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Entrevista

"Sobran agoreros del fin del mundo"

"Necesitamos líderes que sepan y quieran hacer algo sin mirarse tanto a ellos ni tener miedo al qué dirán", afirma el Padre Ángel

Padre Ángel. LP / DLP

Trae un anuncio: un mundo mejor es posible. El problema es que lo hemos oído tantas veces...

Pues no solo es posible, sino que estamos construyendo un mundo mucho mejor que el que antes había. El mundo de hoy es mucho mejor que el de hace 200 años, 100 años o 50. Mueren menos niños de hambre, hay menos analfabetismo, hay más probabilidades de curar enfermedades, hay más solidaridad. ¡Nunca en la historia de la humanidad hubo tanta solidaridad como ahora!

Y si el mundo actual es mejor, ¿por qué cunde tanto pesimismo, tanta sensación de involución, y a veces parece que otro tiempo pasado fue mejor?

Porque a veces somos muy masoquistas. Lo que sí encontramos hoy es menos ilusión y más tristeza entre los gobernantes y políticos. Ellos deberían ilusionarse más, y también ilusionarnos más. Pero incluso los políticos de hoy son mucho mejores que los gobernantes de antes. Al político que hoy hace algo malo se le llama corrupto y se le persigue. Antes casi se les admiraba y se pensaba que eran los listos de la sociedad. Insisto: el mundo que vamos a dejar a nuestros niños es mucho mejor.

Hablaba de pérdida de ilusión. El desencanto de la juventud es un rasgo actual. ¿Tiene remedio?

Tendrá remedio cuando aparezca un verdadero líder. Solo hay que ver la aparición del papa Francisco, que ha remozado la Iglesia, ha ilusionado y ha dado esperanza. Necesitamos líderes como él: que sepan, que quieran y estén ilusionados en hacer algo sin mirarse tanto a ellos ni tener miedo al qué dirán.

El circo romano, el fútbol, la te levisión... ¿Cuál diría que es hoy el opio del pueblo?

Podría ser lo digital. Pero igual que se le puede llamar el opio del pueblo, también es un medio para entretener y hacer feliz a la gente. Hay que ver la parte positiva de los circos. Miremos la botella medio llena siempre. Porque somos unos privilegiados. Poder abrir el grifo y que salga agua potable, o tener a alguien a quien dar los buenos días en casa es un privilegio. Sin embargo, no nos damos cuenta hasta que lo perdemos.

¿Por qué cree que la gente no estalla ante la crisis, la pobreza y las desigualdades?

Porque hay una gran solidaridad. Yo pensé que habría un estallido social. Pero eso se ha evitado porque los que tienen más han ido compartiendo con los que menos tienen. No ha sido necesaria la explosión social.

Por cierto: ¿cuántas veces le han animado a presentarse a unas elecciones?

Yo ya me presenté una vez a las elecciones más importantes, y he jurado y perjurado seguir en la elección de cura, en la que estoy feliz. Aunque a veces sea incómodo para el estamento de la Iglesia.

¿Y cómo ve a su 'partido'?

Yo sigo creyendo en la Iglesia de los pobres, la del papa Francisco, la que fundó Cristo. El Papa no tiene pelos en la lengua para decir que es una vergüenza lo que pasa con los emigrantes, o que es un escándalo que sigan muriendo niños de hambre. En esa Iglesia creo yo. La que defiende a los más desfavorecidos y los pecadores. Como la que representaba el cardenal Tarancón, ese gran cardenal valenciano que dijo en una carta que no podían ni debían callar los obispos ante la miseria y la pobreza. Y por decir eso lo recluyeron como obispo de Solsona casi veinte años.

Lo que sí van escaseando en su partido son los militantes .

¡Algunos de los militantes es mejor que se jubilen y lleguen nuevos!

¿El dinero manda hoy más que nunca?

Siempre ha mandado el dinero, el poder, los periodistas... Aunque mire: el valenciano Vicente Ferrer no tenía mucho dinero pero tenía todo el poder del mundo. Fue una de las personas que transformaron la India. Y no lo hizo con dinero, sino con voluntad, exigiendo, creyendo en aquellos que no tenían nada.

Entonces cree que hay cosas que tienen más poder que el dinero.

Sí. La filosofía, la voluntad de querer a la gente. El amor. Eso es lo que manda, eso es lo que lleva incluso a dar la vida por los demás. Ese es el verdadero poder. Si nos ofrecen un millón de euros o un millón de besos, abrazos y cariños, seguro que nos quedamos con lo segundo.

Más allá de la superficie, ¿qué ve en el fondo de la corrupción?

Ambición, soberbia, avaricia. Querer más, y más y más. Pero eso tiene corrección. Para eso hemos de educar a los niños con que no es mejor el que más tiene, sino el que se lo gana con su esfuerzo.

¿Qué ideal se ha quedado con ganas de ver cumplido?

Tuve el sueño, ya cumplido, de tener una iglesia abierta las 24 horas del día. Tengo el sueño de poder visitar a Trump, y ya se lo he pedido, para decirle que los muros no resuelven nada. También sueño con que nuestros gobernantes quiten las vallas de Ceuta y Melilla. No digo que quiten los controles, pero sí las vallas con cuchillas, para que la gente no tenga que saltarlas.

Las prisas, el estrés y el agobio laboral cotizan al alza. ¿A qué tipo de vida nos aboca?

También vamos mejorando en eso. Antes trabajábamos sábados y domingos, y ahora ya no. Se pide que el trabajo sea menos esclavizante. Los robots y las máquinas, conseguirán aligerarnos eso. ¿Aire acondicionado, calefacción? Todo eso no existía no hace tanto.

¡Lo veo muy optimista!

No es optimismo; es realismo. Los setenta últimos años han sido los más maravillosos de la humanidad. Medicamentos, elementos de locomoción, la expansión de la educación... El problema es que hay demasiado agorero que solo ve cosas malas y cree que va a llegar el fin del mundo. Pues no: el fin del mundo no va a llegar todavía. Hay cosas preciosas que los más jóvenes todavía han de ver.

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