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Entrevista

"Vales en la medida en que haces mejores a los que te rodean"

"De 100 partidos que hubiéramos jugado [con los EE UU del 84] habríamos perdido 101", afirma Juan Antonio Corbalán, médico y exjugador de baloncesto

Juan Antonio Corbalán. LUISMA MURIÁS

Juan Antonio Corbalán forma parte de la épica del baloncesto español, aunque solo sea por haber integrado aquella selección que disputó la medalla de oro a los Estados Unidos en los Juegos de Los Ángeles.

El talento sin esfuerzo ¿qué es?

Nada. Está demostrado que entre lo genético y lo adquirido influye más lo segundo. La mejor de las genéticas sucumbe a los malos hábitos.

Usain Bolt sin entrenar mucho seguiría siendo muy, muy rápido...

Bolt es genética pura pero si no sudas estropeas la genética, que se queda en muy poca cosa sin entrenamiento.

Y la cabeza, ¿qué papel juega?

Influye más de lo que pensamos. En el deporte el éxito o el fracaso tiene mucho que ver con nuestra capacidad para analizar la realidad, que en unas décimas de segundo obliga a decidir sobre una jugada u otra.

¿Se aprende más de la derrota?

Hay mucho de frase hecha en eso. Por una parte, no es fácil identificar lo que has hecho mal; por otra, es terrible morir de éxito. Se aprende de los éxitos y de los fracasos pero, si tengo que elegir, prefiero ganar.

¿Trabajar en equipo casa mal con la mentalidad española?

Otro tópico. Es verdad que corren tiempos de poca concien- cia social y somos gente que tiende a su tierruca, de educación poco cosmopolita, pero yo he vivi- do experiencias únicas de equipo en mi carrera deportiva. La vida me enseñó que vales en la medida en que haces mejores a los que te rodean.

Aquel Madrid lo ganaba todo...

Casi todo. Me acuerdo de que una vez veníamos de perder un partido, cosa rara, y aquello parecía un funeral. Les dije a mis compañeros: no tenemos derecho a esa tristeza; nosotros ganamos casi siempre, hay otros que pierden casi siempre.

¿Seguro que el éxito colectivo es mejor que el individual?

Creo en la socialización del éxito. No hay nada en la vida verdaderamente importante que no se pueda o deba compartir. Es el éxito de tu gente, el éxito de tu país... Hay un sentido de trascendencia en todo esto.

Para los de veinte les dice poco pero para los de cincuenta... Hábleme de aquel Real Madrid de baloncesto.

La clave de aquel equipo es que fuimos capaces de crear un concepto de unión espiritual; aprendimos a querernos. Había intimidad emocional. Ganamos mucho pero al final no te quedan copas, te quedan personas.

La final de Los Ángeles 84...

Fue un momento clave. Hasta entonces el papel del básquet español se reducía a ir a los JJ OO, las medallas estaban hechas para los otros. Y nos plantamos en la final contra los Estados Unidos.

Ahora que pasó tanto tiempo, dígame: ¿hubo alguna posibilidad de ganarles?

Ninguna. De cien partidos habríamos perdido ciento uno. Había muchos peldaños de distan-cia entre una selección y otra. Pero aquel éxito fue increíble por-que había tres selecciones muy por encima de las demás: los Es- tados Unidos, la Unión Soviética y Yugoslavia. Meter la cabeza ahí era casi imposible, y lo conseguimos.

La distancia deportiva con el básquet norteamericano se ha reducido.

El problema es que desde Barcelona los Estados Unidos se toman muy serio los Juegos Olímpicos y ahí son inalcanzables. Esto es como el rejoneo, el toro siempre está muy cerca del caballo, pero cuando el caballo se pone a correr se va cuando quiere.

¿Qué le quedó de todo aquello?

Grandes recuerdos, muchos amigos. Formábamos parte de una misma carrera aunque vistiéramos camisetas distintas. Me unen grandes lazos con jugado-res míticos del Barcelona como Juanito de la Cruz. Qué impor-tante fue para el baloncesto español, lo mismo que Fernando Romay, el primero que nos permitió mirar a los ojos y a la misma al- tura a los grandes pívots de otras selecciones. Menciono a dos compañeros que ayudaron a hacer muy buenos a los que les rodeaban.

Pregunta obligada: ¿se imagina jugando al baloncesto ahora, con 20 años?

Si hubiera nacido hace veinte años a lo mejor no jugaba al baloncesto. Lo ambiental domina, todos necesitamos de una correcta colocación en el momento y en el sitio adecuados.

Usted lo estaba.

Comencé a jugar al minibásket a los nueve años en el colegio. Hasta los 16 lo compaginé con el fútbol. Un día nos dijeron: se va a celebrar el Campeonato de Madrid. Nos apuntamos y ganamos. Enseguida llegó el Real Madrid.

El destino estaba marcado.

Hay una parte de la vida que es determinista, pero que eso no signifique que todo está escrito y no se puede hacer nada por cambiarlo. Hay que hacer sociedades donde la gente sea lo más dueña posible de su vida, que el destino -por así decirlo- sea algo menos destino, porque, si no, pasa por encima de uno.

¿Se hizo rico con el básquet?

Ni mucho menos. Me permitió comprar una muy buena casa y muy buen coche, pero ya en aquella época se cotizaba a Hacienda el 50% de lo ganado. El dinero del deporte te dura hasta los 40 pero vivimos hasta los 80.

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