Hace muy pocos días, quienes suscribimos este artículo visitábamos en la clínica a don Antonio de Bèthencourt. Aunque su saludo fue como siempre cariñoso, salimos con la tristeza de ver a un amigo y maestro que caminaba hacia su último trayecto vital. Nos dijo una frase que se nos grabó a ambos y que comprendimos de la misma forma al haberle conocido desde los años setenta de la pasada centuria: "Ya no tengo en que pensar", nos dijo, indicándonos que lo que había constituido su quehacer permanente a lo largo de su vida había llegado al final. Tratamos de animarle y de llevarle a otra conversación, pero nos volvía a reiterar lo mismo. De alguna manera era consciente de haber llegado al término.

La impresión que nos causó contrasta con la que siempre tuvimos de él. Alguien cuyo cerebro abría puertas y se deslizaba hacia todos lados cuando tratábamos algún problema complejo que se nos atascaba para llegar a su mejor comprensión. No nos lo resolvía, sino que apuntaba salidas y caminos que nos permitían encontrar y contrastar con rigor las respuestas más acertadas. A veces le bastaba con una indicación, fruto de sus recuerdos y experiencia y aparecía una linterna que generaba un destello de claridad. Por ello, consideramos que vale la pena rememorar la trayectoria humana y el quehacer profesional de un querido amigo y maestro que nunca dejó de pensar a lo largo de una vida plena de trabajo intelectual en el terreno de la historiografía y, en particular, en el conocimiento más certero de nuestro Archipiélago Canario.

Tres son, a nuestro juicio, los méritos o facetas que debemos destacar de don Antonio: la docente, la investigadora y de creación de escuela y la actividad pública fuera de las aulas universitarias y de los centros de investigación. Lo haremos a modo de apretada síntesis, conscientes de la premura y el pesar que nos invaden para estas palabras en estos momentos y comenzando por algunos datos que arrancan el el inicio de su biografía.

Una fructífera tarea historiográfica

Don Antonio realizó sus estudios universitarios en la Universidad Complutense de Madrid, donde se doctoró obteniendo el Premio Extraordinario en el año 1953. Comenzó a desarrollar su actividad docente en las Universidades de Santiago (1949) y Complutense de Madrid, ocupando en 1954 y hasta 1967 la plaza de profesor adjunto de Historia de América en la Universidad de Valladolid. Su etapa vallisoletana finaliza con la obtención en 1967 de la Cátedra de Historia Moderna Universal y de España de la Universidad de La Laguna, momento en el que se inicia una etapa caracterizada claramente por la asunción de importantes responsabilidades universitarias, y que concluye en 1980 cuando regresa a Madrid para ocupar la Cátedra de Historia Moderna en la Universidad Nacional de Educación a Distancia. Su jubilación en la UNED en 1988 no supuso apenas merma en su actividad, incluso en ciertos ámbitos se ha visto acrecentada. Continuó en dicha Universidad como Catedrático Emérito hasta 1990, año de su regreso a Gran Canaria para desempeñar, dada su experiencia, conocimiento y personalidad humana, tareas de asesoramiento en la recién creada Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, para posteriormente ocuparse de la puesta en marcha del Seminario de Humanidades Agustín Millares Carló en el Centro Asociado de la UNED de Las Palmas. Allí promovió también el Centro de Documentación "Pedro Agustín del Castillo" y ha desempeñado hasta este mismo año 2017 la dirección del prestigioso Anuario de Estudios Atlánticos que desde hace muchas décadas edita la Casa de Colón del Cabildo de Gran Canaria y que comenzó publicándose en su primera etapa bajo la dirección de quien fuera Director de la Real Academia de la Historia, Antonio Rumeu de Armas.

La actividad docente desempeñada por don Antonio en las Universidades que le acogieron se vio acompañada por otras tareas meritorias relacionadas con el gobierno y la gestión universitaria. Por el interés que tiene para las islas, destacaríamos lo que significó su presencia y estancia en la Universidad de La Laguna poniendo en marcha y dirigiendo el Departamento de Historia Moderna y Contemporánea así como su etapa de Rector entre los años 1974 y 1979, periodo complejo e intenso y durante el cual contribuyó a la creación de la Universidad Politécnica de Las Palmas.

A su labor docente hay que unir la actividad investigadora, de la que ha quedado constancia en el extenso catálogo de sus publicaciones, tanto personales como en colaboración. Al estudiar el listado de sus numerosas publicaciones se puede ver el itinerario seguido como investigador universitario, y que, a nuestro entender, guarda una estrecha relación con su itinerario docente. Dos son los ámbitos en los que se podría enmarcar la investigación del profesor Bèthencourt Massieu: los estudios sobre la política internacional y los estudios sobre la Historia de Canarias (tanto antes como después de la España de las Autonomías).

Es por ello que sus primeras contribuciones estuvieron dedicadas a la historia de Iberoamérica (proyecto ruso de fundar un establecimiento en Brasil, el proyecto de Felipe V para la defensa de la Florida o la construcción naval en América) y, sobre todo, su tesis doctoral defendida en 1953 en la Universidad Complutense de Madrid con el título Relaciones de España bajo Felipe V. Del tratado de Sevilla a la guerra con Inglaterra (1729-1739), publicada entonces sólo resumidamente con el título de Patiño en la política exterior de Felipe V y en 1998 de forma íntegra en un proyecto editorial impulsado por la entonces Asociación, y en la actualidad Fundación, Española de Historia Moderna, de la que don Antonio fue socio fundador, con la colaboración de aquellas universidades en las que había prestado sus servicios.

Cuando esta línea prioritaria de investigación alcanza su plenitud, don Antonio abandona la política internacional de los Borbones para ocuparse de la que hasta hoy ha sido y es su principal línea de investigación: la historia de Canarias. El trabajo que marca el tránsito de ese ámbito de investigación general a otro más regional o local, pero siempre inserto en el contexto internacional y del Atlántico, es su estudio sobre el comercio del vino canario en el periodo de 1650 a 1800, publicado en 1956 en forma de artículo y como libro en 1991 con el título de Canarias e Inglaterra: el comercio de vinos (1650-1800). Esta nueva línea de investigación se consolida cuando a fines de los años sesenta se produce su incorporación a la cátedra de la Universidad de La Laguna, lo que supuso un impulso significativo para la Historia de Canarias, de la que es uno de sus mejores conocedores. La nueva orientación historiográfica que desde el seno del Departamento de Historia imprimió a la actividad investigadora que se desarrollaba en las islas abordando los fenómenos de carácter social y económico bajo una óptica estructural, puntos de vista que conectan directamente con los procedimientos ensayados por la escuela francesa de Annales o bien se inspiran en las aportaciones de Vicens Vives, tuvo su reflejo en su propia labor investigadora, cuyo campo y el de su curiosidad intelectual es difícil de acotar pues, en su producción netamente canaria, se aglutinan un amplio abanico de temas relacionados con la economía, el comercio, la sociedad, la iglesia, la educación, etc., etc. De todos ellos destacaría esa sabiduría para escoger los temas e informar sobre ellos científicamente con su estilo preciso, didáctico y claro.

Sus trabajos sobre diversos aspectos de la economía y la sociedad del Antiguo Régimen constituyen, en su conjunto, una importante aportación ya sea por su carácter de síntesis, caso de los títulos Economía y sociedad en las Islas Canarias en el siglo XVIII (1975), Aproximación a la economía de las Islas Canarias (1978) y la La economía de las islas Canarias bajo la Ilustración (1770-1808) (1978), como por el de monografías más específicas del tipo de sus colaboraciones en la Historia General de Canarias sobre el comercio del vino en los siglos XVII y XVIII y la expansión de cultivos y los conflictos sociales a fines del Antiguo Régimen. A la colonización de nuevas tierras en el SW de la isla de Gran Canaria en el siglo XVIII (con la creación de tres poblaciones en los valles de Mogán, Venegueras y Tasarte para colocar en ellas el excedente de población del norte de la isla y su paralelismo con las nuevas poblaciones de Sierra Morena) está dedicada su ponencia presentada al Congreso Carlos III y las Nuevas Poblaciones, trabajo publicado también en el Boletín Millares. Al estudio de la llamada conflictividad ruidosa en las islas también ha dedicado dos importantes monografías: El motín de Agüimes-Las Palmas (1717-1718) (1989) el cual, aunque ha dejado de ser el primer motín ocurrido en Gran Canaria durante la época moderna, mantiene sin embargo intacta su importancia y trascendencia, por ser el referente tanto por lo que se refiere a la organización como a la represión de cuantas alteraciones populares se producen en la isla en el siglo XVIII y XIX. Fruto de esta línea dedicada a la conflictividad social fue asimismo La asonada de la "pobrera" de Lanzarote en 1789. Reflexiones socio políticas (1988), que viene a explicar el escaso índice de alteraciones populares registrado en las islas de señorío por la falta de una tradición o la motivación política administrativa, que despojaba a la tensión de un carácter ético económico, unido al escarmiento de alguna experiencia reciente.

Entre lo económico y social figuran sus trabajos sobre los denominados "vagos" y el régimen penal de las Islas, en especial de los condenados a enrolarse en los bergantines dedicados a la pesca del salado en Berbería, uno de los principales ramos económicos de Gran Canaria en el siglo XVIII, así como su estudio sobre la creación de un montepío textil de la Cofradía de Mareantes de San Telmo y sobre el abastecimiento de pescado fresco a la isla. Relacionado con el mundo del mar aparece la defensa militar de las islas, tema clave también en para el conocimiento de la fiscalidad en las islas y al que dedicó su atención desde mediados de la década de 1960 con la publicación de sus Ataques ingleses a Fuerteventura. 1740, reeditado en 1992 previa revisión de la obra, o el más reciente trabajo titulado La defensa militar de Gran Canaria. De la guerra de Sucesión (1701-1714) a la última contra Inglaterra (1805-1808).

La historia de la Iglesia es otro de los grandes temas en torno a los que ha girado la actividad investigadora de don Antonio. Sobre un tema tan trascendental como el de las parroquias, párrocos y ermitas, prácticamente estamos en el mismo nivel de conocimientos que nos proporcionó con el estudio sobre "La evolución de las jurisdicciones parroquiales de Fuerteventura durante el siglo XVIII", publicado en la Revista de Historia Canaria n° 170 (1973-1976), reelaborado posteriormente y editado con el título La parroquia de Nuestra Señora de La Antigua y la división eclesiástica de Fuerteventura en el siglo XVIII (1990). Aunque también ha estudiado el cierre de los hospicios franciscanos de Guía (una reelaboración se ha editado en el 2003 con el título Sor Catalina de San Matheo: repercusiones sociales en su villa natal) y de la Matanza y del fracaso de la instalación en las islas de la orden de los bethlemitas, sus aportaciones más significativas se han centrado en torno al patronato regio concedido a la Diócesis canaria y sobre el que se han presentado diversos artículos a las Jornadas de Historia de la Iglesia en Canarias y publicadas en la Revista Almogaren. A estos estudios hay que añadir sus dos estados de la cuestión sobre la historia de la Iglesia en Canarias en la época moderna presentados en el X Coloquio de Historia Canario-Americana (1992) y en las V Jornadas de Historia de la Iglesia (1993).

La asistencia social y la sanidad, con sus trabajos sobre el hospital de San Lázaro en Las Palmas de Gran Canaria a mediados del siglo XVII y sobre la inoculación e introducción de la vacuna antivariólica entre los años 1760 y 1830, así como la enseñanza primaria y la cultura, a través de sus artículos sobre las escuelas conventuales, parroquiales y públicas en Canarias en la modernidad, el proyecto de dotación de escuelas públicas en Tenerife de 1790, el estudio dedicado a una jornada escolar en Las Palmas de Gran Canaria en 1775 y sobre todo su colaboración de Arte y Cultura (siglos XV-XVIII) de 1995 a La Historia de Canarias por él coordinada, también han sido abordados por don Antonio en su itinerario investigador.

El rescate y publicación de fuentes documentales, no siempre abundantes en Canarias para la época moderna, también figura entre sus importantes contribuciones, incluso con fines didácticos, como lo acreditan la obra colectiva de recopilación de Textos para la Historia de Canarias (1994) y las individuales dedicadas a la vida y obra de Pedro Agustín del Castillo o a su Descripción histórica y geográfica de las Islas Canarias (2001), así como el Cuaderno del comerciante de la calle de la Peregrina, Don Antonio de Bètancourt (1796-1807) (1996).

La temática abordada y la obra de don Antonio es mucho más extensa que lo que indica la breve reseña expuesta, pero es que don Antonio, al margen de sus publicaciones, ha apostado por la reflexión que entraña la celebración de encuentros científicos, y lo ha hecho tanto desde la participación como desde la organización. Pueden destacarse entre otras ediciones y eventos el ciclo de conferencias sobre Canarias y Carlos III, organizado en el 1988 con motivo del bicentenario de la muerte de dicho monarca, el Seminario Felipe II, el Atlántico y Canarias (1988), el Coloquio Canarias y el Atlántico, 1580-1648, celebrado en 1999 con ocasión del IV centenario del ataque de Van der Does a la ciudad de Las Palmas, o el Seminario Felipe V y el Atlántico que conmemoraba el III centenario de la entronización de los Borbones.

Una escuela para el impulso de la historia de canarias

Si relevantes han sido los méritos y honores que en el ámbito de su trayectoria académica e investigadora concurren en el doctor Béthencourt, no dejan de ser menos los importantes frutos que ha venido cosechando en su calidad de maestro universitario. Pero es inevitable que al hablar de los méritos de don Antonio como maestro universitario podamos dar testimonio personal de sus virtudes, al igual muchos historiadores se han beneficiado de sus consejos y ayudas en el campo de la investigación. A su personal obra investigadora hemos de añadir la contribución que, con su impulso y dirección, ha hecho posible la realizada por otros historiadores (y no sólo modernistas). El profesor Bèthencourt ha sabido crear una fructífera escuela, siendo siempre un claro ejemplo de ciencia y de vida, pues su objetivo no se limitaba a llegar a la razón sino también al corazón, con su consejo atinado o la sugerencia apropiada, sin desechar ninguna opción (por banal que fuera) para imponer la suya, y alegrándose de los éxitos profesionales de sus discípulos como si fueran los propios. Desde el seno del Departamento de Historia de la Universidad de La Laguna desplegó una importante tarea de formación y dirección de numerosas investigaciones, en su mayoría memorias de licenciatura y tesis doctorales, contribuyendo con su labor a la consolidación de las bases del modernismo canario contemporáneo, adaptándose a las nuevas metodologías y favoreciendo una orientación interdisciplinar -fundamentalmente con los investigadores de geografía humana-.

Como hemos expresado, Bethencourt fue el impulsor de un ambicioso plan de puesta al día de la Historia de Canarias con un proyecto que cubría los ámbitos más variados, las estructuras y los movimientos sociales, la demografía y los procesos migratorios, la economía, la política, el poder, las instituciones, las mentalidades y la cultura, etc?. Este proyecto no era tanto un compendio sumatorio para abarcar todos los terrenos objeto del análisis historiográfico, sino el intento de construir una renovada historia regional que, a modo de las iniciativas que en tal sentido se desplegaban en otros países por la moderna historiografía, buscaba la explicación de modelos que pudieran caracterizar -y aún distinguir- los rasgos singulares del devenir que marcó a los procesos de la historia en nuestras islas. Resultado de ello ha sido la validez de muchos de los resultados que nos han permitido ir desvelando la caracterización de las estructuras soco-productivas que marcaron en el Archipiélago los tiempos del Antiguo Régimen tras la conquista y colonización del mismo. Su estrecha vinculación a las vicisitudes de la expansión atlántica que se proyecta desde fines de la Baja Edad Media y los elementos que han ido configurando a la sociedad isleña a lo largo de los siglos. Un análisis que no sólo ha sido útil para conocer el devenir histórico de Canarias sino el de las implicaciones que éste tuvo con el de otras latitudes. También con el curso de los procesos tanto de la historia española como de los procesos generales que cruzan desde Europa a los continentes africano y americano desde fines del siglo XV a los tiempos del presente.

Por otro lado, la actividad de don Antonio no se ha limitado al desempeño de la alta función de la docencia y la investigación, o del gobierno y gestión de la Universidad. Su magisterio ha tenido también un componente divulgativo importante. Consciente de que la destinataria última del conocimiento ha de ser la sociedad, no ha limitado su actividad a la historia científica sino a la historia divulgativa o también llamada "historia puente" destinada a conectar con el colectivo social. En este ámbito se circunscribe su actividad como conferenciante, su participación en seminarios y cursos, su colaboración en la prensa periódica, u otros medios de comunicación con voz siempre crítica e independiente, y, como no, sus intervenciones como pregonero -el único que lo ha sido dos veces del Pino-, donde expuso con brillantez el significado del concepto de "la civilización de la madera" en el siglo XVIII que se batía a brazo partido con "la civilización del barro o de la tierra de cultivo" en los mismos términos en que esta última se bate en la actualidad con "la civilización del cemento y del asfalto".

Fruto de la brillante trayectoria personal y científica descrita ha sido el reconocimiento de las más altas distinciones destacando, entre otros honores, sus nombramientos como Doctor Honoris Causa por la UNED (2003), Hijo Predilecto de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, Medalla de Oro de la Universidad de La Laguna, Premio Canarias al Acervo Histórico (1992) y, el más reciente, de Presidente de la Academia Canaria de Historia (2003).

Podríamos referir muchas más cosas del periplo vital de Don Antonio Bethencourt. Vivencias, anécdotas de quien fuera todo un carácter, y ello porque su vitalidad, su capacidad de trabajo y su ilusión nos provocan admiración a los que sólo con los datos de nuestra partida de nacimiento podemos demostrar que somos más jóvenes que él. Su curriculum vitae es de verdadera entidad universitaria. En él y en su actividad profesional nos reconocemos todos porque fue un historioador que nos enseñó muchas claves de la ardua tarea que consiste en comprender y explicar cómo las cosas han llegado a ser como son.