Coloquial y alegremente se dice que algo cuesta un riñón cuando es muy caro. Pero los dichos populares no siempre aciertan. Lo que de verdad tiene valor es aquello que no tiene precio y lo sabe bien Juan González Pérez, el joven de 16 años al que acaban de trasplantar uno para evitarle depender de la diálisis de por vida. Esta vez el donante estaba muy cerca, en casa. Es su padre, el alcalde de Nigrán (Vigo), con el que comparte nombre y apellidos, genes, aficiones deportivas y ahora también un órgano vital. "Para mi es un regalo poder contribuir a la salud de mi hijo", explica el regidor desde el hospital madrileño de La Paz, donde ambos han sido intervenidos hace quince días.

Es el segundo trasplante para Juan junior. El primero, de médula, le permitió ganar la batalla hace seis años a la anemia de Fanconi, la enfermedad rara que padecen menos de una docena de personas en Galicia, cuatro de ellas en Nigrán. La suerte quiso que el donante apareciese a 10.000 kilómetros, en Hawai. Fue su salvoconducto para seguir viviendo. Aquella operación en el hospital Niño Jesús de Madrid fue todo un éxito que la familia celebró un año después con una fiesta hawaiana.

Pero los riñones del pequeño estaban dañados. La enfermedad los había afectado y el tratamiento para consolidar la médula aceleró el deterioro. Tanto, que en los últimos diez meses funcionaban al 10 por ciento de su capacidad.

"En junio nos dijeron que urgía el trasplante", indica el padre y las analíticas confirmaron que el progenitor era la persona adecuada para darle uno de los suyos. "Ni siquiera lo pensé. Es sí o sí. ¿Quién no hace esto por un hijo?", comenta "muy ilusionado" por la positiva evolución de su pequeño, que recibirá el alta hospitalaria en las próximas horas "si todo continúa como hasta ahora", aunque tendrá que permanecer varios meses en la capital, donde le realizarán un control exhaustivo sobre el progreso del nuevo órgano. Abandonó el hospital el pasado día 23 de septiembre y también progresa adecuadamente de su operación.

El joven Juan, con sus compñaeros de la Sociedad Atlética Val Miñor que lo visitaron el fin de semana

La familia ya contaba con este episodio, uno más en la lucha titánica que emprendió cuando su bebé fue diagnosticado. "Cuando me presenté como candidato a la alcaldía, informé que tendría que estar ausente durante un tiempo por esta razón, sin saber que yo sería el donante . Todos mis compañeros siempre me han apoyado y están haciendo un buen trabajo sin mí. Nadie es indispensable", recalca.

Los dos "juanes" y Ana Pérez, la valiente madre y esposa, forman un gran equipo que ha vivido "momentos muy duros". Fueron ocho interminables años de espera por la ansiada médula, mientras los padres realizaban hasta ocho intentos fallidos de de engendrar un hermano sano y compatible en Chicago. Todo al mismo tiempo que las defensas del niño bajaban y lo obligaban a visitar el hospital dos veces por semana. El trasplante acabó con aquella terrible etapa y no solo les regaló la vida sino también un hobby común.

El regidor empezó a correr para calmar la angustia y a sentir la misma pasión por el atletismo que su hijo, integrante de la Sociedad Atlética Val Miñor que ha recibido con enorme ilusión la visita de varios compañeros de equipo el pasado fin de semana en el hospital. Padre e hijo han participado juntos en diversas carreras en los últimos años. Desde las solidarias contra el cáncer y la esclerosis múltiple de Vigo a la media maratón de Lisboa.

Todavía les quedan muchas metas que rebasar en la pista, pero ahora avanzan hacia la más importante en el hospital. Mientras evoluciona en su recuperación, Juan hijo sueña con la velocidad que le permitirá alcanzar su nuevo riñón para mejorar sus marcas.