Alberto Rosario fue el primero en poner pie sobre el buque J. Socas, de la empresa portuaria Sepcan. A sus ocho años se convirtió en capitán por un día de un barco cargado de ilusión. No obstante, en la cubierta viajaban unos 70 niños pertenecientes a diferentes asociaciones que atienden sus necesidades, entre ellas Adigran (Asociación de Diabéticos de Gran Canaria), Asociación Yadey Horizontes Sin Barreras y la Asociación Budista Cultural Fahua. Todos ellos se encargaron de custodiar a los remolcadores en los que viajaban en la mañana de ayer los Reyes Magos, que arribaron a la capital grancanaria a través del Muelle de Santa Catalina en donde les esperaban unas diez mil personas en uno de los recibimientos más multitudinarios de los últimos años.

El pequeño Alberto se dirigió al puente de mando para poner la máquina a toda potencia y guiar a los magos de oriente. Desde hacía unos días se mostraba algo nervioso, como apuntaba su padre, José Rosario García. "Ya el año pasado le dijeron que para estos Reyes le tocaba a él ser el capitán y me lo venía recordando todo el año". Hasta que sobre las once de la mañana de ayer se puso al frente del puesto de mando, desde donde reconocía que había sido bueno, por lo que esperaba que Gaspar, su majestad favorita, le trajera muchos regalos. En su lista había, sobre todo, prendas relacionadas con el fútbol. "Quiero ser futbolista", responde ante la pregunta de qué quiere ser para grande. "Les he pedido ropa del Madrid, de Cristiano Ronaldo", dice, para agregar que también es aficionado de la Unión Deportiva. "Quiero un boli de Las Palmas", declaraba, para después agregar que su jugador preferido es "Yoni", en referencia al centrocampista Jonathan Viera.

Y mientras este vecino de Siete Palmas lo controlaba todo desde lo más alto del barco, abajo el resto aguardaba a ver aparecer a los magos por la bocana del Puerto, entre el muelle Reina Sofía y la Avenida Marítima, a bordo de los remolcadores VB Brandy, VB Balear y VB Mastin de la compañía Boluda. Melchor lideraba la comitiva, seguido de Gaspar y Baltasar, quienes se resguardaban dentro de los buques en la travesía hasta el dique para cruceros. Y con la aparición de los Reyes comenzaron los saludos y gritos aclamándolos. Entre ellos estaba Hugo Martín Rodríguez, que precisamente fue quien hizo de capitán el año pasado. Acompañado por su madre Yurena Rodríguez, coincidía con su colega Alberto en que era un fan del equipo amarillo, con Tana como jugador favorito. "Es una locura la que tiene por Tana y Tana por él", afirmaba su madre, que agradecía la oportunidad de viajar en el J. Socas que permite a los menores vivir una jornada especial.

Álvaro, de seis años, también vivía con ilusión la navegación. Su madre, Macarena Amador, indicaba que gracias a que van en el barco, las personas con problemas motrices pueden ver más de cerca a los Reyes. Su hijo tiene claro que quiere este año: "Un drone" para así incrementar su flota de aeronaves ya que cuenta con un helicóptero.

Entre tanto niño, un grupito de niñas se concentraba a estribor donde levantaba las manos para enviar un saludo a sus majestades. Era el caso de Ania Santana, de 9 años, y Teresa Rodríguez del Carmen, de 5. La segunda les hizo llegar su particular petición: "Quiero un pájaro parlanchín", declaraba esta pizpireta pequeña, quien además de la curiosa solicitud incluía en su carta "ropa". Ania prefiere algo que también hace ruido, aunque para ello necesita energía. "Quiero una moto y ropa", coincidiendo con Teresa Rodríguez. Vanessa González, madre de Ania, agradeció la idea que lidera Dory Nuez, miembro de Fahua, quién se encargó de organizar todo para que el trayecto saliera a las mil maravillas.

En el J. Socas estaban también 16 niños de la Asociación de Diabéticos de Gran Canaria. Jimena Alonso Vega, de 10 años, y su hermana Cayetana, de 7, estaban ilusionadas por ver a su rey mago favorito: Baltasar. Para mitigar la fatiga que tanto los Reyes como los camellos iban a tener anoche para llevar los regalos a cada una de las casas, ambas tenían ya todo pensado, con un suculento menú: "Lechuga y agua para los camellos, y bombones y plátanos para los Reyes", para así aportarle potasio e hidratos con los que poder seguir la ruta con fuerza. Alberto, el capitán del barco, quería alimentar a los animales con "la hierba que hay cerca de mi casa", en Siete Palmas, comentaba. Sobre la cubierta estaba María Socorro Lasso (10 años), quien tenía claro a que rey mago iba a entregar su carta: "Baltasar", señalaba tajantemente. ¿Por qué? "Porque es el más divertido", contestaba. "Su nombre también es divertido", respondía Jimena. "Va a saltar y se cayó", apostillaba entre risas María, que espera despertarse hoy con una tablet entre sus manos y unos patines de Frozen calzados en sus pies.

Del agua a la tierra. Ya en el cantil del muelle de Santa Catalina, donde miles de personas aguardaban la llegada de los Reyes Magos, los deseos e ilusiones eran prácticamente los mismos. Saioa Valido Ojeda, de 7 años, comenzaba a relatar la misiva que sostenía a la espera del paso del más aclamado, Baltasar: "Un hospital de mascotas de Pinypon, la ambulancia, un tigre de peluche..."; "y nada más, que son tres regalos", le cortaba su madre Omaira Ojeda entre sonrisas de nervios por ver llegar tan de cerca a sus majestades. Con ellas estaban Ainara Valido (8 años), hermana de Saioa, Noah Torres (8) y Valeria Suárez (8). Esta última se ha propuesto este año sacar su lado más creativo porque su petición se basa en una cámara de fotos, un estudio de diseño y una tienda de Littlest Pet Shop. Noah es más de videojuegos: "Todos los juegos del Minecraf".

Los Reyes Magos avanzaban por hasta alcanzar, casi media hora después, el escenario, donde el alcalde de Las Palmas de Gran Canaria, Augusto Hidalgo, el presidente de la Autoridad Portuaria, Luis Ibarra, y el presidente de la Casa de Galicia, Albino Aneiros, hicieron entrega de la llave de la ciudad para poder abrir las puertas de todas las casas. Antes, Daniela Lucía García, de 6 años y vecina de La Paterna, tuvo tiempo de darle su hoja escrita a Baltasar. "Unos patines, una casita para bebés y una muñeca", decía con timidez esta pequeña de grandes ojos claros. Ella fue una de las alzó los brazos cuando quienes estaban en el escenario liberaron varias palomas mensajeras como mensaje de paz.

Si en el muelle no cabía ni un alma, con las aproximadamente 10.000 personas que se habían acercado, en las inmediaciones cientos de personas hacían el paseillo por donde minutos después pasaron Melchor, Gaspar y Baltasar subidos en tres coches antiguos. Era el comienzo de un paseo que se alargó hasta la noche de ayer, cuando la tradicional Cabalgata recorrió las principales calles de la ciudad baja, donde se sucedían los últimos pasos de estos constructores de sueños que hoy lograrán dibujar una sonrisa a miles de niños que se despertarán con sus deseos hechos realidad.