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Una mujer curtida en mil batallas

Una mujer curtida en mil batallas

No resulta fácil hablar con Roberta Marrero. Hay que cuidar las palabras, tantear el terreno para no caer en alguna zanja. Tal vez su experiencia vital, su realidad ha sido tan áspera, que ahora prefiere esconderse debajo de una segunda piel, más dura, menos inocente. Cuesta llegar, y hablar sin más. En el prólogo del libro, que firma la escritora francesa Virginie Despentes, cuenta que lo más que le llamó la atención de Roberta fue su look de gótica, "su elegancia, su inteligencia y su timidez". También habla de esa generosidad con la que regala, a quien quiera leer, su vida. Su osadía, "el coraje por ser quien eres". Despentes reconoce que en este caso, como en el que de otras personas como Roberta, hubiera sido más fácil haber optado por seguir siendo "un pequeño niño cobarde". Pero ella decidió romper con lo establecido, sacando a la luz una enorme fortaleza.

Y en ese trayecto de lucha, de tesón, la niña rara de la escuela terminó por convertirse en la mujer que es. Quizás más precavida, más acostumbrada a mantener ciertas distancias para que no vuelvan a hacerle daño. A lo largo de esta charla contenida, la coraza de Marrero se pliega, se abre. Y de pronto, como le sucedió a Virginie Despentes, dan ganas de viajar en el tiempo y "abrazar a la pequeña niña que fue y decirle: todo va a ir bien, el mundo está lleno de personas como tú, que viven felices y se quieren unas a otras".

Al final de esta entrevista, no le dije que en mi familia nació un niño, que en realidad era una niña. Ahora se llama Adriana, y la queremos tanto que nunca nos importó que en lugar de coches quisiera jugar con muñecas. Quizás habrá que contar que en mi casa, no sé quién, impuso un realismo mágico extraño y atractivo. Pueden nacer bebés con rabo de cochino y nadie se espanta.

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