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Gastronomía

El albariño es la fiesta

Desde hace más de sesenta años se organiza en Cambados una fiesta multitudinaria, ya famosa, al socaire de los vinos de la D.O. Baixas

Fin de semana festivo en Cambados. M. H. B

Nos excitaba, como siempre, el siguiente viaje a Galicia. Pero esta vez se acrecentó porque participaríamos de la fiesta anual dedicada al blanco que mejor representa a Galicia en el mundo.

Hace ocho años, en uno de nuestros periplos por India, gracias al interés del colega norteamericano Gerry Dawes, nos encontramos con Subhash Arora, presidente de la Academia India del Vino y del Club del Vino de India, escritor especializado en enología, editor y miembro del Century Club FIJEV-Paris. Un hombre que sabe de vinos; y, además, amable: nos hizo de cicerone en Delhi e introdujo en algunos de los más singulares restoranes. Subhash también nos dio su visión sobre algunos de los vinos del mundo, y sentenció, con una frase que siempre recordamos: "El mejor vino blanco español es el albariño". Pronto, en los primeros días de octubre nuestro ya amigo nos estará esperando para pasar unos días, al inicio de otra gira por su país.

Resulta motivador que un foráneo sea quien nos diga las virtudes de cosa propia. Despierta un nuevo interés. Así que, desde entonces, catamos y adoptamos al albariño como blanco de cabecera. Pero los blancos tienen, por acá, detractores; es notorio su menor prestigio frente a los tintos: "El mejor blanco es un tinto", cuando en realidad es -lo reiteramos- que España, Canarias incluida, fue, históricamente, tierra de blancos; de hecho, nuestras masivas exportaciones, en el XVI y el XVII, a aquellos epicúreos mercados europeos eran blancos vinados o encabezados y blancos de licor o licorosos.

Y esa tradición la ha mantenido con fidelidad el gallego, que sigue elaborando, en su inmensa mayoría, blancos; excepto el amandi, compañero de lampreas. Y otro mérito es la multitudinaria fiesta que desde hace más de sesenta años se le viene organizando al albariño en Cambados, que es puerto de mar: proveedor de pescados y mariscos únicos. Decía el enciclopedista gastronómico Alejandro Dumas que "la comida es la parte material de la alimentación, pero el vino es la parte espiritual de nuestro alimento".

Pero el prestigio que goza el albariño no se evidencia en todo su calibre. Nos comentaba el presidente de la D.O. Rías Baixas, Juan Gil de Araujo, que el 33 por cien se consume en la región, otro 33 en el mercado español y el resto se exporta; la comercialización de los vinos españoles sigue siendo una asignatura pendiente. Subhash Arora lo recalcó con pena. Nosotros, con un chovinismo que, a veces, nos invade, solemos husmear por las vinotecas y releer las cartas de restoranes por el mundo, y terminamos cabreados: Francia, Italia e incluso Argentina y Chile o California, Australia y Suráfrica ganan la partida.

A esa particularidad hay que añadir otras dificultades; no somos los canarios los únicos que conocemos adversidades: orografía abrupta, clima ventoso... Ese conocido minifundio gallego se evidencia en los cultivos, que son, en muchísimos casos, pequeñas parcelas, y no siempre juntas. Hay viticultores medianos que poseen más de veinte. Hablamos con algunos de ellos y uno, que también embotellaba, nos confesó que tuvo que vender la bodega porque no pudo con la comercialización. ¿No tenemos expertos en marketing? En fin, pero el gallego, que supo triunfar en la dura emigración, se agarra al terruño con fuerza y obtiene un vino elegante que no le sale low cost.

Y Cambados se convierte, en agosto, en una fiesta multitudinaria; la población es de quince mil habitantes y durante el fin de semana pasan por un pequeño bulevar más de cien mil; amén de entronizar como cofrades a personajes famosos, como fue este año José Coronado, con quien compartimos una de esas mariscadas antológicas. Una eficaz herramienta de marketing.

Y a ambos lados de aquel terreno, a modo de bulevar, se apostan ventorrillos, cada uno representando una bodega, más de treinta. Y todos los participantes, copa colgada al cuello, van probando el mayor número de los caldos que pueden. Se crean grupos, se reencuentran amigos y se organizan cientos de catas íntimas; pasan gaiteras... Hay orquestas sobre escenarios al aire libre, bailoteos espontáneos y, a la par, no cesan fragrantes humos de comidas. O negritos exponiendo sobre mantas abanicos y sombrillas, chubasqueros y paraguas, pues el tiempo cambia por allá de un minuto a otro. Los subsaharianos vienen con el marketing aprendido.

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