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"Los adultos somos garantes de que los colegios no sean un campo de batalla"

"La tecnología no es mala, pero sí su uso indebido, como si dejáramos a un niño conducir un coche", indica Óscar Cortijo

Óscar Cortijo Peris. LP / DLP

¿Cómo se previene el bullyng?

Tenemos herramientas como el cuestionario TBAE (Test de Evaluación Breve del Acoso Escolar), ya validado con más de 10.000 alumnos, que permite monitorizar lo que sucede en el aula y detectar posibles casos para lograr el objetivo de una intervención temprana. También, por supuesto, la formación de los familiares, del profesorado y de todo el personal de la comunidad educativa, porque es fundamental que tengan la información precisa para poder detectar cualquier tipo de síntoma.

¿Por ejemplo?

Hay algunos síntomas para los padres, por ejemplo, cuando sistemáticamente el material escolar está deteriorado o roto, cuando los domingos no quieren volver al colegio, o aspectos somáticos, ya que muchos niños que sufren acoso se despiertan los lunes con vómitos o problemas en la piel. Lo más importante es el cambio de personalidad, niños que eran tranquilos, de repente, tienen en casa estallidos de violencia, enfados, miedos, llantos, ánimo bastante depresivo... Este tipo de sintomatología, que por sí misma no deriva directamente a un problema de acoso, nos pone en alerta para saber exactamente qué está sucediendo.

¿Y para detectar un acosador?

Aquí es muy importante la coordinación entre el profesorado y los padres, porque se detecta mucho más en el aula que en casa un cambio de conducta, con relaciones sociales violentas, insultos sistemáticos, bloqueo de juegos... Cuando se comunica a los padres, muchas veces hay una negación. Y muchos niños no saben ni siquiera que están provocando un daño terriblemente grave. Por eso, es muy importante la formación de todos los agentes, para que haya una coordinación y los padres pongan ojo avizor cuando el colegio comunica este tipo de conductas.

¿Hay más casos o hay más difusión?

No ha habido estudios longitudinales más antiguos, así que resulta difícil saber si porcentualmente hay un incremento. En los estudios actuales detectamos una fase de eclosión de casos. El hecho de no haber hecho estos estudios o haber banalizado las conductas violentas como cosas de niños, que se tiene que arreglar entre ellos, ha ido agravando la situación. La banalización y la impunidad, que no se haya intervenido, ha incrementado el acoso.

¿Y la tecnología?

Los teléfonos inteligentes y las redes sociales han conseguido que acosos más enmarcados en un espacio físico ahora sean mucho más centrifugados, sistemáticos y constantes, las 24 horas del día. La tecnología por sí misma no es negativa, pero el uso es muy indebido. Estamos facilitando a niños pequeños sin la madurez suficiente herramientas sin ningún tipo de formación y supervisión, como si dejáramos conducir un coche sin licencia y a 300 kilómetros por hora. Ha habido una laxitud excesiva, sobre todo, de los padres. Por ejemplo, recuerdo que nuestros padres estaban pendientes de quiénes eran nuestros amigos o dónde íbamos, y ahora no existe esa supervisión, se ha roto, y las redes sociales permiten tener contactos con todo el mundo...

Falta formación, no solo contra el acoso, sino en tecnología.

El fracaso que estamos teniendo con la aplicación de protocolos de prevención es, justamente, porque no se tiene esa visión integral del problema, con muchas aristas, que está provocando este incremento tan grande.

¿También en Canarias?

A falta de actualizar la información, Canarias está un poco por debajo de la media del resto de España, pero no es significativo. Uno de cada cuatro niños, un 23% aproximadamente, está sufriendo ese tipo de conductas. El baile de estadísticas o el error más grande que se comete a efectos de datos oficiales es que únicamente se considera acoso cuando ya hay una víctima. Por tanto, baja mucho el porcentaje. La conducta de acoso es un proceso reiterado y no se puede tener el error tremendo de definir a la víctima cuando ya hemos llegado tarde a la conducta.

¿Qué opina del protocolo educativo canario?

Los protocolos que se están implantando, incluido el canario, son muy reactivos, en general, actúan cuando ya ha sucedido el problema. La clave de la prevención son las medidas proactivas y esas evaluaciones no se están haciendo, por tanto, damos palos de ciego.

¿Y cómo se realizan?

Las evaluaciones permiten una objetividad muy clara para saber qué está sucediendo en el aula, pruebas meticulosas para tener información fiable. Los niños dicen mucho la verdad con este tipo de conductas y las medidas tienen que ser participativas. Por ejemplo, trabajamos en el aula para debatir e identificar qué es acoso, qué conductas no son admisibles, las collejas, los motes, los insultos, los rumores en WatsApp... Los niños elaboran un decálogo que firman con el tutor o el director del centro, lo que genera un compromiso tremendo porque les hace partícipes y hay un proceso de autorregulación del grupo muy interesante. Además, también participan en las consecuencias que tiene saltarse esas normas firmadas y los niños son muy creativos a la hora de que sea un castigo proporcional. Si luego se traspasa la línea roja, el protocolo activa el régimen disciplinario del centro, no podemos lanzar el mensaje que cuando alguien acosa no pasa nada y abandona el centro la víctima en lugar del acosador. Los adultos, los centros, somos garantes de que los colegios no sean un campo de batalla, no es un tema que se pueda delegar en los niños, sino que tenemos que intervenir como adultos.

¿Qué resultados obtienen?

Está dando muy buenos resultados en centros de toda España. Hemos encontrado bastante heterogeneidad de disminución, pero en todos los centros, excepto en uno, ha habido una reducción significativa de los casos, más de un 5 o 6%.

¿Cuáles son las diferencias por edades o por sexos?

El punto de inicio, donde más casos se están encontrando, son edades muy jóvenes, de 8 o 10 años. Ese inicio tan temprano provoca esa reiteración y, a los 12 o 13 años, hay un riesgo importante, por ejemplo, de intento de suicidio. Tercero o cuarto, incluso segundo de primaria, es una edad crítica. Respecto al género, hay más casos de niños que de niñas, pero se acercan mucho las dos variables. Y cambia bastante la modalidad. Aunque el 90% es acoso psicológico frente a un 10% físico, en general, en las niñas es más el ninguneo o el apartamiento...

¿Ya se derogó la ley del silencio?

La ley del silencio se mantiene y todavía nos queda mucho trabajo. Hay muchos centros que aún miran hacia otro lado por el miedo de pensar que el trabajar y afrontar el problema es como un efecto llamada, es un error gravísimo. Tapar las cosas agrava la situación, hay que ser valientes. En todos los centros estamos encontrando casos, por tanto, no es un tema particular, que las cosas se hagan mal en un solo centro, sino que es algo generalizado. Cuanto antes nos quitemos la venda de que en nuestro centro no sucede, mejor.

Y mejor también para evitar en el futuro la violencia machista o el acoso laboral...

Totalmente cierto. Con la impunidad y la no intervención lanzamos el mensaje a los acosadores de que ese tipo de relación violenta es válida y genera un reconocimiento social, porque ellos se quedan en el centro. No solo es importante evitar el daño que genera el acoso escolar en chicos jóvenes, sino que las víctimas en edad adulta tienen verdaderos calvarios de relación social. El acoso escolar genera un estrés postraumático gravísimo. Hemos detectado que hay una probabilidad muy alta de que ese tipo de relación, cuando no se corta, continúe en el trabajo con el famoso mobbing laboral o en la pareja con la violencia doméstica. Construimos ciudadanos violentos porque no ponemos límites.

A la espera de actuaciones policiales o judiciales...

Es interesante que la impunidad no se manifieste y las medidas policiales o judiciales tienen ese efecto, pero ahí ya hemos fracasado en la prevención. Hay casos que no se pueden controlar y hay que adoptar las medidas contundentes para lanzar el mensaje de que no vale todo, pero es síntoma de que hemos fallado.

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