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Entrevista a Spencer Kagan

"Los padres de hoy confunden amor con permisividad, pero no logran hijos felices"

"Las tecnologías en las aulas son una espada de doble filo, pueden transmitir habilidades al alumno o aislarlo", apunta el psicólogo

Spencer Kagan. ANDRÉS CRUZ

L as aulas han sufrido cambios importantes con la irrupción de los dispositivos electrónicos. ¿Son una oportunidad o una amenaza para la enseñanza?

Son una espada de doble filo. Depende de cómo se utilicen en el aprendizaje. Pueden ser usados de forma muy positiva y poderosa o de una manera que aísle a los estudiantes, que se sentirán más solos y con menos apoyo. Se trata de que los alumnos trabajen en grupos para realizar proyectos y otras iniciativas con las tabletas. Eso los acerca y les da una serie de habilidades en liderazgo, comunicación o empatía. Pero si trabajan con ellas solos, no adquieren esas habilidades, que son precisamente las más demandadas por los empleadores, tal y como revelan las encuestas.

A los alumnos de hoy les cuesta fijar la atención durante cierto tiempo. ¿No corremos el riesgo de convertir al profesor en un animador, un 'entertainer'?

Si el profesor opta por dar una clase magistral, tendrá que lograr proveer a sus alumnos de muchísima estimulación. Nuestro método es distinto, pues los estudiantes se incentivan unos a otros. Los ponemos juntos y estructuramos la interacción para todos los que participan. Así logramos que se comprometan mucho, suena el timbre de final de clase y quieren seguir trabajando. Están estimulados por las ideas, los pensamientos y las interacciones. Cuando yo era joven, el profesor era lo más estimulante, pero los alumnos actuales están habituados a la MTV, Youtube... Durante un tiempo lo pasamos mal teniendo que competir con todo eso, pero cuando decidimos agruparlos descubrimos que no sólo consiguen estimulación sino logros académicos.

También ha cambiado la relación profesor-alumno, hoy mucho más horizontal que antes. ¿Se están diluyendo los roles?

Nosotros no renunciamos al rol del profesor. Es él quien debe presentar, demostrar y explicar. Pero los estudiantes tienen que interactuar con esos contenidos si queremos que verdaderamente los aprendan. Investigaciones muestran que con el formato de clase magistral aprendemos muy poco. Los alumnos apenas retienen un tercio de la segunda mitad de estas clases. La atención se dispersa. Si el profesor habla demasiado tiempo, los alumnos no están aprendiendo, sus mentes divagan. La alocución del profesor no debe durar más de diez minutos, dando paso a la interacción de los estudiantes. Después podrá volver el docente con su explicación. No renunciamos a la autoridad del profesor, pero controlando la clase en una forma que mantiene un alto nivel de compromiso.

Varios informes señalan serias lagunas en habilidades básicas como la lectoescritura. ¿Qué está ocurriendo con eso?

Es cierto que hay una erosión de habilidades. Eso viene de unos métodos de enseñanza inefectivos. Contar no es enseñar. Si ponemos a los alumnos a interactuar y practicar, entonces sí aprenden. Pero no se trata simplemente de agruparlos, así no funciona. Hay que estructurar con cuidado lo que hace cada uno. Hay una ganancia del 30% en aprendizaje efectivo sobre los métodos tradicionales. Está muy por delante. En matemáticas, en lectoescritura, en cualquier materia, si enseñas comprometiendo a los alumnos, ellos obtienen más aprendizaje efectivo.

¿Estos cambios en las necesidades pedagógicas de los alumnos vienen propiciados sólo por la incorporación de la tecnología o hay algo más?

Parte de ese cambio tiene que ver también con los padres. Antes, la mayoría de los chicos tenían todo el tiempo a un padre en casa. Ahora la economía ha cambiado, así que ambos progenitores están trabajando, es una necesidad. Eso significa que los estudiantes están menos supervisados en casa. En vez de escuchar a sus padres, obtienen sus valores de otros chicos, y a veces no son los mejores valores. En cuanto a la estimulación, lo que llama su atención es la novedad, porque no tienen a nadie que les ayude a concentrarse.

¿Esta sociedad no está criando a pequeños tiranos, que exigen ser entretenidos constantemente?

Parte del problema es que hoy ambos padres están muy ocupados. Se sienten culpables por ello y quieren tener un hijo feliz. Así que confunden permisividad con amor. Lo primero significa darle al niño todo lo que quiere, pero eso no lo hará feliz. Lo que sí lo hace feliz es atención y cuidado. El amor no es permisividad, el amor incluye ser capaz de decir 'no'. Hay que enseñar al niño a retrasar la gratificación, a trabajar por lo que necesitan... Creo que la actual generación de padres está cometiendo un error al confundir amor con permisividad.

Algunos se aventuran a señalar que quizá se haya verificado ya una modificación a nivel de estructura cerebral.

He realizado muchas investigaciones con respecto al cerebro, y no hay evidencias fuertes de que haya cambiado. Lo que sé es que la necesidad de estimulación y gratificaciones inmediatas es mucho más fuerte que antes.

¿Cómo ve el futuro de la enseñanza?

Sé que estos métodos que propongo funcionan no sólo a nivel académico, también proporcionan habilidades sociales, en empatía y carácter. Mientras se enseña, los alumnos aprenden no sólo el contenido de la materia académica, también todas esas habilidades. Mi esperanza para el futuro es que la docencia atreviese una revolución. Hay que trabajar con los estudiantes que tenemos, pero también enseñamos a los profesores a usar una técnica de calma, de meditación. Así, estudiantes que solían ser impulsivos y meterse en peleas, vemos que les va mejor. Los que estaban aburridos con el método anterior, quieren volver a clase.

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