La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Entrevista a Joaquín Achúcarro

"Disfruto con casi todo, por eso no renuncio a nada en mi repertorio"

"No es conveniente nutrirse de una sola cultura ni poner límites a nuestro desarrollo espiritual", señala el pianista

Joaquín Achúcarro. FERNANDO BUSTAMANTE

¡ Sesenta años sobre los escenarios y goza de una salud y vitalidad inéditas. Monta en bici, nada, mantiene intacto su frenético ritmo de vida, con conciertos por todo el mundo, su magisterio en Dallas, continúa estudiando nuevas obras? Pero el paso del tiempo es ineludible. ¿En que lo nota más?

Pues no sabría decirle. Sí siento que la memoria, que nunca me había preocupado, tengo que trabajarla más concienzudamente. En cuanto a la fortaleza física, desde siempre he desarrollado una técnica muy específica a mis medios y configuración física. Que ha estado en ininterrumpida evolución, adaptándose de modo muy analizado pero también muy natural a las circunstancias de cada momento. Siempre he tocado con poco esfuerzo físico, dosificando el peso y la fuerza de la pulsación y de los ataques en el teclado sobre todo el cuerpo, con una técnica que no arranca sólo de la mano, del antebrazo o del brazo. Ello me ha permitido y me sigue permitiendo obtener amplias sonoridades con relativo poco esfuerzo.

¿Quiere decir que va adaptando su técnica pianística a sus circunstancias?

¡Por supuesto! Pero es algo que no es nuevo, que ya me planteaba hace sesenta años. ¡Siempre! La técnica nunca puede ser algo inamovible. Tienes que ir adecuándola permanentemente a las circunstancias concretas de cada momento. No sólo de ti mismo, sino también del instrumento específico, de la acústica de cada sala, del pedal, de los mil y un detalles que intervienen en la interpretación. También del repertorio que tocas: no puedes abordar con similar criterio técnico cualquier partitura.

61 países, 221 orquestas y 403 directores han podido disfrutar de su arte. ¿Fechas memorables?

Uf! Pues no sabría decirle. ¡Son tantas y tantas! Desde que con trece años debuté con orquesta en Bilbao tocando el Concierto en re menor de Mozart hasta ahora, he actuado prácticamente en todo el mundo y con todos los directores y orquestas. Desde sir Adrian Boult a Simon Rattle, Yehudi Menuhin, Seiji Ozawa, Zubin Mehta, Riccardo Chailly, Colin Davis, Claudio Abbado y tantos otros. Acaso las fechas memorables lo sean más por cuestiones personales, íntimas, que por la importancia de la sala o del director que me acompañe. Recuerdo mi debut con la Filarmónica de Nueva York, con el Cuarto de Rachamaninov en el Avery Fisher Hall y Zubin Mehta. ¡Estaba nerviosísimo! Momentos antes de salir al escenario, me topé con un espejo y vi en él a Joaquín Achúcarro, que me decía: 'Pero eres tonto. ¿Nervioso? ¿No es precisamente esto lo que has estado soñando toda tu vida?'. También mi presentación con la Filarmónica de Berlín y Menuhin.

Una de las características que le definen es su versatilidad como intérprete. Su vastísimo repertorio abarca la práctica totalidad de estilos y estéticas...

Lo que ocurre es que disfruto con casi todo. Por ello, no veo la necesidad de renunciar a nada. Cuando te adentras en un repertorio determinado, tienes que hacerlo a través de tres vías: la partitura, la tradición y la identificación visceral. Cuando todo eso lo tienes ya en el estómago, digerido, llega la autenticidad.

Imagino que le resultará más fácil llegar a esa identificación con música de Falla o Albéniz que con Prokófiev o Bartók...

Sí, es cierto que tenemos un background educacional que forma parte casi de nuestro código genético, que hace que a un español le resulte más fácil entender El sombrero de tres picos que a un tailandés. Es por esta razón por la que, por ejemplo, nunca se me ha ocurrido tocar una mazurca. Y los valses comencé sólo después de haber estado mucho tiempo en Viena conviviendo con esa cultura.

Sorprende que precisamente usted no haya tocado nunca completa la 'Iberia' de Albéniz.

Así es. Un día, hace unos cuarenta años, mi querida e inolvidable Alicia [de Larrocha] me dijo: 'Oye, Joaquín, espabila, si quieres montar la Iberia hazlo ahora, porque luego ya será demasiado tarde'. ¡Tenía razón! Es una obra difícil, dificilísima, no tanto de montar como de desentrañar la partitura, que si no la abordas cuando eres joven y pletórico de energía ya luego te da pereza. Fíjese como será que cuando la añorada Rosa Sabater la grabó lo hizo página por página de la partitura: trabajaba una página por la mañana y la grababa por la tarde. Ahora me viene un poco a trasmano. He tocado mucho el primer cuaderno y El Albaicín, así como la pieza añadida de Navarra. Desafortunadamente no se puede tocar todo.

¡Pero si es más fácil preguntarle por lo que no ha tocado que por lo que ha tocado!

Exagera. Si piensa en la inmensa literatura pianística que hay, tengo que reconocer que sólo he interpretado una pequeña, mínima, parte. Sí es cierto que me he adentrado en todos los estilos.

¿Qué compositor no ha tocado nunca?

Prokófiev, del que únicamente he hecho su Tercera.

¿No le gusta?

¡Cómo no me va a gustar Prokófiev! Pero, como lo decía, ¡no se puede hacer todo! ¡No tengo siete vidas!

Su formación ha sido muy cosmopolita. ¿Cree que un pianista se puede formar íntegramente en España?

Es que hoy día resulta obsoleto hablar de fronteras y distancias. Yo enseñé muchos años en Italia -en la Accademia Chigiana de Siena- y sigo haciéndolo -desde 1989- en Estados Unidos, en la Southern Methodist University de Dallas, y al mismo tiempo doy conciertos por aquí y por allá. Mis alumnos proceden de los más dispares lugares. ¡Todo el mundo viaja! Vivimos en un mundo interconectado e interactivo. Nadie puede vivir aislado. Y nuestro entorno actual, afortunadamente, no conoce de fronteras. No es conveniente nutrirse de una sola cultura ni poner límites a nuestro desarrollo espiritual.

¿Cuáles son sus ídolos?

Muchos. Quizá destacaría a Rubinstein y Rachmaninov. También a Arthur Schnabel, sobre todo su Beethoven, que en los tiempos lentos alcanza dimensiones verdaderamente increíbles. Hace algunos años comencé a amar y respetar a Claudio Arrau. Y siempre, siempre está mi reina, como yo la llamaba: nuestra Alicia, ¡con la que tanto compartí! Creo que en España aún no nos hemos dado cuenta de su inmensa dimensión artística. Para mí siempre ha habido tres ideales interpretativos: el Scriabin de Horowitz, el Chopin de Rubinstein y el Albéniz de Alicia.

Olvida el Ravel de Achúcarro. ¿Y el Granados de Achúcarro?

No me toca a mí decir eso.

¿A qué pianistas actuales admira?

¿Quiénes son los de ahora? ¿Los de 20, 30, 40 años? El pianismo ha cambiado muchísimo en las últimas décadas. En mi tiempo estaban los rusos, que ganaban todos los premios. Hasta la irrupción, hace algunos años, de virtuosos chinos, coreanos y japoneses, que tocan todo y todo con una perfección que ya quisiéramos los de mi generación. Han establecido nuevos parámetros. Antes, teníamos tiempo de profundizar, de penetrar más en cada obra. ¡De detenernos! Ahora parece que hay que tocarlo todo, y cuanto más rápido mejor.

A algún joven sí admirará?

¡Muchos! Entre ellos, el italiano Alessio Bax, y no por haber sido alumno mío. ¡Es un pianistazo de un calibre único! También, ¡cómo no! a Daniil Trifonov. Después, también aprecio a Yuja Wang, que es increíble como toca. Su maestro en Filadelfia, mi buen amigo Gary Graffman, que también enseñó a Lang Lang, me hablaba maravillas de ella. Una pianista muy, muy seria, no sólo supervirtuosa. Detrás de su frívola apariencia hay una grandísima trabajadora.

¿Y Grígori Sokolov?

Otro pianistazo, ¡naturalmente! ¡Qué nivel de profundidad hay que alcanzar para montar un único programa, centrarse en él y tocarlo durante un año entero! ¡Qué nivel de exigencia, de concentración y de capacidad para buscar y encontrar los inagotables detalles y luces!

¿Proyectos para el futuro?

Seguir haciendo música.

Compartir el artículo

stats