Pasan cinco minutos de las cuatro y media de la madrugada del primer sábado de julio. Es día de Bajada y el recinto que alberga la ermita de Nuestra Señora de los Reyes se encuentra abarrotado, así como sus aledaños, donde miles de personas esperan la salida de la patrona de El Hierro. Una edición más, la sexagésimo novena, el pueblo herreño, cuyo calendario vital está marcado por esta fecha, tiene por delante una treintena de kilómetros para cumplir con la promesa cuatrienal que se remonta a 1741, trasladar la Virgen de Los Reyes desde su santuario en La Dehesa hasta la Villa de Valverde.

El frío, mucho frío, se hace sentir en la gente. Lo acompañan fuertes rachas de viento. Mientras, por fuera de la ermita, se desbordan saludos, besos y abrazos de reencuentros cuatrienales. En el interior del templo, pasadas las cinco de la mañana, la venia de los bailarines y tocadores del pueblo de Sabinosa a la Virgen da paso a la eucaristía. A las seis de la mañana, ante la expectación de una multitud, cuatro pastores sacan al exterior del templo a la patrona herreña y se la entregan a las autoridades de la Isla, quienes la trasladan en silencio hasta la Piedra del Regidor.

A continuación se produce uno de los momentos cumbre de esta tradición. A las seis y media de la mañana, el pueblo de Sabinosa, con sus tocadores y bailarines, levanta la imagen al son de pitos, chácaras y tambores. Emoción a raudales. Las primeras lágrimas brotan en muchos de los presentes. Por delante de la Virgen se cuentan por cientos los peregrinos que ya han comenzado el camino. En el primer tramo del recorrido al frío y al viento se le une la bruma. El pronunciado ascenso por las laderas del Cres hasta el mirador de La Gorona se convierte en una verdadera prueba de voluntad, fe y preparación física. Al llegar al mirador, a los primeros cientos de peregrinos la densa bruma impide divisar la otra vertiente de la isla y la virgen.

El sonido de los pitos, chácaras y tambores se muestra como la única referencia de la ubicación de la virgen. La visibilidad no va más allá de los cuarenta metros. Ahí, la imagen descansa durante unos minutos y se despide del pueblo de Sabinosa, cuya localización se adivina. La bruma arrecia. La ropa de abrigo se agradece, pero en algunos casos no es suficiente.

Cientos, miles de personas, prosiguen su camino. El ambiente desapacible no invita a la espera para ver la Virgen y los bailarines, ni para descansar unos minutos. Caen las primeras gotas de agua. El ascenso sigue hasta la Cruz de Los Humilladeros. Los miles de personas que esperan a la Virgen escuchan ya a los tocadores de Sabinosa. En el momento de hacer su aparición, comienza a llover de forma persistente, lo que impide, en gran medida, disfrutar de la llegada de la patrona herreña. La Virgen descansa y los caminantes aprovechan para desayunar.

Es el momento de saludar a familiares y amigos que hasta ahora el caminante no había reparado en su participación en la Bajada. Varios bailarines y tocadores comentan que el inicio de esta tradición fue precisamente para que la lluvia hiciera acto de presencia tras una larga sequía en la isla. "Ahora no nos vamos a quejar", subrayan.

Antes de continuar, los portadores del corso de la Virgen lo giran hacia La Dehesa para que vea por última vez el Santuario. Pero en esta ocasión se trata de una acción simbólica. La escasa visibilidad y la fina lluvia impiden observar ni la ermita de los Reyes ni el faro de Orchilla, que en otras bajadas se disfrutaba.

Desde la Cruz de Los Humilladeros hasta la raya de Binto, donde la virgen llega alrededor de las diez de la mañana, no cae el desánimo de los caminantes. Pero el tiempo sigue sin acompañar. En Binto, la expectación sube a medida que se acerca la virgen. Las espectaculares vistas de la vertiente sur de la isla tampoco llenan las retinas de los participantes en la Bajada. En la raya de Binto, se produce la primera entrega de la Virgen entre los pueblos de Sabinosa y El Pinar.

El ascenso continúa con frío, viento y bruma. La lluvia amainó hace tiempo. Los peregrinos, junto a la Virgen y bailarines y tocadores alcanzan la cota más alta del camino en Malpaso (1501 m). Desde ahí, se desciende hasta llegar a la Cruz de Los Reyes, gran punto de encuentro para decenas de miles de personas que cada cuatro años no quieren perderse ese momento en el que diferentes pueblos de la isla bailan delante de la Virgen. Aparecen los primeros rayos de sol.

Tras entrar a bailar delante de la Virgen los pueblos de Sabinosa, El Pinar, El Golfo, Isora, San Andrés y El Norte, la venia general se presentaba como otro de los momentos más emotivos para los herreños. Comienza el baile de la Virgen y comienzan a bailar todos los bailarines de estos pueblos. Sin embargo, en unos instantes se quiebra la emoción. Un malentendido entre los pueblos de San Andrés y El Pinar suspende el momento de emoción y echa por tierra el trabajo de cuatro años. Algunos de los bailarines y tocadores así lo expresan. "Esperando cuatro años para la Bajada y ahora esto". "Tenemos un enfado". Son algunas de las expresiones.

Este pequeño incidente fue el comentario más extendido entre los participantes de la Bajada. Sobre todo, entre los herreños, en el momento de la "tendida de manteles", momento del almuerzo, donde se volvieron a reunir diferentes miembros de las familias.

Tras el almuerzo, sobre las tres de la tarde, se inicia de nuevo la marcha por parte de los bailarines de El Pinar, que se dirigen hacia la raya de El Cepón , un barranco donde El Pinar entrega la imagen al de El Golfo, en otra entrega de gran expectación por su localización y visibilidad.

El frío sigue haciendo mella en los cuerpos de los participantes, ayudado por el persistente viento. Con El Golfo llevando la Virgen, los miles de participantes transitan por terrenos de jable. Llegan hacia las cuatro de la tarde a la raya de La Llanía, donde El Golfo entrega la Virgen a El Pinar.

Desde aquí, en un tramo más cómodo, los peregrinos llegan a la raya de La Mareta, una de las que desprende más expectación. En ella, El Pinar entrega la Virgen al pueblo de Isora ante miles de personas que se dan cita en el recodo de la raya.

El pueblo de Isora, tras un camino polvoriento, entrega a San Andrés en la raya Cruz del Niño, en plena meseta de Nisdafe. Es quizás el más cómodo de realizar. El grupo de bailarines de San Andrés acompañan la imagen de la Virgen, junto a los miles de peregrinos hasta la raya Cuatro Esquinas, donde hacen entrega al Norte, un grupo que representa a los pueblos de El Mocanal, Erese y Guarazoca. En la última raya, la de Tejeguete, espera Valverde que recibe la Virgen de El Norte. De aquí a la iglesia Matriz de La Concepción en la Villa de Valverde.

Una edición más, la sexagésimo novena, el pueblo herreño cumplió ayer su promesa cuatrienal, trasladar la Virgen de los Reyes desde su santuario en La Dehesa hasta la iglesia Nuestra Señora de la Concepción en la Villa de Valverde, capital de la Isla.