Un día de 1985, en un control rutinario para medir la radiación en la Central Nuclear de Limerick en Pensilvania (Estados Unidos) -todavía en construcción-, los niveles detectados en el cuerpo de Stanley J. Watras -un ingeniero del complejo- desataron la alarma. El problema, entonces, se multiplicó por dos cuando comprendieron que el trabajador llegaba de casa contaminado. La causa de esa anomalía, tras muchos estudios, tenía nombre propio: el radón (Rn-222), un gas radiactivo natural que de emana del suelo y al que la Unión Europea (UE) quiere poner bajo control -a partir de una directiva (2013/59/Euratom) que entrará en vigor el próximo año- porque, tras el tabaquismo, es el principal causante de cáncer de pulmón -un peligro que proviene de su acumulación en recintos cerrados-. Y en ese escenario, marcado en rojo, aparece el nombre de Gran Canaria: una parte de la Isla, como si una mancha transversal la cruzara desde Agaete hasta el Castillo del Romeral, aparece entre las zonas del mapa de España con una probabilidad alta de presencia de concentraciones elevadas de radón.

"El radón viene de serie", advierte Jesús García Rubiano, Director del Departamento de Física de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC). "Es un gas natural que estaba aquí antes que nosotros y antes, incluso, que los guanches". "Por lo tanto", puntualiza, "es importante no generar alarma. Es cierto que, por las mediciones que hemos realizado, en la Isla hay zonas con unos niveles altos de radón en suelos, pero no eso no quiere decir que los habitantes de esas zonas, Tejeda, Artenara o el interior de San Bartolomé de Tirajana vayan a sufrir cáncer de pulmón. Es más, es muy complicado, ahora mismo, establecer una relación de prevalencia entre la presencia de ese gas y los casos de esa enfermedad en esa zona".

Con esa realidad en la mano, la elevada presencia de radón en algunas zonas de Gran Canaria, de forma inevitable surge una pregunta: ¿por qué el nivel de ese gas es tan elevado en la Isla? La respuesta, argumenta García Rubiano junto a Héctor Alonso Hernández -doctor en Física por la ULPGC-, tiene un origen geológico. "Gran Canaria", explica el primero, "se divide en dos zonas por edad de formación". "La más joven", prosigue, "se conoce como Neocanaria, ocupa la mitad noreste y está compuesta por materiales basálticos y sedimentos (arena) -sobre todo en Las Palmas de Gran Canaria- y otros compuestos, mientras que la otra parte, llamada Paleocanaria, está compuesta por basaltos más antiguos -en la zona de La Aldea- y en la zona central por rocas volcánicas ácidas entre las que se encuentran fonolitas, traquitas, riolitas o sienitas, procedentes de un magma más rico en materiales pesados, con más isótopos radioctivos naturales que explican la mayor radiactividad natural detectada allí".

De todos los materiales estudiados en el suelo de la provincia de Las Palmas por Alonso Hernández en su tesis doctoral, los que presentan mayor contenido de radio y mayor exhalación de radón son las riolitas de Veneguera y las traquitas de la Cumbre grancanaria.

A partir del mapa geológico de la isla -"para determinar los suelos con mayor radiactividad natural", apuntan-, tanto García Rubiano como Alonso Hernández y otros investigadores del Grupo de Investigación en Interacción Radiación Materia de la ULPGC empezaron a buscar el isótopo de radio 226 para encontrar zonas potencialmente emisoras de radón 222. ¿Por qué eligieron esa ruta? Porque es precisamente el radio el que al sufrir una desintegración radiactiva produce el radón. Ese gas radioactivo potencialmente abundante en una parte de Gran Canaria, es el rastro de una serie de mutaciones que arrancan con el uranio, pasan por diferentes estados, llegan al radio 226 y, desde ese punto -en 3,8 días, muta en radón 222.

Junto a García Rubiano y Alonso Hernández, en un despacho del Campus de Tafira repleto de libros, estudios y mapas geológicos, Pablo Martel Escobar -catedrático en Física Aplicada- aparece con una copia del documento Instrucción sobre criterios radiológicos para la protección frente a la exposición a la radiación natural redactado por la Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) para apuntar que, si bien no hay que caer en el alarmismo, las administraciones públicas sí deben ponerse las pilas a la hora de tomar medidas de control y evitar riesgos mayores. "Es recomendable", explica, "hacer estudios en ciertos puntos y en ciertos lugares para estar todos más tranquilos". "Hay que medir la presencia de radón", argumenta, "en colegios y lugares públicos de poblaciones donde la exposición del gas pueda ser potencialmente alta. Si usted tiene una casa o una cueva en Artenara o Tejeda y la utiliza una vez cada cierto tiempo, no hay problema. Abre las ventanas, ventila y punto. El riesgo se puede originar si pasa en ocho horas diarias, los siete días de la semana, en una habitación cerrada de algún punto de la Isla con índices altos de radón".

Para evitar problemas, Martel Escobar aconseja cumplir con la directiva de la UE y las instrucciones del CSN. Así, el organismo estatal indica que, respecto al radón, "el nivel para la protección de los trabajadores frente a la exposición" de este gas "en sus puestos de trabajo debe ser de 600 Bq/m3 [en 2013, tras el accidente en Fukushima, la Compañía Eléctrica de Tokio detectó picos de hasta 130.000 becquerelios en los alrededores de los tanques que almacenaban el agua contaminada de la central nuclear] de concentración media anual de radón". Además, la recomendación señala que "en el caso de los lugares de trabajo con elevada permanencia de miembros del público [se entiende hospitales, centros penitenciarios y centros de educación infantil, primaria y secundaria] el nivel de intervención será" también "de 300 Bq/m3 de concentración anual de Rn-222".

Las directrices del CSN también recalcan que "las actividades laborales cuyos titulares deberían realizar los estudios requeridos por el Reglamento de Protección Sanitaria contra Radiaciones Ionizantes (RPSRI) son las que se llevan a cabo en lugares de trabajo subterráneos como cuevas, galerías y minas distintas a las del uranio".

Entre las medidas a tener en cuenta para atar en corto al radón en Gran Canaria, tanto García Rubiano como Martel Escobar señalan varios ejemplos que se siguen en otros países. "En el Reino Unido se ha realizado un mapa muy detallado de concentración de radón en viviendas para detectar las zonas de riesgo, detallan, "en Estados Unidos, en cualquier operación de compra-venta del inmueble, es usual preguntar si se ha medido la presencia de radón".

Por esto, cuentan que allí "hay empresas que analizan si hay gas radón e instalan sistemas para descongestionar su presencia". Y para implantar esas medidas en España, señalan como clave, la inclusión en el Código Técnico de la Edificación , por parte del Ministerio de Fomento, de exigencias reglamentarias para medir la presencia de este gas en edificios residenciales y proponer medidas de mitigación.