El biotecnólogo y director del Máster de Biotecnología Molecular y Celular de Plantas en la Universidad Politécnica de Valencia, Jose Miguel Mulet, tiene claras las "ventajas" que ofrecen los insectos frente a otras formas de alimentación, sobre todo en la dieta animal.

"Los insectos son animales de sangre fría y tienen un menor coste energético. Las especies de sangre caliente mantienen la temperatura y cuestan más de criar, mientras que los insectos se reproducen muy rápido y no necesitan de muchos cuidados", argumenta Mulet.

Estas propiedades son de sobra conocidas por la gerente de la granja valenciana de insectos Krik Krik, Gemma Llácer, que dirige una empresa especializada en la cría de grillos, pero también gusanos, cucarachas y langostas y que fue pionera en el sector.

Incluir insectos en la dieta de los animales no es, según Mulet, una práctica habitual y el biotecnólogo duda de que empresas como estas Krik proliferen y ofrezcan sus productos a gran escala. Para el profesor de Biotecnología, sin embargo, el problema es amplio y los recelos hacia los insectos como fuente de alimentación, incluso para las personas, forman parte "de una cuestión cultural, no nutricional ni de seguridad alimentaria".

"En Europa no tenemos costumbre, pero en algunos países los insectos forman parte de la dieta", asegura Mulet, que destaca platos mexicanos como los chapulines (saltamontes fritos con miel) y los escamoles (huevos de hormiga), que muchos consideran la versión latinoamericana del caviar por su elevado precio.

Frente a esto, el experto apuesta por "comer sin miedo", como reza el título de uno de sus libros, y por ser conscientes de que en España, a veces, "comemos bichos sin saberlo", pues a menudo participan en los procesos de producción de algunos alimentos o van incluidos en algunos colorantes o aditivos.

Mulet no tiene claro si este nuevo concepto de alimentación terminará por abrirse paso, dentro de unos años, hasta nuestras neveras, pero hasta entonces reclama que el tema se ponga en perspectiva y concluye que, al fin y al cabo, "si nosotros les decimos a los mexicanos que comemos caracoles, se mueren de asco".