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Entrevista a Antonio M. García Teijeiro

"La poesía ha sido habitualmente un género tan necesario como maltratado"

"Fue escuchando a Bob Dylan y, sobre todo, a Paco Ibáñez, cuando sentí la emoción de las palabras", recuerda el poeta, crítico y especialista en literatura infantil

Antonio M. García Teijeiro. LP / DLP

Su libro Poemar o mar ha sido galardonado, según el jurado, por "ser un libro cargado de emoción" y con una "sugerente composición poética". ¿Qué implica para usted como autor este reconocimiento?

Siento que es un reconocimiento a mi labor durante más de 30 años de dedicación a la poesía. Y lo es a través de un poemario que siento muy dentro: el mar como protagonista, una deuda que tenía con él. Además, si sirve para que la poesía tenga mayor presencia en las aulas y en los hogares, me doy por muy satisfecho.

Poemar o mar completa la trilogía de En la cuna del mar y Palabras del mar . ¿Qué le llevó a escribir esta trilogía?

Todos mis libros hacían referencias al mar. Tanto en los relatos, como en los poemas, como en las novelas el mar aparecía como actor secundario. Alguien me dijo que con lo que yo amaba el mar aún no había hecho un libro dedicado a él como protagonista. Reflexioné sobre el tema y terminé haciendo esa trilogía de la que estoy tan satisfecho.

¿Es para usted, como buen gallego, el mar su musa?

No puedo considerar que sea, precisamente, mi musa, pero lo siento tan próximo? Escucho su rumor y sus palabras. Me acerco a él con tanta frecuencia que me doy cuenta de que me influye enormemente. No se puede olvidar que vivo y nací en la ciudad de Vigo, en la que el mar es un activo en todos los sentidos.

Usted ha declarado recientemente que "un poema puede cambiar el comportamiento de un niño", ¿podría contar alguna anécdota que explique este hecho?

Los últimos cuatro años de docencia los empleé dando talleres de creación poética a alumnos y alumnas de secundaria. Desprovisto ya de notas, exámenes y demás, disfruté muchísimo con la palabra poética y su influencia en el alumnado. Jóvenes con dificultades educativas se veían inmersos en la magia de la poesía y adquirían un interés y unos hábitos impensables hasta ese momento. La emoción presidió estas sesiones y algunos de ellos comprendieron la necesidad de mejorar académicamente.

Como docente, ¿considera que la poesía está perdiendo valor entre las nuevas generaciones?

No necesariamente. La poesía ha sido habitualmente un género tan necesario como maltratado. Personas como yo fuimos educados de espaldas a ella. Es una lucha constante la que llevo realizado para que los docentes eduquen la sensibilidad de sus alumnos a partir de tener la poesía cerca. A nadie se le oculta que los versos poseen vida, sentido lúdico, musicalidad, imágenes..., que permiten a los niños y niñas disfrutar cuando la sienten de ellos.

Por lo que es tarea del profesor revivir la magia de la poesía?

Efectivamente. El profesorado tiene una deuda enorme con la poesía. Pero, aunque se van dando pasos que me alegran, aún se le tiene mucho miedo. Los adultos son, demasiadas veces, verdaderos muros para impedir ese acercamiento fundamental. Cuando se cree en la verdadera necesidad de la poesía, cuando se les presenta con ilusión, cuando se les contagia cierto apasionamiento, a los niños les encanta. Se emocionan. La viven. Se identifican con ella. Creo que la mejor manera de introducirla, tanto en las aulas como en los hogares, es decirla en voz alta, cantarla y escucharla.

¿Qué autores influyeron en su infancia y cómo fue su primer contacto con la literatura?

No tuve en mi infancia, precisamente, a alguien me acercase a la poesía. Recuerdo que me hacían aprender de memoria poemas lamentables, ñoños y ridículos. Fue escuchando a Bob Dylan y, sobre todo, a Paco Ibáñez cuando sentí la emoción de las palabras. Nadie mejor que él ha conseguido fundir poesía y música para abrir puertas y conseguir que una generación de personas se acercase al hecho poético. Reivindico a Paco Ibáñez de manera entusiasta y absoluta. Es una puerta abierta. Es una persona honesta y de un talento excepcional para que los versos de los grandes poetas entren dentro de las personas que necesitan descubrir la emoción de la poesía. El primer contacto con la literatura fue a través de Bob Dylan y de Paco Ibáñez, como mencioné anteriormente. De alguna manera me llevaron a descubrir la necesidad que yo tenía de expresarme con palabras, de vencer mis demonios con versos, de entrar en el mundo poético de poetas como Blas de Otero, Miguel Hernández, Juan Ramón, Alberti o García Lorca, entre otros. Al mismo tiempo descubría la situación lamentable de la lengua gallega. Eso hizo que me acercase a los poetas clásicos de nuestra literatura. No concibo estar al margen de Martín Códax, de Rosalía de Castro, de Celso Emilio Ferreiro, de Manuel Antonio o de Manuel María, por citar sólo a algunos. Ahí comenzó mi compromiso con la lengua y la literatura gallegas.

Su poemario Poemar o mar desprende un halo de tristeza. ¿Tiene esto algo que ver con que el mar es vida pero a la vez muerte?

Yo no creo que sea un poemario triste. Lo que sí creo es que presenta el mar, la vida, de manera poliédrica. Dices muy bien que el mar también es muerte. Es amable, generoso, pero también traidor. Hay que conocerlo, respetarlo y saber que en el equilibrio está el éxito de nuestra relación con él. Creo que Poemar o mar es un canto a las vivencias del ser humano y, como en todos mis libros, un motivo para reflexionar.

¿Le dedicará este premio a su queridísimo amigo Alberti, quien lo animó a escribir?

Alberti es para mí una referencia indispensable. Cuando leí Marinero en tierra, algo dentro de mí me sacudió. Me vi empujado por el amor al mar y a sus consecuencias. Quedó en mí para siempre. Conocer a Alberti fue una suerte. Me animó y fue de una generosidad impresionante. Cuando mi mujer y yo íbamos a visitarlo, siempre encontrábamos en él detalles de persona generosa en todos los aspectos. En estos días no paro de nombrarlo. Pura justicia.

¿Qué nuevos proyectos ondean en el horizonte?

Siempre tengo proyectos en la cabeza. Con la concesión del premio soy consciente de que tendré que aparcar algunas de las cosas que había pergeñado. No tengo prisa. Lo que, desde luego no haré, será dejar de luchar para que la poesía tenga la vigencia y la difusión que merece entre los niños y las niñas.

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