Era el auténtico rey chiflado de la comedia norteamericana, un hombre capaz de arrancar una carcajada con una mueca y de sembrar el asombro en el patio de butacas con una máquina de escribir y su sentido del ritmo. Jerry Lewis, genio de la pantomima y uno de los intérpretes más queridos de siempre, falleció ayer en Las Vegas. Tenía 91 años de edad y, en junio, había sido ingresado por una infección urinaria.

Nacido en Newark (Nueva Jersey) en 1926, Lewis (cuyo verdadero nombre era Joseph Levitch) era hijo de un pianista de variedades y de una cantante de cabaret, ambos judíos. Con esos antecedentes familiares, la orientación al mundo de las variedades era evidente, y con 18 años ya estaba metido en el mundo del espectáculo como cómico y cantante.

El primer hito de su brillante carrera se sitúa en el Club 500 de Atlantic City, donde debutó en 1946 junto a otro actor y cantante emergente: Dean Martin. El rol de bufón de Lewis y los ademanes de galán de Martin mezclaban tan bien como lo hacían ambos fuera de los escenarios, donde consolidaron una buena amistad. En la década siguiente, Martin y Lewis serían una pareja artística de éxito, y explotarían su fama en televisión y en 18 películas, entre ellas "¡Vaya par de marinos!" (1952), "Locos del aire" (1952) y "Loco por Anita" (1956).

Tras una década de triunfos, la pareja se separó en 1956 y Lewis comenzó una exitosa carrera en solitario, ampliando sus labores como intérprete a la escritura de guiones e, incluso, la dirección.

En los años siguientes, el intérprete protagonizó filmes ya clásicos de la comedia norteamericana como "El terror de las chicas" (1961), "Lío en los grandes almacenes" (1963, en la que se incluye el celebrado gag de la máquina de escribir), "El profesor chiflado" (1963) o "Un chalado en órbita" (1966). Su prestigio y su versatilidad le permitieron incluso dar clases de dirección en la Universidad del Sur de California, donde fue profesor de futuros talentos como George Lucas, John Milius o Steven Spielberg.

Con su carrera cinematográfica en pleno declive, Lewis se refugió en la televisión y en los espectáculos en directo, donde podía sacar todo el jugo a su talento para la pantomima. Retornaría al cine de manera puntual, para participar en papeles hechos a su medida como el Jerry Langford de "El rey de la comedia" (Martin Scorsese, 1983).