En estos comienzos de año abundan en la prensa científica y tecnológica las noticias que aún no han sido. Es decir, las previsiones de los nuevos descubrimientos que nos traerá 2017. Nature, por ejemplo, dice que este año puede ser el de la gran revolución informática, cuando los ordenadores cuánticos pasen de los laboratorios al mercado, disparando así la capacidad de computación de la que actualmente dispone la humanidad.

Davide Castelvecchi escribe en esta prestigiosa revista científica que tanto Google como Microsoft, así como y un puñado de startups estadounidenses, creen estar preparadas para iniciar la era de la "supremacía cuántica". Es decir, pasaríamos a un nuevo paradigma computacional distinto del que ahora aplicamos, sustentado en dos estados 0 y 1. Los ordenadores cuánticos se basan en el uso de quantum bits o qbits, que puede estar en "superposiciones" de ambos estados a la vez, una tecnología basada en la física cuántica que permitirá abordar problemas que ahora son intratables.

La capacidad de computación se aceleraría de manera exponencial. Tendríamos ordenadores capaces de manejar gigantescas bases de datos inabordables para las computadoras actuales o realizar "simulaciones cuánticas que permitirían a los químicos entender las reacciones con un detalle sin precedentes, o a los físicos diseñar materiales superconductores a temperatura ambiente", precisa Castelvecchi.

Eso para 2017, ya. Pero en los artículos científicos de estos comienzos de año hay quien lanza su vista a treinta años hacia el futuro. Por ejemplo, en la revista digital Gizmodo, Ryan F. Mandelbaum, recopila un puñado de tecnologías nuevas que van a transformar los alimentos que ahora estamos comiendo. El cambio, dice, será tan radical para nosotros como el que hubiera percibido un hombre de las cavernas al que le hubiéramos dado un dorito. ¿Y por qué tenemos que cambiar nuestros alimentos? Pues porque, a base de hacer comida, nos estamos cargando el planeta. El 10 % de las emisiones de gases de efecto invernadero provienen del sector agrícola y, de este porcentaje, un tercio es atribuible a las "emisiones" de metano del ganado.

Alternativas

Al tiempo, la población crece. En 2050 seremos 9.000 millones de humanos y esto no da más de sí. Por eso hay empresas como Memphis Meat y Mosa Meat que están produciendo alternativas a los filetes naturales. Han desarrollado carne sintética cultivada, modelando las células madre del tejido animal. En veinte años quizá se esté produciendo en masa. Hoy, por el momento, la carne sintética es comestible, pero no sabrosa, dicen sus creadores. El proceso vale también para el pescado: otra empresa, New Wave Foods, está tratando en conseguir camarones sintéticos a partir de algas rojas. Y luego está la técnica del "corta y pega" genético, Crispr, de alta precisión. Hasta ahora se han hecho cambios en plantas para conferir más resistencia a plagas, por ejemplo. Pero la alteración del genoma de los alimentos ya no tiene límites. El asombro del hombre prehistórico ante un dorito puede quedar en nada ante lo que nosotros veremos y comeremos.