La elaboración del vino Es Monestir, de Terramoll, comienza en el viñedo. En dos de sus catorce hectáreas se encuentran las vides más exclusivas, las de pie franco. Su producción es artesanal, por lo que no reciben ningún tipo de tratamiento químico. Este caldo es la carta de presentación de esta bodega de Formentera, cuyo proyecto familiar, iniciado en el año 2000, persigue conectar la historia de la isla pitiusa con el paladar. Esta apuesta de su responsable, Arantxa Moll, y del enólogo, José Abalde, ha cosechado su primer éxito: Es Monestir ha sido distinguido con la medalla Bacchus de Plata en este certamen internacional, organizado por la Unión Española de Catadores.

Para la responsable de Terramoll, este premio es un reconocimiento a una "bodega pequeñita", cuyas viñas se cultivan en la altiplanicie de la Mola. Además, supone una motivación para continuar trabajando y ofrecer vinos "de mayor calidad". En la misma línea, Abalde sostuvo que el desafío de Terramoll, cuya producción cuenta con el marchamo de Vi de la Terra de Formentera, es aumentar "poco a poco" la producción, pero sin menoscabar la calidad.

Para conseguir la exclusividad de este vino, ambos insisten en que el tratamiento es esencial. Moll recuerda que sus vides son antiguas, de secano, adaptadas totalmente a la climatología de Formentera. Esta adaptación al medio se refleja en su carácter y le proporciona autenticidad.

El misterio

Además, la responsable de la bodega Terramoll destaca que el nombre elegido para su vino más selecto no es casual. Es Monestir apela a una parte de la historia de Formentera que todavía es un misterio. "En el siglo XIII desembarcaron monjes agustinos en es Caló y se instalaron en la Mola. Ellos llevaron el vino a Formentera. Es una parte muy desconocida de la isla que estamos estudiando", revela Moll.

Como consecuencia de este interés, la responsable de la bodega Terramoll contactó con el canónigo de la catedral de Eivissa Francesc Xavier Torres Peters. "Él ha defendido en reiteradas ocasiones que se debería profundizar en la investigación sobre este tema. Por ello, estamos trabajando para sacar a la luz más detalles del monasterio, cuyos últimos habitantes fueron frailes agustinos", explicó Moll.

No solo el nombre de este vino tinto, cuya variedad de uva es 100 % monastrell, evoca a esta parte de la historia de Formentera. El misterio que esconde el monasterio de Formentera también sirvió de inspiración al diseño de las botellas, renovado en 2015. En el caso concreto de Es Monestir, las figuras de su etiqueta recuerdan a las celdas de los monjes.

Aparte de la técnica de cultivo, el cariño con que se produce este vino crianza va ligado a su sabor, apreciado por el jurado del certamen vinícola Bacchus, celebrado en Madrid del 9 al 13 de marzo. El enólogo subraya que el mérito de Es Monestir es haber recibido esta distinción en un concurso al que se presentaron más de 1.700 caldos. "Es un vino muy especial y cuando decidimos competir en este certamen teníamos claro que Es Monestir de la cosecha de 2013 sería el elegido", señala Moll.

Nota de cata

Aunque uno no tenga una copa de vino Es Monestir en la mano, el enólogo de la bodega consigue recrear solo con sus palabras las notas de sotobosque que aporta la uva monastrell. Este aroma se completa con los toques de frutas del bosque como la zarzamora o la mora, mientras que en la boca se trata de un vino carnoso, amplio y con taninos bien integrados que le otorgan una buena persistencia.

Por último, tanto Moll como Abalde remarcan que este premio es una prueba de que se pueden hacer "vinos de calidad" en Formentera.