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Entrevista

"No hay amor por Europa porque es vista como la madrastra que castiga"

"La izquierda no ha reflexionado lo suficiente sobre la complejidad del mundo actual", afirma el director de ´Le Monde diplomatique´ en español, Ignacio Ramonet

Ignacio Ramonet. C. PARDELLAS

Habla de que el mundo vive un desorden. ¿Llegará al nivel de catástrofe?

Vivimos en un mundo que básicamente afronta tres problemas. Por una parte, está el desorden financiero, que fue la causa de la crisis de 2008 y que no se ha tocado. El sector financiero es el que tiene el poder real mientras que los políticos solo tienen la apariencia del poder. El segundo problema es el del cambio climático, del que cada vez se está teniendo más consciencia a nivel mundial. Si no se toman medidas, puede tener consecuencias catastróficas con el deshielo de los polos. El tercero es el de los riesgos geopolíticos: el terrorismo, Oriente Medio o las desigualdades norte-sur que generan las migraciones. En esto emerge Donald Trump, aparecen las tensiones con China y Corea... Si todos estos focos de inestabilidad se alinean podríamos ir hacia una catástrofe perfecta.

En 2008 hasta Nicolas Sarkozy hablaba de refundar las bases del capitalismo. ¿Cómo se ha pasado de aquel consenso que siguió al estallido de la crisis a este, donde todo sigue igual?

Eso nos indica el poderío de los mercados financieros, que no aceptan ningún tipo de regulación. En Estados Unidos había una ley que separaba los bancos de especulación de los bancos de ahorro. Clinton suprimió esa diferencia y los bancos comenzaron a especular con nuestros ahorros, hasta que se perdieron en 2008. Trump había prometido en la campaña que restablecería esa separación que venía de la crisis del 29 pero no lo ha hecho. Y también se ha notado que los mercados financieros, tras su elección, han mejorado resultados, lo cual es indicativo de que saben que no lo va a hacer. Lo que la Bolsa no quiere es la regulación, sino la libertad de actuar. Es muy difícil para cualquier dirigente político ir en contra de las lógicas financieras que dominan la globalización.

¿El peligro de que se forme una nueva burbuja como la de 2008 es real?

Sí, puede surgir en cualquier lugar, ya sea con las industrias verdes, con lo inmobiliario, en China... Otra burbuja surgirá, seguro, no la podemos prever, pero surgirá porque las burbujas son la norma del sistema financiero.

¿Por qué ante esta situación están emergiendo fuerzas que quieren una vuelta a la soberanía nacional?

Hay ahora una prudencia, si no pánico, con respecto al fenómeno de la globalización. La cuestión es que los que salieron perdiendo con la globalización comienzan a hacer masa y eligen a Trump o votan a favor del brexit. Esos perdedores también comienzan a rechazar al extranjero porque lo ven como los que pueden ser utilizados por los aparatos patronales para integrarlos sin derechos, sin grandes beneficios, al sistema del nuevo trabajo, destruyendo las adquisiciones sociales conseguidas en los últimos siglos. Hay una detestación del mundo financiero, de la globalización, de los extranjeros... y regresa la idea de la soberanía. Es un proceso, dentro de lo que cabe, lógico.

¿Como se puede compatibilizar esa pulsión por la soberanía con la globalización?

Pues pensando Europa de otra manera, por ejemplo, a través del proteccionismo solidario. Es decir, proteger nuestra producción y no dejar nuestras fronteras abiertas a la producción de otros países donde no hay leyes sociales, no se respeta el medio ambiente... Se necesita una Europa que tenga una fiscalidad semejante y en la que no haya dumping social. Esto hay que cambiarlo porque esa Europa de las finanzas no va a continuar. Ya no hay amor por Europa porque es vista como una madrastra que castiga, que es la Europa alemana que quiere luchar solo contra la inflación.

Usted vive de cerca la realidad francesa. ¿Macron traerá algún cambio profundo o es más de lo mismo?

Macron es en parte un continuista porque ha sido el ideador de la política económica de Hollande y ministro de Economía. De hecho, dimitió porque no pudo desregular la Ley del Trabajo como él quería. Pero, y al margen de su juventud, que es un punto importante, también tiene otro aspecto nuevo que seduce y es que piensa la articulación entre nuevas tecnologías y nueva economía. Eso atrae a muchos jóvenes que no tienen miedo a esta idea de la uberización de la economía y que, al contrario, piensan que es una nueva oportunidad. La izquierda no ha pensado eso y globalmente se queda pegada a una reivindicación tradicional de que todo lo que se ha adquirido es inamovible y, quizás hoy, eso no puede pasar. Esa es la principal virtud con la que Macron ha construido su mayoría y ha sido una mayoría importante porque todos pensábamos que el Frente Nacional sería el primer partido.

¿Se equivocó la candidatura de la izquierda francesa, La Francia Insumisa de Mélenchon, en no pedir el voto por Macron?

Pienso que no, y su postura era muy lógica. Mélenchon dijo que había que votar a Macron, votar nulo o abstenerse. Nunca dijo que Le Pen fuese una opción correcta. Sin embargo, hubo un chantaje mediático para obligarle a decir que votase a Macron. ¿Por qué? Porque el establishment francés quería que Macron fuese elegido con el 80 por ciento para que después él se arrogase esa mayoría para hacer lo que le viniese en gana. ¿Cómo vas a explicar después que tú le votaste porque en realidad votaste útil?

¿Por qué la izquierda, en Francia, Reino Unido o Estados Unidos, no canaliza el descontento social?

El electorado piensa que la izquierda no ha reflexionado suficientemente sobre la complejidad del mundo de hoy. La izquierda no ha desarrollado teoría, por decirlo de algún modo. En Francia, lo que a mucha gente fascina de Macron es que desarrolla una teoría sobre qué hacer hoy, sobre cómo articular progreso social y nuevas tecnologías. Sin embargo, la izquierda va como en un ferrocarril en línea recta, siguiendo una vía que hace mucho tiempo que no está trazada. Por eso encalla y por eso, en cuanto surge un problema, no tiene respuesta. La última que tuvieron fue el socioliberalismo. Macron es socioliberal asumido como lo fue aquí Felipe González, el primer socioliberal del mundo. Debemos reflexionar más sobre la economía del reparto, la uberización, el Airbnb y todos estos cambios trascendentales que están marcando ya nuestra sociedad.

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