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Entrevista a Manuel Díaz Martínez

"Me temo que la muerte de Fidel Castro no cambiará nada en Cuba"

"Él entendía las críticas como un ataque, no se daba cuenta de que se podía disentir y estar a favor de la Revolución", explica el poeta cubano exiliado en Canarias

Manuel Díaz Martínez, en su casa. LA PROVINCIA / DLP

¿Qué sintió en el momento en el que supo que había fallecido Fidel Castro?

Ni tristeza ni alegría, porque este hombre ha estado tanto tiempo haciéndonos daño, que el hecho de que se muera ahora no creo que vaya a cambiar nada en Cuba. En realidad hace diez años que estaba fuera de combate, y en el plano personal de los cubanos que nos sentimos agraviados por él, lo mismo da que siga viviendo como que no. No me alegro de la muerte de nadie, pero eso no es un castigo, es un hecho natural, lo que me hubiera gustado es sentarlo ante un tribunal.

¿Llegó a conocerlo?

Sí, cuando se le otorgó en Cuba la Medalla José Martí a Rafael Alberti. Yo era muy amigo del poeta y cuando llegó a Cuba yo ya estaba vetado, pero él preguntó por mí, y me invitaron al Palacio de la Revolución. Allí, sentado, conversando con Alberti, llegó Fidel y Alberti fue quien nos presentó. "¿Usted conoce el poeta?", le dijo. Y él contestó: "No, no tengo el gusto". Entonces Rafael le explicó que yo era un poeta cubano. Fidel me preguntó mi nombre y entonces me dijo: "Ah, sí, tu nombre me suena... Has escrito cosas en el Granma". Tenía una memoria prodigiosa, me dio la mano y eso fue todo.

¿Tuvo la oportunidad de decirle lo que pensaba de su forma de gobernar?

No, no tuve esa oportunidad.

¿Y le hubiera gustado?

Pues sí, me habría gustado mucho podérselo decir.

¿Cómo lo definiría?

Como un hombre muy inteligente y muy inescrupuloso. Esas dos cosas unidas son terribles, como dos armas de fuego que se juntan. Fue un hombre muy ambicioso y narcisista. En una entrevista que me hicieron para un periódico latinoamericano me hicieron la misma pregunta y contesté: "Es el actor más grande del siglo XX". Era un animal político, lo que le interesaba era vencer, siempre vencer a sus enemigos.

En un primer momento usted creyó en la Revolución. ¿Dejó de hacerlo cuando firmó la Carta de los Diez o antes? ¿Y cuáles fueron las razones de esa decepción?

Fueron muchas las razones. Evaluaba las cosas que no me gustaban, pero siempre confié. Me decía, es un hecho humano, se cometen errores, pero se puede mejorar. Daba un plazo para que se solucionaran las cosas, pero sucedieron hechos muy desagradables que me hicieron comprender que no había nada que hacer. Lo peor que hizo Castro con Cuba y Latinoamérica fue traicionar una Revolución en la que muchos millones de hombres confiamos, al convertirla en algo diferente de lo que decía. Fue una decepción muy grande.

¿Por la falta de libertad de expresión?

Por ahí se empieza, eso hace imposible expresar un pensamiento útil para que no se cometan errores. Las críticas eran recibidas por Fidel como ataques a la Revolución. No entendía que se podía disentir desde dentro y a favor. Privó a los cubanos de la iniciativa personal y el pensamiento propio. Si usted priva a todo un pueblo de la iniciativa personal y la posibilidad de emitir opiniones está desarmando a todo un pueblo. Por muy brillante que sea una persona, no puede sustituir la mente de millones de personas. Para ser revolucionario a sus ojos había que ser un criado de él.

¿Cuándo decide irse? ¿Recuerda ese momento exacto?

Sí, cuando firmé la Declaración de Intelectuales Cubanos [Carta de los Diez]. Nos dirigíamos al gobierno para pedir medidas que evitaran lo que se nos venía encima, que era el periodo especial, cuando desapareció la Unión Soviética. Pasando por encima de la costumbre de ver toda crítica a la Revolución como un ataque, decidimos hacer ese documento donde pedíamos la libertad de los presos políticos, la creación de un diálogo nacional, pensaran como pensaran los actores, medidas económicas, etc. Nos reprimieron y todos tuvimos que ir saliendo. A mí me dieron 48 horas para abandonar el país.

¿Por qué eligió España?

Porque aquí tenía muchos amigos, entre ellos Diego Talavera [periodista y exdirector de LA PROVINCIA], que me llamaba para ver si estaba bien. Además eran mi idioma y mi cultura.

¿Cuba hubiera sido la misma sin el bloqueo norteamericano?

No hubieran sido las cosas como fueron sin el bloqueo, porque hizo alguna mella en la economía cubana, pero no fue decisivo, no fue lo que provocó el descalabro. Cuando el bloqueo existía estaba la ayuda soviética, que era de 5.000 millones de dólares anuales. Por otro lado, Cuba podía comercial con el resto del mundo y de hecho lo hacía. Además los Estados Unidos nunca incluyeron la venta de alimentos y medicinas en el bloqueo, solo que imponía que tenía que hacerse la transacción pagando en efectivo y por antelación.

Se dice que la educación y la sanidad en Cuba son lo más positivo de la Revolución.

La enseñanza es buena, es cierto, y la Medicina en Cuba lo es y lo era desde mucho antes, desde el siglo XIX. Los médicos cubanos siempre han sido buenos y eso permanece.

¿Qué le parece el aperturismo que ha iniciado Raúl Castro?

Podría ser bueno si existiera la voluntad política, pero lo cierto es que después del restablecimiento de las relaciones con Estados Unidos, la represión y la emigración han crecido en Cuba.

¿Por qué?

La represión para evitar que los descontentos puedan reorganizarse para resistir al régimen, aprovechando la situación de buena relación con Estados Unidos.

¿Cómo haría una transición hacia un sistema democrático?

Abriendo gradualmente la economía, permitiendo la prensa libre y la formación de partidos políticos.

¿Y con reconciliación nacional?

Debe haber generosidad y sentido común para no prolongar el enfrentamiento violento e irracional. Pero los que hayan cometido delitos de sangre, deben ser juzgados.

¿Quiere volver a Cuba?

No, la muerte de Fidel, si tiene resultados, no los veo todavía. Todo queda ahora en manos de los mismos, que se están configurando como una monarquía hereditaria. Raúl está formando a su hijo para gobernar. Es una casta familiar, que dará paso a una casta militar, que ya está dominando la economía. Poco a poco se transformará en un régimen de capitalismo de Estado, como China y como la Italia de Mussolini, salvo que los dioses nos protejan.

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