La Provincia - Diario de Las Palmas

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Entrevista a Cristina Gallardo-Domâs

"Gran Canaria es mi verdadera casa"

"Prefiero los teatros más pequeños con un trato más cercano, donde te agasajan, te invitan, se preocupan más por los artistas. Es lo que ocurre en Canarias", comenta la cantante de ópera

Cristina Gallardo-Domâs. SANTI BLANCO

Cristina Gallardo-Domâs, la celebrada soprano chilena, llegó el lunes a Gran Canaria y comenzó de inmediato a trabajar con Nauzet Mederos, su pianista y amigo, el programa del nuevo CD que grabará en Orense con obras escritas específicamente para la Comunidad gallega. Entre ellas, algunas de Antón García Abril y otras, también contemporáneas, de Lor, Montsalvatge y Juan Durán, compositor gallego de los más significativos en la actualidad, quien hace un paréntesis en su trabajo creativo para acompañar a Cristina como pianista. El CD incluirá igualmente un repertorio de ópera. Además, aprovechando su estancia en la Isla, la cantante celebra su 50 cumpleaños, que no siente "ni mínimamente", rodeada de amigos canarios.

Señora Gallardo-Domâs, bienvenida a la Isla que usted eligió durante años para residir con su familia...

Exactamente. De hecho, Canarias es en mis treinta años de carrera el lugar en que más tiempo he vivido. Llegué sobre el 2001 y por más de una década se convirtió en mi centro de operaciones profesionales. Aquí hice mi vida, me rodeé de grandes amigos e incluso tuve un hijo. A pesar de haber pasado períodos en mi Chile natal, la experiencia no ha sido comparable a la de aquí, donde estoy como en casa.

Celebrar en Gran Canaria un cumpleaños tan importante significa que sus mejores amigos están aquí...

Sí, los de toda la vida, los que me acompañaron en todo momento a los distintos lugares cuando tenía una vida profesional muy intensa dedicada a la ópera. Hoy en día, sin embargo, me dedico más a los conciertos y los que pueden también me acompañan. Lógicamente si hay un lugar para festejar es Canarias con quienes, a pesar de la distancia en muchas ocasiones, han seguido cerca gracias al whatsapp, al facetime, al skype, en definitiva, a las nuevas tecnologías.

Tiene usted una gran carrera internacional como soprano de ópera, pero ha reducido la intensidad de sus actuaciones... ¿Cómo se explica a una edad en que las grandes voces están en su cenit?

La verdad es que reduje el ritmo por motivos familiares y porque hubo una coincidencia en el tiempo en que la ópera ya tomaba giros muy poco interesantes para mí. De ahí que decidí seguir realizando un trabajo artístico, pero en conciertos, recitales, etc... También me ha atraído siempre el campo lírico, la parte de la docencia a un nivel alto. Hoy en día disfruto con todo ello. No extraño la ópera ni lo más mínimo.

Entre su Chile natal y el Monte Lentiscal, donde ha residido, su vida fue un constante peregrinar por los más exclusivos escenarios del mundo. En Nueva York, Londres, París, Milán, Salzburgo y muchos otros la han aplaudido fervorosamente. ¿Es una vida siempre gratificante, o tiene algo de esclavitud?

Tiene más de esclavitud que de gratificante. Trabajas arduamente y al final del día lo único que te apetece es una simple ducha. En eso consiste el trabajo de un artista. Disfrutaba poco cuando cantaba en estos grandes teatros de clase A por la alta exigencia y porque el trato humano con los artistas es muy escaso. Prefiero los teatros más pequeños con un trato más cercano, donde te agasajan, te invitan, se preocupan más por los artistas. Es lo que ocurre en Canarias. Tras pasar por los escenarios exclusivos resultó una maravilla venir aquí, como agua fresca caída del cielo. El trato con la gente resultó muy enriquecedor y eso me enamoró.

Durante años fue usted una de las grandes Traviatas, un rol que ha cantado más de 250 veces y, según los expertos, la mejor Butterfly de su tiempo en el circuito internacional, como también Mimí, Desdémona, Sor Angélica, y otros personajes inmortales. ¿Volveremos a escucharlos en su voz?

No. Una de las cosas que tuve siempre claras fue la de dejar los roles en los momentos culminantes, cuando ya no eras un mero cantante sino que predominaba en ti el artista. No fue fácil porque también me gusta tener un buen recuerdo de lo que alcancé y porque las tablas, el teatro, la ópera, tienen una parte adictiva (como ocurre hoy en día con Plácido Domingo). También hay un punto en que toda tu vida se vuelca en la carrera y dejas de lado lo personal y la familia. Yo no quise dejar de ser mujer, persona, madre, porque para una mujer de la ópera es muy difícil estar casada, tener hijos, etc... Desafié, por ello, todos los cánones establecidos.

Regresó a Chile para acompañar a su esposo, prestigioso abogado que durante años estuvo destinado en Sudamérica. Pero ambos han vuelto a España, donde ahora residen. ¿Será por otro período, o para siempre?

Esta vez nos quedamos en Madrid con una intención definitiva. Ya no hablamos de tanto desplazamiento.

En los últimos tiempos ha sumado a su repertorio de soprano el de mezzosoprano y dice preferir el concierto a la ópera. ¿A qué se deben esas decisiones?

La ópera cumplió su período. Además, curiosamente, los recitales y conciertos son mucho más exigentes porque requieren que pongas de tu parte el 200%. Me gustan los desafíos. Con ellos aumenta mi concentración y compromiso. En los conciertos tengo que apostar más por la interpretación. Por otra parte, en la ópera sales de escena y vuelves a entrar, cuentas con momentos de descanso. Los conciertos y recitales ocupan períodos más concentrados, no tan prolongados como con la ópera, en la que a veces tienes que pasar meses en una ciudad. Y hasta son mejor remunerados. Por otro lado, en cuanto al repertorio de mezzosoprano, recuerdo que en una de las múltiples audiciones que realicé en mis comienzos, el director de escena me dijo: "Hoy estás de soprano, pero en quince años pasarás a mezzo". Me quedé muy sorprendida con el comentario y, sin embargo, hoy en día tengo también el registro de mezzo. Además, me encanta el jazz, en cuyo mundo pude entrar cuando estuve en Leipzig con la cantante Didi Bridgewater. No tengo un repertorio, pero sí canto obras clásicas con un punto jazzístico. Interpretar este tipo de música es uno de mis sueños.

Su voz cálida, su expresividad y su talento musical conquistaron a los públicos de las temporadas de ópera de Las Palmas y del Festival de Canarias. Nadie ha olvidado aquellas noches triunfales y todos desean revivirlas. ¿Ocurrirá algún día?

Eso espero. Siempre cuento con que llegue alguna oferta, un proyecto para volver a Canarias a cantar, pero hasta ahora, no ha sucedido. Con la nueva dirección de Ulises Jaén en el teatro Pérez Galdós, quizá tenga alguna posibilidad de regresar.

Algunos de sus íntimos la describen como una "madraza, muy hogareña y familiar..."

Creo que mi vida, si fuera una ópera, se dividiría en dos actos: Primero, mi hija Romina y segundo, mi hijo Esteban. Ambos han sido mi inspiración para muchos de mis roles, sobre todo la niña, que es ya mayor y ha viajado mucho conmigo. En el Metropolitan, por ejemplo, Anthony Minghela, director de cine que obtuvo un Óscar por El paciente inglés, dirigió Butterfly. Al ver a Romina dijo: "¿La ven? Ella es Butterfly (con su esencia y su pureza)". De todas formas, en el día a día compatibilizar esta carrera con los niños es un desafío.

Su segundo hijo, Esteban, nació en Gran Canaria y fue apadrinado por grancanarios. ¿Siente él la llamada de su tierra natal?

Sí, toda la vida ha dicho que quiere volver y yo lo apoyo. Sin embargo, siempre hemos tratado de conciliar un vínculo familiar a pesar de las exigencias profesionales, y ahora, por primera vez, estamos los cuatro juntos llevando una vida más estable de familia, con mis dos hijos estudiando en Madrid, una en la universidad y el otro en el colegio.

Algunos amigos la han visto lactar al pequeño Esteban durante los entreactos de sus actuaciones operísticas. Es una imagen infrecuente, que la diferencia de otras grandes divas agobiadas por los viajes y constantes cambios de residencia, los ensayos, las actuaciones, el estudio de nuevos roles...

Él ha estado también conmigo en diversas óperas, como Romina. Lo normal es que a un ensayo sólo vaya el artista, no que lleve a los hijos, pero al ser primera figura lo hablaba y si el niño no daba problemas tampoco había inconveniente en traerlo. Además a mí me encantaba que vinieran porque eran mis oídos más críticos. Ellos se aprendían las obras antes que yo. Los dos tienen mucho oído y voz, sin embargo yo nunca les he impuesto que se dediquen a mi profesión.

En el balance de su existencia, ¿cuáles son sus prioridades?

Me encuentro más serena. Me ha costado adaptarme a bajar las revoluciones. Como mi familia está bien, yo me siento fantásticamente, preparando, aparte, mis nuevos programas. Han valido la pena este cambio y todas las decisiones que he tomado, nunca fáciles pero sí muy voluntarias. Ya la exigencia en la ópera era demasiado elevada y había que sacrificar mucho personalmente. Ahora mi lema es cantar para disfrutar o disfrutar cantando.

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