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Patrimonio

"La cultura es un factor clave para reorientar el turismo en Canarias"

"Canarias necesita incorporarse ya a las nuevas corrientes de entendimiento entre turismo y cultura", asegura el doctor en Bienestar Sostenible, Innovación Ambiental y Valoración del Paisaje en el Turismo de la ULPGC

Matías Manuel González Hernández. LP / DLP

La Casa de Colón acoge hoy, a partir de las 19.00 horas, una conferencia suya titulada El Patrimonio cultural, eje vertebrador para un turismo sostenible . ¿Puede avanzar cuál será su discurso?

Advertiré que Canarias necesita con urgencia incorporarse con decisión a las nuevas corrientes de entendimiento e interacción entre turismo y patrimonio cultural, que suponen un cambio de paradigma en esa relación que se aplica con eficacia en otros territorios. Su extenso y peculiar patrimonio arqueológico, la riqueza y variedad de sus paisajes culturales, tanto en el medio urbano como rural, hacen de la cultura en sus diversas manifestaciones un factor potencial clave para abordar con éxito la tarea de reorientar el desarrollo turístico de Canarias hacia una senda más sostenible. No es, sin embargo, una tarea normativa ni simplemente tecnocrática. Mucho más que eso, requiere un importante cambio de mentalidad por parte de todos los sectores concernidos, y de la sociedad canaria en su conjunto.

¿A qué atribuye que nos hayamos dado cuenta tan tarde de las posibilidades que brindaba esta lógica interrelación?

Pues a lo que se ha dado en llamar la vocación rentista del capital. Durante décadas para el capital local el verdadero negocio, más que el turismo, fue la especulación inmobiliaria: recalificación de suelo con plusvalías millonarias. La potencialidad de una alianza constructiva entre patrimonio cultural, ambiente y turismo es, en Canarias, una novedad en el discurso que todavía debe ser trasladada a hechos concretos. Un ejemplo: las Dunas de Maspalomas, uno de los activos naturales con más valor turístico de Canarias, pero también de Europa, agonizan ante la pasividad de todos, no sólo de las administraciones, sino también de los empresarios y de la sociedad entera. Detrás de lo que hemos hecho con el turismo, está una sociedad que no ha comprendido la verdadera naturaleza de esta industria, lo que ha favorecido que las instituciones se pusieran al servicio de intereses cortoplacistas.

¿Qué retos necesitaría Canarias implementar para que esta corriente termine de afianzarse entre sus estrategias institucionales de desarrollo?

Profundizar en el cambio de orientación de la gobernanza del turismo hacia la noción de creación de experiencias con valor basadas en las reales preferencias de los visitantes reales y potenciales y en los intereses genuinos de la sociedad canaria entera, no sólo de grupos particulares. Algunas líneas: fortalecer las capacidades y la coordinación de las administraciones para recuperar y poner en valor elementos del patrimonio cultural deficientemente gestionados; poner más acento en planes de formación profesionalizadora bien dirigida que tenga que ver con el conocimiento y la gestión sostenible del patrimonio cultural (quizá necesitemos menos administrativos y camareros, y más gestores culturales convenientemente preparados para orientar su labor profesional también al turismo); modificar el marco normativo para de una vez separar la protección de la burocratización asfixiante de los procesos de decisión. La malla normativa que se ha creado es de locos, todo el mundo lo sabe y nadie hace nada efectivo. Los movimientos que se vienen dando persiguen más que la flexibilización, la extensión al medio rural del mismo modelo especulativo.

Con frecuencia relativa en las Islas hemos asistido a debates sobre la necesidad de conciliar usos, conservación y preservación de nuestro patrimonio, como modelo que muchos contemplan contrapuesto al desarrollo económico. ¿Qué opinión tiene al respecto?

Supongo que ambas cosas no son necesariamente contradictorias. La conservación y buena gestión de nuestro patrimonio es un ingrediente insustituible para el desarrollo socioeconómico sostenible, no debe entenderse como un freno para ello. Concibo un patrimonio cultural bien conservado y gestionado, que al mismo tiempo provee experiencias valiosas a residentes y turistas, que además contribuyen a la conservación y gestión de aquél. No veo contraposición, si se diseña una gobernanza adecuada.

¿Desde un punto de vista de la profesionalización y la cualificación del sector turístico no habría también que empezar a modificar las estrategias de formación, si pretendemos optar y dar respuesta a un mercado cada vez más exigente y diversificado?

Sin duda, de todos los retos concretos, ese es en mi opinión el más importante, y por ahí podría comenzarse a deshacer el nudo que hoy nos paraliza. Sin embargo, el sistema educativo, en todos los niveles, carece hoy de la vitalidad necesaria para acometer esos cambios. Harto de recortes y desprecio, falta espíritu transformador. Sin embargo hay que estar atento a las experiencias concretas que en diferentes ámbitos están plantando semillas de cambio. Si todo ello se articula, un cierto optimismo movilizador puede abrirse paso?

¿La fractura social que existe en Canarias es un impedimento en esa tarea?

La fractura social y la parálisis institucional. El sistema político en las Islas es la escenificación permanente de un esfuerzo por mantenerse en el poder, de unos, y de acceder al poder, de otros. Todo lo demás, lo verdaderamente importante, queda en un segundo plano. La gente se ha acostumbrado a percibir que la política es eso, de ahí su enorme desprestigio. Pero por otro lado, una respuesta vertebrada, en la dirección que sea, a los imperativos de Canarias, como por ejemplo el rumbo que debe tomar la principal industria de su economía, y el papel que debe desempeñar en ello el patrimonio cultural, requiere liderazgo político ¡Pues para eso debería estar la política! Ese estado de cosas es difícil que cambie si una sociedad consciente no lo impone, pero a su vez ese cambio en la cultura social requiere liderazgo político. Como se ve, un complejo círculo vicioso.

¿En su opinión sería saludable que la cultura se retroalimentara de los beneficios generados por el pastel turístico?

Tiene que ser así, porque es lo inteligente y lo justo. Todos, residentes y turistas, tenemos que contribuir a la conservación del patrimonio, porque a todos nos provee valor, mejora nuestras vidas y nuestras experiencias turísticas. Necesitamos capacidades institucionales y técnicas, y un sistema de gestión que contemple la transparencia y el rendimiento de cuentas como pilares del mismo.

Las regiones o territorios europeos que más crecen son aquellos que se han desarrollado implementando estrategias alrededor de la cultura como valor estratégico y valor añadido en la oferta de un mundo globalizado. ¿Por qué cree que se hace tan difícil que nuestros dirigentes y estrategas lo vean?

Porque hasta hace no mucho les resultó más fácil centrarse en la creación de rentas especulativas, de todo tipo. Con el suelo, con la posición geoestratégica de Canarias (ultraperificidad, REF, etcétera). Hemos tenido dirigentes políticos más hábiles en traer recursos financieros de fuera que en utilizarlos para crear las bases de un desarrollo socioeconómico equitativo y ambientalmente viable. Hay mucho también de pereza intelectual. La gestión estratégica de la cultura como fuerza motriz en la creación de valor (atracción de talento, atributo para atraer turismo con más capacidad de gasto, generación de cohesión social, etc.) requiere una gobernanza más basada en capacidades que en ocurrencias. Es más difícil construir desarrollo socioeconómico duradero y viable con un fuerte protagonismo del factor cultural, que trazar líneas en un plano para generar rentas especulativas.

¿Cómo valora y cómo cree que repercutirá en la zona de cumbre de Gran Canaria la hipotética elección de Risco Caído y los Espacios Sagrados de Montaña por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad?

Esto siempre es positivo, porque es una etiqueta que la gente en general valora. Localmente confiere orgullo, sentido de pertenencia y compromiso con la conservación y mejora. A los de fuera les atrae y sienten que visitan algo importante, la simple etiqueta puede conferir más valor a la experiencia. Pero claro, esto no basta, es también un reto para la gestión, que hay que desburocratizar (estamos enfermos de procedimientos desvinculados de los fines que se persiguen) y promover espacios reales de implicación y participación real. La Reserva de la Biosfera es una oportunidad para avanzar en la gestión participativa, aunque hasta ahora ese aspecto ha presentado notables déficits.

¿A su juicio qué territorios españoles están optimizando o trabajando mejor este binomio o interacción entre turismo y patrimonio cultural?

En nuestro caso, el patrimonio cultural representa una oportunidad de robustecer, diversificar, añadir valor y hacer más sostenible el turismo, que sigue teniendo como referencia el espacio costero, las playas y el clima. En el ámbito urbano, Barcelona se está haciendo las preguntas adecuadas, aunque más complejo es dar las respuestas adecuadas. El crecimiento explosivo de la demanda ha producido una fuerte presión sobre la ciudad patrimonial y la respuesta a este problema sólo puede ser integral, esto es, tiene que ver con urbanismo, fiscalidad, modelos alojativos (incluyendo el boom de la vivienda vacacional), desarrollo de infraestructuras en nuevos barrios para desconcentrar la presión turística, etc. En Galicia y otras partes se están haciendo cosas interesantes con las rutas del románico, y la creación de rutas de interés gastronómico (vino, quesos y otros productos del kilómetro cero etc.) está contribuyendo a dinamizar la economía de ciertas áreas rurales en toda la geografía española. Lo importante es estar atento a los efectos desestabilizadores que estas políticas también tienen, sobre el territorio o sobre los precios de bienes básicos, como la vivienda, para tomas las medidas compensatorias adecuadas. La clave está en la dirección que señala la brújula. Si es la de que el turismo distribuya equitativamente sus beneficios, se limiten las presiones sociales y se aproveche para relanzar políticas culturales que provean experiencias de calidad al visitante, pero que también mejoren las condiciones de vida de la población local, seguro que acabarán encontrando las respuestas adecuadas.

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