"David, ¿qué estás haciendo?", repetía Laura González, paralizada tras el mostrador de la tienda en la que trabajaba mientras su expareja David Batista la rociaba de gasolina minutos antes de prenderle fuego, según el relato de los testigos que este martes declararon ante el tribunal del jurado, frente a un acusado que dijo que no recuerda nada.

Laura trabajaba en una tienda de ropa en la Calle Real de Santa Cruz de La Palma, donde atendía a unas clientas cuando David entró con una garrafa de diez litros de gasolina pasadas las 11 de la mañana del 10 de julio de 2015, en plenas fiestas de la Bajada de la Virgen.

Tras rociarla con el combustible y soltar un "te lo dije", encendió un mechero Bic rosa y carbonizó el 95% del cuerpo de su víctima, quien falleció una hora y media después en el Hospital de la isla, según los testigos y la investigación policial.

El acusado, que este martes declaró ante el tribunal, aunque solo respondió a su defensa, no negó su participación en los hechos. Pero dijo que no recuerda nada de lo ocurrido por la cantidad de heroína, cocaína, barbitúricos y alcohol que había consumido ininterrumpidamente a lo largo de la semana de fiestas, según relató.

Afirmó que solo supo que había matado a su exnovia, quien había roto con él en mayo, cuando se lo comunicaron al despertar en la unidad de quemados del Hospital de la Virgen del Rocío en Sevilla, al que fue trasladado porque él mismo resultó afectado por el fuego en el 25% de su cuerpo.

Inmediatamente sintió arrepentimiento por el dolor causado y deseos de haber sido él en vez de ella el muerto, pero algo dentro de él "no medía lo que hacía" ni sus consecuencias, afirmó.

David Batista se enfrenta a 40 años de prisión que solicitan la fiscalía y las acusaciones particulares, mientras que su defensa pide la absolución por haber actuado sin consciencia bajo los efectos de las drogas.

Laura tenía 27 años, era hija única, "adulta, madura y buena", según relató por videoconferencia su madre, pero su relación con David "no iba a ningún sitio" y rompió con él a finales de mayo de 2015, justo cuando empezó a trabajar en la tienda de ropa.

Recibía mensajes constantes de David en su teléfono, muchos amenazantes, pero Laura nunca creyó que podría hacerle daño, explicó su madre.

El 10 de julio de 2015, Flora Prieto, su hija y su nieta estaban en la tienda mirando unos zapatos cuando entró David con una garrafa y empezó a rociarla con un líquido mientras sonreía ligeramente, según su testimonio.

Laura estaba atrapada detrás del mostrador y Flora tiró de David hacia atrás para apartarle de ella, con lo cual él mismo se impregnó de gasolina.

La hija y la nieta ya habían salido asustadas de la tienda cuando David prendió el mechero e inmediatamente Laura quedó completamente envuelta en llamas.

Flora tuvo que abandonar la pequeña tienda en medio del fuego y del humo mientras el agresor huía por la calle también ardiendo. Aún recibe tratamiento psicológico y se culpa de no haber podido salvar a Laura de su agresor.

Inmediatamente, dos hombres cruzaron la calle con extintores, entraron en la tienda y consiguieron apagar el fuego, pero Laura quedó en el suelo tras el mostrador dentro del establecimiento, lleno de humo.

En ese momento, "dos héroes", según los describió el inspector de Policía a cargo de la investigación, entraron a buscar a Laura: Juan Carlos Ferrán Romero y José Adelfo González Lorenzo.

Gatearon sin poder ver nada hasta el fondo del local y gracias a los gritos de socorro de la víctima la encontraron tras el mostrador, carbonizada y sin ropa, según explicaron al jurado.

La agarraron y su cuerpo estaba tan caliente que les ardían las manos.

De hecho "la piel de su espalda se me quedó en los brazos", relató Juan Carlos, mientras que a José Adelfo se le derritieron los zapatos en el interior del local.

Una vez en la calle, Laura fue trasladada al Hospital General de La Palma, donde murió poco después.

Su agresor se dirigió a las urgencias del centro de salud, en donde quedó custodiado por la Policía.

El inspector que dirigió la investigación, jefe del grupo operativo local de la Policía de Santa Cruz de La Palma, dijo que las pesquisas fueron sencillas dada la gran cantidad de testigos y pruebas.

La gasolina había sido adquirida en una gasolinera próxima.

Según los cálculos de la policía científica la tragedia pudo haber sido mucho mayor: David llevaba una garrafa de diez litros y gastó diez euros exactos, de modo que, al precio del momento en ese surtidor, en el recipiente había 9,34 litros cuando entró a la tienda.

Pero en la inspección del local tras la completa extinción del incendio se encontró la garrafa con nueve litros de gasolina intactos en su interior, aunque la boca ya había empezado a derretirse.

De modo que si con 340 mililitros de gasolina hubo ese fuego, sólo gracias a que entraron los hombres con extintores se evitó una gran deflagración y un incendio mucho mayor que podría haber afectado a las personas que se encontraban fuera del local y a las que estaban en el edificio de ocho plantas encima de la tienda, en el que en ese momento había 23 personas.

El inspector explicó que se hizo un vaciado del teléfono móvil de Laura y se encontraron 119 mensajes de texto remitidos por el agresor, muchos con amenazas e insultos: "Cuanto más tardes, más ardes", estaba escrito en uno de ellos.