Latido a latido. De esos que marcan el compás del camino de la vida, por difícil que sea o por complicado que parezca. Impulsos de pequeños corazones empujados por el coraje de sus familias, para las que cada día es un regalo. Una fe que ayer les llevó al epicentro: Ciudad del Vaticano fue el lugar en el que un grupo de niños canarios con cardiopatías congénitas latieron al unísono.

La visita, que incluye a alrededor de 80 españoles entre pacientes y familias con esta patología, se enmarca dentro de un logro: la venta de casi 2.000 ejemplares del libro Cardiopatías congénitas, un mundo de historias, en el que se exponen las experiencias de familiares marcados por esta enfermedad. Adriana Martínez es una de ellas. Madre de una pequeña con una dolencia en el corazón, la joven admite que estar frente al papa Francisco ayer fue "muy emocionante", un sentimiento que se basa en su propia historia de lucha y que resumió al Pontífice con toda una declaración de intenciones: "Lo que nos ha traído aquí es la fe. No literalmente hasta este sitio, sino a este momento de nuestras vidas", señaló Adriana Martínez quien argumentó que "tener fe, tener fe siempre y creer que las cosas pueden salir bien nos ha animado mucho a todos".

Adriana, Narci y Gricela son las tres madres canarias que formaron parte del grupo participante en la audiencia pública del Papa en la Ciudad del Vaticano. Con sus pequeños y otros familiares quisieron trasmitir esperanza pero también visibilizar la patología, que en este caso además está directamente relacionado con Canarias puesto que la imagen de su lucha es un helicóptero, en alusión al medio de transporte necesario para los traslados de estos pacientes entre islas.

Granada, Barcelona, Palma de Mallorca,... familias de varias localidades del país coincidieron en la ciudad eterna en un encuentro que trasciende de la visita al Vaticano. Se trataba de compartir experiencias, miedos, necesidades... y esperanza, sobre todo esperanza y fe. De ahí la elección de participar en el acto con el Pontífice, lo que además de una inyección de energía, se convertirá en un recuerdo imborrable.

"Es una sensación indescriptible", resumió Adriana Martínez, quien admitió que "es inevitable empezar a temblar cuando el Papa se acerca". De Jorge Bergoglio destacó su cercanía, su humildad, su sencillez y su mirada "tan limpia que es imposible de olvidar", además de que del actitud de Francisco al hablar con las familias se desprende que "estaba escuchando, que no estaba allí para saludar sino que realmente le interesaba lo que se estaba diciendo".

"Me llamó la atención que, a pesar de que tiene un equipo de seguridad enorme, daba la sensación de que tenían la orden de que le dejaran acercarse a la gente, que no iba a pasar nada", insistió Adriana Martínez para quien una de los charlas más emotivas fue sin duda el pequeño intercambio entre su padre, Julio, y el Pontífice: "Le pidió que salvara a los niños y él hizo un gesto lógico de no está en mi mano a lo que mi padre respondió que entonces rece para que puedan salvarles los médicos".

La mañana se cargó de emociones, incluso antes de que el Papa apareciera ante ellos sobre todo por el apoyo general de la audiencia a Venezuela. "Los cristianos no están exentos de las tinieblas, externas o internas. No viven fuera del mundo, pero por la gracia de Cristo recibida en el Bautismo, son hombres y mujeres orientados: no creen en la oscuridad, sino en la claridad del día; no se llegan a sucumbir a la noche, sino que esperan en la aurora; no son vencidos por la muerte, sino que anhelan resucitar; no se dejan doblegar por el mal porque confían siempre en las infinitas posibilidades del bien", dijo Francisco.