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Salud

Lágrimas de ecografía

El colectivo grancanario de padres en duelo Pulseras Blancas inicia un grupo de pérdidas gestacionales y perinatales para acompañar a una decena de familias

Imágenes en recuerdo de Daniel realizadas por la fotógrafa Norma Grau para la pareja de jóvenes grancanarios en el marco de su proyecto Stillbirth, palabra inglesa para referirse a los bebés que nacieron muertos o fallecieron al poco tiempo. NORMA GRAU

El escritor madrileño Sergio del Molino publicó "un diccionario de una sola entrada": La hora violeta (Mondadori, 2013). "Los hijos que se quedan sin padres son huérfanos, y los cónyuges que cierran los ojos del cadáver de su pareja son viudos. Pero los padres que firmamos los papeles de los funerales de nuestros hijos no tenemos nombre ni estado civil. Somos padres por siempre", escribió en el libro, Premio El Ojo Crítico de Narrativa de Radio Nacional de España, el periodista afincado en Zaragoza y autor también de La España Vacía, tras el fallecimiento de su hijo Pablo por leucemia antes de cumplir dos años.

No todas las familias, sin embargo, pueden afrontar la pérdida a través de la literatura. Por ello, la enfermera Caridad Caballero y la psicóloga Nuria Vega acompañan desde 2011 en Gran Canaria con el grupo de madres y padres en duelo Pulseras Blancas (gampulserasblancas@gmail.com). "Trabajamos con un tabú, simplemente, para quitar hierro a la muerte como proceso de vida, hay un miedo tremendo que queremos normalizar, todo el que nace va a morir", argumenta Caridad Caballero, con más de tres decenios de trayectoria profesional en el Hospital Materno Infantil.

En el complejo hospitalario, la enfermera experta en onco-hematología y cuidados paliativos pediátricos conoció a Nuria Vega, licenciada en Psicología y máster en Tanatología por la Universidad de La Laguna. Años después de coincidir en el Materno, las dos profesionales decidieron constituir el pionero y desinteresado grupo de ayuda para suplir las carencias detectadas tanto en el sistema sanitario público como en otras entidades sin ánimo de lucro.

Con consulta propia en Vecindario (Santa Lucía) y en actual formación junto a la psicoterapeuta en duelo Alba Payás en Barcelona, la especialista recuerda que, además del tabú de la muerte, trabaja con otro estigma social: "Se ha ido perdiendo ese concepto, pero todavía existe gente que piensa que acudir al psicólogo significa estar loco, cuando no tiene nada que ver, yo también tengo mi psicoterapeuta, si no aprendo, no puedo sostener el dolor del otro; nuestras sesiones no son un tratamiento, sino un acompañamiento, un duelo no es una enfermedad, sino una respuesta natural a un proceso vital, no tienen que medicarse, aunque también existen duelo patológicos si se añaden otros factores de riesgo y se deben intervenir desde la salud mental, con psiquiatra, clínicamente, psicofármacos..."

Tras atender a más de 60 familias en siete años, Pulseras Blancas inició en septiembre un grupo específico para pérdidas gestacionales y perinatales, que ya cuenta con una decena de miembros y convoca su próxima reunión mensual el 27 de octubre. Según Caballero, "un hijo es para siempre y casi todos los padres muestran culpa, pero es muy diferente la pérdida de una persona de 36 años que la de un niño que acaba de nacer, aunque también tiene su historia prenatal detrás porque los padres ya viven el embarazo al poner su nombre o preparar el dormitorio, es más difícil que las madres se comprendan entre ellas, los duelos tienen sus particularidades y se elaboran distinto".

De acuerdo a los datos del Instituto Nacional de Estadística, cada año fallecen en España casi 2.500 bebés en el periodo perinatal, fijado por la Organización Mundial de la Salud de las 22 semanas completas de gestación a los siete días posteriores al nacimiento, además de un número significativo en el segundo trimestre y por encima de 3.500 embarazos de 15 semanas finalizados por anomalías fetales graves o incompatibles con la vida. "Si sumamos todos los bebés que mueren en el primer trimestre, estimado en un 15% de todos los embarazos, son cifras realmente desoladoras", cuantifica el manifiesto Romper el silencio, firmado por catorce asociaciones de apoyo al duelo gestacional, perinatal y neonatal en España ante la conmemoración ayer (15 de octubre) del día mundial de este tipo de procesos.

Para Vega, "los padres que no han tenido a su hijo en brazos o no han podido disfrutar con una vida un poco más larga, con expectativas y proyecciones truncadas, se ven ante un duelo incomprendido y desautorizado por la sociedad, hasta la familia o los amigos suelen decir frases como 'eres joven', 'ya tendrás otro' o 'tampoco pasó tanto tiempo' sin dar un margen para poder superarlo, por lo que existe una necesidad de compartir, validar el dolor y de reciprocidad, encontrar un lugar con personas que hablen tu mismo idioma con seguridad, comodidad, confianza y sin juicios". Además del futuro no vivido, los progenitores sufren la ruptura de su identidad personal o "el síndrome del espejo roto, porque su figura como madre o padre se hace añicos, se miran y no se reconocen, la pérdida causa una quiebra importantísima en la persona, que cambia con su reconstrucción".

Una fase de integración y crecimiento atraviesan, precisamente, Casandra, de 29 años, y Aridani, de 30, una pareja grancanaria que perdió a su primer hijo en noviembre de 2015 durante el sexto mes de embarazo y conoció Pulseras Blancas a través de una actividad fotográfica anterior a la constitución del grupo de duelo gestacional y perinatal. Si Sergio del Molino encontró en unos versos del británico-estadounidense T.S. Eliot la imagen para definir a los padres que sufren el fallecimiento de un hijo ("En la hora violeta, cuando los ojos y las espaldas se levantan del escritorio, cuando el motor humano espera como un taxi parado en marcha"), la fotógrafa barcelonesa Norma Grau recurrió a la palabra inglesa stillbirth, "nacido inmóvil o silencioso" en traducción literal, para denominar un proyecto dedicado a los bebés que nunca fueron retratados a través de imágenes con objetos o recuerdos personales.

Para Casandra, "la sesión de fotos fue un shock, es él y está aquí, de hecho, después nos hicimos un tatuaje con su huella, así que me di cuenta de que necesitaba ayuda porque bloqueé en dos meses todo el dolor que sentía para seguir con mi vida, pero no podía nombrarlo y me costaba ver bebés. Ahora, con la terapia, puedo decir su nombre, Daniel, me acompaña y me siento bien, convivo con ello y lo tengo normalizado, sin guardarlo, solo quiero tener paz", expresa la joven, que en noviembre de 2016 alumbró a su segundo bebé, su primera hija.

La terapia consiste en una sesión grupal para charlar, alrededor de tres horas una vez al mes, diversos temas pactados de antemano, como la relación de la pareja o el momento del duelo, durante un año. "No solo acogemos las palabras, sino también los silencios, a ciertas personas les cuesta y el grupo aprende a no rescatar al otro, tenemos normas como el respeto en la escucha, la confidencialidad o el compromiso; intentamos dar tiempo a todo, no es solo venir a llorar, sino desarrollar dinámicas para recolocar las cosas", explica la tanatóloga antes de citar, por ejemplo, la realización de talleres de arteterapia o la visita al jardín del recuerdo, parcela cedida por el Cabildo de Gran Canaria en la Finca de Osorio (Teror) para plantar árboles en recuerdo de los hijos.

Diversos encuentros

Desde Pulseras Blancas, nombre elegido por los complementos artesanales regalados por una familia participante a los restantes miembros en 2011, también organizan Death Café, un encuentro de gente desconocida en un bar para conversar sobre la muerte, o Es Navidad y en casa hay una silla vacía, una charla para acoger el dolor en fechas especiales que este año se realizará en Santa Lucía y las dos capitales canarias después de reunir a medio millar de personas en 2016.

En la terapia de grupo se aconseja la participación de las parejas, como Aridani, porque "el hombre esconde un poco" el duelo. "No lloré hasta que salí del paritorio y me sentaron en un sillón, ahí me derrumbé, cuando después nació mi hija, juraría que había otra persona pasando por la misma situación que yo el año anterior, pero no sabía cómo decirle: 'Ánimo, que se puede superar'. También le había pasado a mucha gente cercana y no lo supimos hasta entonces, no se habla", lamenta el joven.

Un silencio que ahora rompen tanto Aridani como Casandra para ayudar a otras parejas: "De mi hijo no hablo con nadie, nunca, porque considero que no se preocupan sinceramente por él y su pérdida debe tener significado para mí, es la forma que tengo de avanzar. Al compartirlo ahora, regalo un trocito de mi hijo y me gustaría que la gente se sintiera cercana a muchas personas en la misma situación que lo pasan mal".

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