La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Medio ambiente

El plástico y las corrientes convierten el norte de Canarias en un basurero

Un informe revela que el 33 % de las caballas que se compraron en las Islas para el análisis estaban contaminadas

El plástico y las corrientes convierten el norte de Canarias en un basurero

Hay gestos cotidianos que matan. Y, en la mayoría de las ocasiones, pasan de manera desapercibida. En un imaginario Manuel de cosas que no hay que hacer en una playa debería sobresalir -en un apartado destacado- no presentarse en la orilla con objetos fabricados con plástico. Basta una ráfaga de viento para que la bolsa en la que viajaron los bocadillos o las cervezas -por vandalismo o por un despiste- acabe en el mar y marque el punto de partida de una cadena de catástrofes. El saco laminado, ya en el océano, sólo genera calamidades: puede matar a una tortuga que confunda el elemento con una medusa -ingrediente habitual en la alimentación del reptil-; o puede desintegrarse en una de las miles de piezas de microplástico -un macuto de ese tipo tarda unos 55 años en descomponerse- que contaminan los fondos marinos y acabar en el estómago de un pez. El problema es mayúsculo. Es uno de los grandes desafíos a los que se deberá enfrentar la humanidad en los próximos años, según advierte un informe publicado el mes pasado por Greenpeace. Y afecta de manera directa a Canarias: la contaminación por plásticos y la inercia de las corrientes marinas -con la incidencia centrifugadora del Golfo de México en la dirección de las agujas del reloj- convierten las costas del norte de las Islas en un basurero por culpa de los residuos que se generan en América del Norte y Europa.

"El problema de Canarias", apunta May Gómez -doctora en Ciencias del Mar y profesora titular de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC)-, "es que por nuestra localización geográfica formamos un embudo en la corriente del Atlántico Norte, una rama descendente impulsada por la corriente del Golfo de México, y por eso aquí acaban buena parte de los residuos que se vierten al mar en Estados Unidos o Europa".

Millones de toneladas

En ese escenario, según subraya la investigadora de la ULPGC, zonas de la vertiente norte en las costas de Canarias -como Famara (Lanzarote), Las Canteras (Gran Canaria), Benijo (Tenerife) o La Fajana (La Palma)- se convierten en basureros contaminados por los plásticos procedentes del Atlántico Norte. El apunte no es un asunto menor. Greenpeace, en un dossier elaborado por su departamento científico, denunció en agosto que cada año se vierten ocho millones de toneladas de basura a los mares y océanos del mundo.

La oenegé, en ese documento, repara de manera específica en los microplásticos. "Los dividimos en dos categorías", explica la doctora Gómez. "Están los primarios", añade, "que son las pequeñas bolitas, microesferas, que se encuentran en las cremas de maquillaje o en la pasta de dientes y que se filtran en el agua que las depuradoras vierten el mar; y luego están los secundarios, que son las pequeñas partículas que se producen por la descomposición de objetos como una bolsa o un vaso".

Greenpeace estima que el número de partículas de microplásticos, que tienen un tamaño inferior a los cinco milímetros pero en algunos casos son microscópicos, puede oscilar entre los cinco y 50 billones. En Estados Unidos, este tipo de compuesto ya ha sido prohibido mientras que en países como el Reino Unido, Alemania, Francia o Australia se estudia su limitación. En España, según lamenta la organización ecológica, ni si quiera se ha planteado un debate que puede ir más allá de los problemas que genera en el medio ambiente.

Cadena trófica

El proceso que, poco a poco, ha convertido el mar en un estercolero ya es una bomba de relojería para la salud del ser humano. La ciencia ha empezado a demostrar que los microplásticos, al acumularse en las especies marinas, se transfieren a la cadena trófica. O lo que es lo mismo, pasan de los peces a los humanos.

"Nos preocupa muchísimo ese tema", admite May Gómez. "Por ejemplo", detalla, "hemos visto que en el interior de las caballas que se pueden comprar en cualquier mercado de Canarias hay microplásticos". En ese sentido, la doctora de la ULPGC se extiende un poco más. "Este mismo verano", agrega, "un trabajo de fin de máster en oceanografía demostraba que en el estómago del 33 % de esas piezas de pescado [caballa] que se compraron en pescaderías de diferentes Islas había microplásticos".

¿Puede afectar eso a nuestra salud? Ante esa pregunta, la docente -que es coordinadora del grupo de investigación Ecofisiología de Organismos Marinos (EOMAR), se agarra a la investigación para trazar un aviso. "Hay estudios", señala, "que demuestran la presencia de compuestos químicos procedentes del plástico en el torrente sanguíneo de especies marinas", pormenoriza.

Gómez considera que "es cierto que cuando compramos un pieza de pescado en cualquier mercado, nos lo limpian y no nos comemos su estómago", pero al mismo tiempo aclara que "se ha demostrado que compuestos químicos de los microplásticos, al pegarse a tejidos y paredes del animal, han pasado al torrente sanguíneo y, a través de la sangre, a sus órganos", una circunstancia que contamina al pez y puede ser perjudicial -por su consumo- para los seres humanos.

La bióloga, que subraya la importancia de combatir contra la contaminación por plástico pero "sin pretender caer en el alarmismo", también expone que "en algunas investigaciones se ha demostrado que los glóbulos blancos de los peces, al toparse con partículas tan pequeñas de microplásticos, las han fagocitado", un hábito que puede viciar al animal.

Los peligros para la salud, de momento, se basan en hipótesis pero apuntan a una amenaza real si no se combate la contaminación de los mares. Entre los seres humanos, en principio -si se consume puntualmente- el plástico sería eliminado por el intestino, pero una ingesta continuada podría tener potencialmente los mismos efectos tóxicos que en los animales. "Existen riesgos por disruptores endocrinos", determina Gómez antes de especificar que "los microplásticos portan sustancias químicas ajenas a nuestro cuerpo que pueden generar alteraciones hormonales, algo que podría provocar a largo plazo casos de feminización, problemas de fertilidad o problemas en el sistema inmunológico que faciliten que la presencia de enfermedades como el cáncer o el parkinson vayan a más".

Para luchar contra este problema, la investigadora canaria recomienda limitar el consumo de plástico. Y, en esa batalla, considera clave que cada persona lleve a cabo un ejercicio de concienciación. "Si logramos rebajar el número de objetos de plástico que utilizamos en el día a día", argumenta, "a la larga lograríamos avanzar muchísimo". "Son pequeños gestos", continúa, "como reducir el número de bolsas de plástico a la hora de realizar la compra en el supermercado o evitar la utilización de objetos de un solo uso".

Entre las conclusiones del informe, Greenpeace recomienda al Gobierno de España "eliminar el abandono de envases y garantizar su correcto reciclado mediante la implementación de sistemas de retorno de envases; prohibir el uso de microesferas de plástico; establecer las medidas necesarias para implantar la Directiva Europea sobre las bolsas de plástico de un solo uso para noviembre de 2016; o fomentar medidas basadas en la economía circular, que apuesten la reutilización de la materia prima y nuevos materiales con menor impacto ambiental".

Compartir el artículo

stats