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Entrevista a Julián Ariza Rico

"España es un país con demasiados negociantes y muy pocos empresarios"

"La obligación de los sindicatos es que haya trabajo, pero trabajo digno", comenta el sindicalista, fundador de CC OO

Julián Ariza Rico. LUISMA MURÍAS

En tantos años ha cambiado el sindicalismo, el sistema de producción...

Y la clase trabajadora. El sistema de producción induce ahora a una individualización que la normativa laboral trata de trasladar a las relaciones laborales. Hay un cambio de mentalidad: el trabajador no es solo un asalariado, es también un ciudadano y el sentido de clase está muy diluido.

¿Un cambio para mejor o para peor?

Tratar de resolver individualmente el estatus laboral es un error. Ante las agresiones y la involución en las relaciones laborales no hay una reacción contundente. Hay cierta tendencia a no asociarse. La acción de los sindicatos es universal y los beneficios de su acción se extiende a todos los trabajadores, sin necesidad de estar afiliados, y eso no estimula la afiliación, así que no tienen suficiente fortaleza para dar respuesta a las reivindicaciones en curso. Hay una central, que es la mejora del poder adquisitivo de los salarios, que en definitiva es una distribución más equitativa de la riqueza.

¿No será el momento de replantear la función de los sindicatos?

Lo estamos haciendo. En el último congreso de CC.OO. ha habido un relevo generacional y una toma de conciencia. Lo industrial ha perdido entidad, el trabajador y la contratación tienden a la fragmentación, hay un cambio de mentalidad... Hay que buscar nuevas formas de relación. El sindicato de tradición industrial va desapareciendo y está haciendo un esfuerzo por adaptarse. No es fácil, porque para este sistema productivo y para el capital somos un estorbo, un obstáculo para el desarrollo de la economía de mercado, porque condicionamos el precio del trabajo.

Mucha gente los ve así, también trabajadores.

La obligación del sindicato es que haya trabajo, pero que haya trabajo digno. La principal tarea del sindicato es que eso se lleve a la práctica, con una ordenación que proteja al trabajador. Todo lo que se ha conseguido ha costado dos siglos, sangre, sudor y lágrimas. No frenamos las iniciativas empresariales, lo que queremos es que se atengan a una normativa. Hay una hegemonía de la derecha, a nivel europeo y general, y el empresario es el sujeto a proteger. A mí me llama la atención el poco descrédito que entre la sociedad tienen los corruptores, que en su mayor parte pertenecen al mundo empresarial; y lo mismo ocurre con la evasión y el fraude fiscal.

Los sindicatos también están envueltos en la corrupción.

Efectivamente, se han cometido torpezas. Hay gente que no tiene cabeza, porque todo lo que se puede sacar de eso son miserias, calderilla. Pero mi percepción es que son escasísimos los casos y que el sindicato ha sido tajante al combatirlo, como se ha visto con las expulsiones por las tarjetas black.

¿Qué piensa cuando ve a José Ángel Villa, histórico líder sindical de los mineros, entrando y saliendo de los juzgados por corrupción?

Siento una mezcla de indignación y pena. Es increíble que alguien con el predicamento que él ha tenido haya sido capaz de dilapidar eso por la codicia.

En lo político ha habido un gran cambio, con nuevos partidos; eso no sucede entre los sindicatos.

Ha habido un intento para crear una tercera central pero no ha prosperado. Lo que sí ha crecido son los sindicatos corporativos, que pueden paralizar todo un sector y hacer mucho daño al sistema productivo, como ocurre con el transporte o la sanidad.

¿Qué ha dejado la crisis?

Se lanzaban llamamientos a hacer un esfuerzo por cambiar el modelo productivo, y no se está haciendo. Se sigue recurriendo al trabajo barato. España es un país con demasiados negociantes y muy pocos empresarios.

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