tres cabezas. Lo que quiero decir es que, a partir de donde sea, se puede construir una historia verosímil.
Dice que "la existencia es como una sucesión de piruetas aleatorias en el vacío". ¿Toda vida está sujeta, en última instancia, al azar?
Sí, da un poco de vértigo pensarlo, porque el rumbo que uno se traza para su vida puede cambiar en cuestión de segundos. Una decisión que tomas en unos segundos puede hacer que tu vida se convierta en una cosa completamente distinta a lo que tenía previsto, tanto para bien, como para mal. Y ese continuo azar en una cuerda floja es la vida.
¿En qué medida incorpora el humor y la ironía como contrapunto a esa trascendencia?
Siempre he recurrido al registro del humor por varias razones. En parte, porque la vida no es al cien por cien dramática, ni al cien por cien ridícula o cómica. Por tanto, se trata de buscar un punto de intersección, porque nuestra vida tiene esa participación de lo dramático y de lo ridículo. Pero en El azar y viceversa, sobre todo, recurro al humor porque era el ingrediente que necesitaba para poder escribir una historia esencialmente dramática.
Y extensa.
Claro, pero es que es el relato de una vida completa y, por tanto, requería un relato muy largo.
¿Cómo afrontó su proceso creativo, que, además, se prolongó a lo largo de 10 años?
Pues fue un proceso largo porque quería que saliese una determinada novela, pero también es cierto es que, con el paso del tiempo, uno pierde urgencia. Ya no se tienes tanta prisa por publicar, porque tampoco tienes el estímulo de la novedad, así que todo eso se atempera cuando ya eres bastante veterano, como es mi caso. Y yo, además, quería que la novela estuviese acabada del modo en que yo quería que estuviese acabada, y eso ha requerido un proceso largo, no tanto por dificultad, como por meditación sobre los recursos que ponía en juego.
A lo largo de esos 10 años ha vuelto siempre a la poesía. ¿Su voz se enraíza en el verso o se inscribe en ambos géneros?
Siempre he creído que los géneros son distinciones metodológicas y que, al final, son maneras distintas de abordar el hecho literario. Al fin y al cabo, la literatura es fundamentalmente introspección, es una asimilación de las cosas del mundo y, para mí, la novela es el espacio de los otros, el espacio de invención de vidas ajenas. Y por otra parte, la poesía es para mí un espacio específico para mis propias reflexiones.
Su ponencia en la Casa Museo se enmarcó en un ciclo de actividades para el fomento de la lectura. ¿Cree que el corazón es pobre de vocabulario, como dijo Enrique Lihn, y que nos explicaríamos mejor a nosotros mismos si leyésemos más libros?
Pues es muy probable que lo sea. Creo que es una frase estupenda de Lihn porque, al fin y al cabo, la escritura es un intento de desentrañar todo eso que sentimos y pensamos. Y a veces, incluso, nos sirve para desentrañar, a la vez, lo que sentimos y pensamos. Creo que, generalmente, la escritura tiene un afán de clarificación de todo ese magma que se nos pasa constantemente por la cabeza y por el corazón, léase en sentido metafórico.
