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Entrevista a Alberto Coto García

"Se trabaja más con alumnos con déficit escolar que con superdotados"

"Es fundamental una escuela para gente con aptitudes especiales pro su alto índice de suspensos", comenta el calculista más rápido del mundo

El calculista mental Alberto Coto. J. R. SILVEIRAO

¿Cómo se sobrepone a los problemas de adaptación al sistema de enseñanza?

Nunca resolví ese tema. Era introvertido y en las notas, anárquico. En primaria sacaba notables: en matemáticas más y en lo otro, menos. En el instituto me fue peor. Tenía que poner gafas por la miopía y si las quitaba no veía lo de la pizarra. En primaria logré pasar desapercibido con la estrategia de disimular mis habilidades. Ni en casa se enteraron; les parecía el típico guaje tímido, calladín, pero normal.

¿Ha suspendido o repetido?

Claro. Más que el dato concreto de repetir, que a lo mejor no queda muy bien, siempre digo que "sí" cuando en las conferencias me hacen esta pregunta. Eso es lo sano y no que un crío viva con el temor a la tragedia del suspenso. En los campeonatos de cálculo llegué a acostumbrarme a ganar y es horrible. Al siguiente torneo vas con una expresión fea.

A los 26 años, en la primera prueba de inteligencia, premio: cociente de 156 sobre 100.

Vivía en mi caverna de Platón hasta que en 1996 en un Centro de Oposiciones un profesor me hace un test típico de coeficiente intelectual con figuritas de dominó. Eso siempre me había gustado, así que lo respondí todo bien y en tiempo récord. El tío, que era psicólogo, me mandó a la Facultad de Psicología. Me sometieron a la prueba y se quedaron como muy flipados con el resultado.

Con las biografías de genios matemáticos se lleva una sorpresa.

Sí, es cuando decido dedicarme al cálculo. En un libro de Steven Smith leí datos objetivos de Carl Gauss, Gottfried Leibniz, el filósofo y matemático, André Marie Ampere, Leonhard Euler, incluso de autistas del siglo XIX. Pero me di cuenta de que yo empleaba menos tiempo que esos grandes genios y me dije: tengo retos que superar.

Para los expertos se pierde mucho talento porque se identifica a pocos.

En un aula hay alumnos de todo tipo. ¿Se debe apoyar a los que llevan retraso? Totalmente. No sé si es políticamente correcto decir que se ha trabajado mucho más con los de déficit escolar que con los sobrecapacitados. La mayoría sigue pensando que ya se buscarán la vida. Sin embargo, por falta de una formación adaptada, en secundaria su índice de suspensos y repetidores es alto. Einstein fue ejemplo de fracaso escolar. El superdotado intelectual no es un supercapacitado social, al contrario. Como está desadaptado, se ve como un bicho raro. Por eso, los cuadros de trastorno por déficit de atención, hiperactividad, depresión, etc. Soy partidario del desarrollo del conjunto de inteligencias en la línea de Howard Gardner. Es fundamental una escuela selectiva para gente con aptitudes especiales. Muchas veces me viene la mamá con que su niño es superdotado, como si fuera una bendición. No lo digo nunca, pero en realidad tienen un problema.

Critica usar la calculadora.

La calculadora es útil, pero para sumar cinco más tres no la utilices. Los guajes no apean la vista de la maquinita. En palabras de Karl Marx, estamos alienados. El cálculo fortalece las conexiones neurales en los niños porque su cerebro es más flexible, pero también en los mayores.

¿Cómo empieza a ganarse la vida?

Mediante el cálculo. Después de terminar la carrera en 1994, hice cursillos de contabilidad, nóminas y seguridad social para entrar de asesor laboral, fiscal y contable. En 1995, cuando estaba preparando oposiciones, vi a un concursante en Qué apostamos ganar tres millones de pesetas por realizar en 2 minutos y 40 segundos unos cálculos que yo hacía en 40 segundos. ¡Cualquiera se resiste a esa tentación! Me preseleccionaron en el 96, me avisaron para el 97 y concursé en el 98. Lo pasé muy mal, pero me salió muy bien. Fue mi primera vez en la tele, en directo: sentí pánico, pero pude concentrarme.

Vaya carrera de récords y campeonatos de mundo.

Llevo siete títulos de campeón del mundo, dos medallas de oro en la Olimpiada de Deporte Mental y el récord Guinness lo he batido 14 veces, la primera en 1999 en Antena 3 y la última en 2014 en La Paz (Bolivia). Valoro más los campeonatos, porque estás compitiendo. La concentración es clave por eso suelo afirmar que, en esa situación, ni huelo, ni oigo, ni veo, ni pienso, sólo calculo, me convierto en un autista, dicho con respeto y orgullo.

Pasa poco tiempo en casa. ¿Lo suyo da para vivir?

Seis meses en casa y otro medio año itinerante. Recorrí toda España, la última provincia que me faltaba era Jaén. En 2007 firme con la editorial Edaf, promocionaron muy bien el libro Entrenamiento mental, me llevaron a América Latina y me enamoré de esos países. Calcular da para vivir si te lo montas bien. No necesito grandes cosas. Este es un trabajo que me permite tener tiempo, moverme, organizarme como me da la gana, con él aprendo y me siento realizado.

¿A los 47 años entra en sus cálculos casarse y tener hijos?

A ver, intenté. Hace poco me lo preguntaron en México y mi respuesta fue que si me pudiera casar a tiempo parcial, lo haría. A los 47, como el décimo quinto número primo, he me vuelto muy independiente, muy individual y muy egoísta con mi tiempo. Si alguien encaja con esas rarezas o peculiaridades mías y me hace mejor la vida de lo que es pues, bueno, podría probar. Lo que he descubierto hasta ahora es que mi estado natural es la soltería.

¿Y lo de ganar millones en el casino?

En los años 80 podías ganar al sistema si eras muy hábil. Hoy no, porque es un barajeo con má- quina y seis mazos de cartas. De la lotería me acuerdo del domingo, 22 de diciembre de 2002 en Antena 3 traduciendo los premios del sorteo de euros a pesetas mientras Anthony Blake adivinaba el gordo. Sufrí como un cabrón, sudé la gota gorda calculando a una mujer cuánto le había tocado con el primer premio. Me quedé en el anonimato y Blake se llevó la gloria (se ríe).

¿Por qué usted elige estudiar Empresariales en vez de Matemáticas?

En el instituto, la matemática me la enseñaron como un examen que hay que superar, en una pizarra llena de fórmulas. Me pareció aburrida, un coñazo, no le hice caso. Hay que humanizar su enseñanza, darle esa connotación que tiene con la filosofía. Para que los alumnos la vean como algo atractivo hay que empezar por la parte histórica. Yo me enamoré de las matemáticas tarde, cuando leí a Newton y Leibniz. De hecho, cuando terminé COU, lo que más me gustaba era filosofía, me encantaba, pero claro ¿a qué te vas a dedicar luego? Al final eché la solicitud para Empresariales y estudié Ciencias del Trabajo, una carrera corta y muy interesante.

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