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Entrevista a José Luis González Miranda

"En Latinoamérica el secuestro de migrantes es un gran negocio"

"El refugiado tiene miedo de denunciar, porque teme que las autoridades estén compinchadas", explica el sacerdote jesuíta en Frontera Comalapa (México)

José Luis González Miranda. LARA FERNÁNDEZ

Una vida poco aburrida, en una encrucijada geográfica tan crucial.

Me fui a Honduras gracias a la ayuda de la Delegación de Misiones, en especial con Luis Legaspi, que falleció hace poco. Allí conocí a los jesuitas. Me gustó el trabajo pastoral que hacían y fui viendo lo que Dios quería para mí. En 1993 entré en el noviciado de Panamá, y más tarde me ordené sacerdote. Ya hace años que no trabajo como médico: me dedico a cuestiones estrictamente pastorales y apostólicas.

¿Qué tarea tiene encomendada?

Trabajo en el Servicio Jesuita. Tenemos un albergue para migrantes, que se llama San José, y otro para refugiados, llamado San Rafael. El de migrantes es para una estancia de pocos días; y el de refugiados, para varios meses. También disponemos de un comedor para migrantes, que se llama Papa Francisco. La Iglesia tiene en todo México más de 60 casas de migrantes. Muchas de ellas estamos coordinadas en una red, que se llama Redodem (Red de Documentación de las Organizaciones Defensoras de Migrantes).

¿Qué tipo de situaciones se encuentra?

Trabajamos con los migrantes y refugiados que pasan de Centroamérica hacia México y Estados Unidos. El flujo se ha ralentizado desde que ganó Donald Trump, por miedo a no poder entrar en Estados Unidos. No obstante, la última noticia es que, después de un tiempo, vuelve otra vez a aumentar la migración.

¿Y los refugiados?

Hay un aumento constante y exponencial en los últimos años. En México, se ha pasado de una solicitud de refugio, por parte de población centroamericana, de unos 400 personas al año hace unos cinco años a los 8.000 contabilizados en 2016. Acnur calcula que este año serán 22.000. El crecimiento es exponencial, y estamos preocupados porque en poco tiempo puede ser imposible atender a tanta gente.

¿Por qué antes había tan pocos refugiados?

Porque la gente no sabe distinguir entre migrante y refugiado. Huyen, pero creen que son migrantes, y a nadie se le ocurre pedir refugio. La condición de refugiado requiere que cruces la frontera y que digas que estás huyendo y que no puedes regresar a tu país por determinados motivos. Puede que te pidan pruebas, que te hagan muchas entrevistas... El procedimiento dura unos cuantos meses.

¿De qué huyen?

A diferencia de los refugiados de los años 80 del siglo pasado, los de hoy no huyen de una guerra declarada oficialmente, sino de la violencia sistémica, del crimen organizado, de todas estas cosas que están provocando más muertos que cuando había guerras en Centroamérica.

¿Cuál es la procedencia de ese aluvión de refugiados?

Guatemala y, especialmente, El Salvador y Honduras. Uno de cada tres salvadoreños vive en Estados Unidos, especialmente en California. La ciudad del mundo con más salvadoreños es Los Angeles, hay más que en San Salvador. En términos generales, después de un proceso de tres décadas, hay un flujo muy importante en busca de reagrupamiento familiar en Estados Unidos.

En Chiapas lleva cuatro años. La zona fue muy conflictiva y ahora suena menos.

El zapatismo surgió el mismo día en que entraba en vigor el Tratado de Libre Comercio entre México, Estados Unidos y Canadá. En todo este tiempo se ha debilitado. Aún así, sigue con algunos principios muy interesantes de autogestión, de lucha contra la corrupción de los políticos... El Estado ha logrado debilitar algunas comunidades zapatistas ofreciendo algunos bienes a determinadas familias y a otros no... Chiapas sigue siendo un territorio muy empobrecido, pese a la abundancia de determinados recursos naturales, como el agua. Ahora, como Trump quiere renegociar el Tratado de Libre Comercio, todo eso va a remover el hormiguero. El valor que ahora predomina es el miedo y la búsqueda de la seguridad, quizá estamos retornando un poco a la Edad Media, y uno de los símbolos de esto es la construcción de muros.

Le llega un refugiado o un migrante. ¿Por dónde se empieza?

Por lo que está necesitando: ropa, calzado, comida, techo... Luego, saber si es migrante o refugiado. El refugiado tiene miedo de hablar, de denunciar, porque teme que las autoridades estén compinchadas con los delincuentes.

¿Hay motivos para tanta reticencia?

Desde luego. Hay casos de familias que han sido detenidas por la policía municipal, las suben a un vehículo oficial y las entregan a otro vehículo del crimen organizado, que las tortura, les pide teléfonos de familiares de Estados Unidos a los que reclaman un rescate... El secuestro de migrantes es un gran negocio para el crimen organizado.

Es un trabajo casi en plan Sísifo, siempre volviendo a empezar...

Es fundamental que haya avances en los cambios estructurales, en los campos cultural y político. Hay que fomentar la hospitalidad popular, en esa frontera y en todo el mundo. Hemos de ir a un mundo más hospitalario y fraterno, y eso es algo que tiene que ver con la fe cristiana, algo que refleja el Evangelio. Eso no significa levantar las fronteras de la noche a la mañana. Habría que ir a un proceso gradual.

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